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Protegida por la “panoplia del amor”

Del número de enero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Hace alrededor de un año, tuve una experiencia que me enseñó profundas lecciones sobre el Amor divino, y el papel que cumple al proteger nuestra libertad y nuestros derechos individuales.

En una ocasión, tomé parte en la organización de un evento en el trabajo, y tuve que lidiar con un colega que acosaba prácticamente a todas las mujeres de nuestro grupo haciendo comentarios inapropiados y a veces insinuaciones sexuales. Esta situación era sumamente desagradable. Todas mis colegas mujeres evitaban tener contacto con este hombre tanto como podían, lo cual era muy comprensible.

Un día, tuve que pasar toda una tarde a solas en compañía de este colega. Al principio la situación fue muy tensa. Él era muy agresivo verbalmente, y admitió que no podía controlarse. Su comportamiento me hacía sentir totalmente indefensa. Me pasaban muchas preguntas por la cabeza: “¿Qué debo hacer? ¿Invento alguna excusa para irme a casa? ¿Discuto con mi colega? ¿Llamo a la policía si las cosas empeoran?”

Fue entonces cuando una fuerte intuición me hizo dejar lo que estaba haciendo por unos momentos y escuchar la “voz callada y suave” del Amor divino, que yo había escuchado en otras oportunidades en mi vida (véase 1° de Reyes 19:12). Esta “voz inaudible de la Verdad” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 559) es con frecuencia la inspiración espiritual que sentimos cuando elevamos nuestro pensamiento a Dios en oración. Y a medida que escuchaba, esta conocida declaración de Mary Baker Eddy me vino fuertemente al pensamiento: “Revestido con la panoplia del Amor, el odio humano no puede alcanzarte” (Ciencia y Salud, pág. 571).

Dejé de colocarnos mentalmente en dos papeles diferentes — el opresor (él) y la oprimida (yo)— y comencé a vernos a los dos como el reflejo del único y mismo Amor divino.

Una panoplia es una cobertura protectora, una armadura completa hecha de materiales resistentes para hacerla impenetrable. Pero en esta ocasión la palabra Amor fue la que me llamó la atención en esa declaración de Ciencia y Salud. Cuando conocí la Ciencia Cristiana aprendí que el Amor, con mayúscula, es un sinónimo de Dios, y esta declaración me recordó que el Amor divino es mi verdadera armadura o protección en cualquier circunstancia. De manera que ¡me puse “la armadura del Amor”! Me aparté mentalmente de lo que mi colega estaba diciendo y dejé de colocarnos en dos papeles diferentes —el opresor (él) y la oprimida (yo)—, y comencé a vernos a los dos como el reflejo del único y mismo Amor divino. A medida que oraba en ese corto espacio de tiempo, me di cuenta de que realmente podía ver y sentir la pureza y la inocencia que Dios le había dado. Comprendí claramente que estas cualidades forman parte de nuestra verdadera identidad espiritual, provienen de Dios, el Espíritu, y son nuestra única atracción. Mary Baker Eddy dice: “Sólo hay una atracción real, la del Espíritu” (Ciencia y Salud, pág. 102). Mantener esta perspectiva espiritual los unos de los otros es lo que nos protege de los pensamientos dañinos y agresivos, como son el odio y la sensualidad.

Me di cuenta de que esta panoplia del Amor no sólo me estaba protegiendo a mí, sino que actuaba como un escudo también para mi colega, impidiendo que alguno de nosotros pensara, dijera o hiciera algo poco amable u ofensivo, cualquier cosa que fuera en contra de la inocencia, pureza y espiritualidad que Dios nos ha dado. Al pensar un poco más en esta panoplia espiritual percibí que no nos separa el uno del otro, sino que nos une. Es el lazo de compasión, de afecto puro, de bondad y armonía que nos mantiene juntos como hijos de Dios.

Al comprender esto, mi pensamiento se inundó de compasión hacia mi colega, y me sentí tranquila y a salvo.

Pasaron unos minutos, y mi colega calló por completo, un silencio que duró casi una hora. Durante ese tiempo, cada uno se concentró en su propia actividad. Cuando volvimos a hablarnos, su comportamiento se había transformado por completo. Su voz era tranquila y las cosas que dijo eran respetuosas. Empezó a contarme cuánto extrañaba a un pariente cercano que había fallecido hacía pocos años. Hablamos y yo compartí con él algunas ideas reconfortantes.

Incluyamos al mundo en la “panoplia del Amor” en nuestras oraciones, y experimentemos la protección y libertad que provienen de ella.

Desde aquella tarde, jamás he vuelto a presenciar o escuchar que se haya repetido el comportamiento inapropiado de ese hombre. Aunque poco después de este incidente, yo dejé de trabajar en esa institución, lo he visto en varios eventos, y su comportamiento siempre ha sido tranquilo y respetuoso. Hablamos como amigos y me siento cómoda cuando estoy cerca de él.

¡Qué lección más tierna y profunda!

Incluyamos al mundo en la “panoplia del Amor” en nuestras oraciones, y experimentemos la protección y libertad que provienen de ella.

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