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Mi brazo se recuperó por completo

Del número de enero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


A mediados de 2012, mi brazo derecho se empezó a poner rígido y me dolía mucho cuando trataba de moverlo. Trabajo en el mantenimiento de máquinas industriales, y aunque soy el supervisor de mi departamento y no necesito utilizar los brazos con frecuencia para realizar mi trabajo, mis colegas comenzaron a notar el problema. Entonces, mi jefe me pidió que consultara con el médico de la empresa, y estuve de acuerdo.

El médico me dijo que estaba sufriendo de bursitis en el brazo derecho, y me recetó remedios e inyecciones antiinflamatorios. Sin embargo, como soy estudiante de la Ciencia Cristiana, decidí confiar solamente en la oración para sanar, en lugar de usar medicamentos. Le entregué el certificado del médico a mi jefe para demostrarle que había consultado con él. Mi jefe y mis colegas nunca me preguntaron cómo estaba tratando el problema.

Comencé a leer con diligencia la Biblia, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy, y El Heraldo de la Ciencia Cristiana, pero a pesar de haber orado por algunos meses, el dolor no cedía. Llegó un punto en que no soportaba más el malestar y pensé en seguir la recomendación del médico y tomar la medicación que me había prescrito. Fue entonces cuando encontré un artículo publicado en El Heraldo en portugués de agosto de 2012 (véase págs. 19-21), titulado “Argumentos a favor de la curación” (publicado originalmente en inglés en el número de Agosto de 2012 del Christian Science Journal, con el título “Argue on the side of healing”). En el mismo, el autor sana mediante la oración, de un problema en el brazo que limitaba sus movimientos y le impedía jugar básquetbol, deporte que practicaba con frecuencia. Estas palabras del autor me dieron inspiración:
“…muchas veces me preguntaba: ‘¿Cómo es que surgió este problema?’ Pero no lograba identificar la causa. Tenía que comprender que por ser hijo de la creación de Dios, no había ninguna causa o acontecimiento real que pudiera poner en riesgo mi libertad, o me tentara a argumentar que dicha causa podía estar presente en mi experiencia. Atribuir una causa al dolor daría legitimidad a algo que no se origina en la creación de Dios”.

Me di cuenta de que estaba actuando como el autor de ese artículo había hecho al principio. Como él, yo también centraba mi atención en la causa del problema, y al hacerlo estaba aceptando la realidad de la enfermedad y permitiendo que el miedo invadiera mi pensamiento. Cuando hacemos esto, acabamos concentrándonos en los síntomas físicos en lugar de en la verdad espiritual de que Dios es el bien infinito. Dios es Espíritu y creó a todos Sus hijos a Su imagen y semejanza espiritual. Toda la creación de Dios es perfecta. Por eso, todo lo que pensamos que existe fuera de la perfección divina es, en realidad, nada, y no tiene origen ni poder para generar imperfección alguna. Entonces, ¿cómo iba a sufrir de un problema físico? ¿Acaso podía haber algo capaz de impedirme expresar libertad de movimiento? Claro que no. La única realidad que todos nosotros, como hijos de Dios, podemos experimentar incluye libertad, salud y el bien, jamás limitación, enfermedad o algo malo.

Ahora estaba decidido a no aceptar ninguna limitación física y, además de orar, también hacía continuos esfuerzos para mover el brazo. Conforme elevaba el pensamiento a Dios, mi brazo recuperó gradualmente su movimiento normal. Dos semanas después de leer aquel artículo en El Heraldo, estaba completamente sano, y desde entonces muevo libremente el brazo sin dolor alguno.

Esta experiencia fortaleció mi comprensión de que, por medio de la oración, siempre podemos enfrentar todos los argumentos que surjan en contra de la curación, sabiendo que el mal, cualquiera sea la forma en que se nos presente, es simplemente una sugestión errónea. Todo lo que no es bueno es irreal porque no proviene de Dios, quien es sólo el bien y hace que seamos siempre buenos. Reconocer este hecho hace que recurramos a la armonía continua de Dios y encontremos una curación certera y permanente.

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