Hace alrededor de un año, tuve una experiencia que me enseñó profundas lecciones sobre el Amor divino, y el papel que cumple al proteger nuestra libertad y nuestros derechos individuales.
En una ocasión, tomé parte en la organización de un evento en el trabajo, y tuve que lidiar con un colega que acosaba prácticamente a todas las mujeres de nuestro grupo haciendo comentarios inapropiados y a veces insinuaciones sexuales. Esta situación era sumamente desagradable. Todas mis colegas mujeres evitaban tener contacto con este hombre tanto como podían, lo cual era muy comprensible.
Un día, tuve que pasar toda una tarde a solas en compañía de este colega. Al principio la situación fue muy tensa. Él era muy agresivo verbalmente, y admitió que no podía controlarse. Su comportamiento me hacía sentir totalmente indefensa. Me pasaban muchas preguntas por la cabeza: “¿Qué debo hacer? ¿Invento alguna excusa para irme a casa? ¿Discuto con mi colega? ¿Llamo a la policía si las cosas empeoran?”
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