Una mañana, hace varios meses, me desperté con un dolor muy fuerte en un dedo, el cual se veía descolorido e inflamado.
Me apoyé de inmediato en la oración, manteniendo esta protesta en mi pensamiento: ¡Sólo el Dios viviente reina! Entonces me vino un mensaje angelical que conocía de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que retarde o detenga su acción perpetua y armoniosa” (pág. 283). Comprendí que esto significa que Dios, la Mente, es la fuente de toda vivacidad, actividad y movilidad.
Entendí que toda la situación era una mentira que de ninguna manera tocaba mi verdadero ser espiritual. Dios jamás hizo un dedo dolorido, descolorido e inflamado, y lo que no había sido hecho por Él no podía ser parte de mí. Yo soy la imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, soy espiritual, no material.
Abrí mi Himnario de la Ciencia Cristiana y encontré estas líneas en el Himno N° 324: “Ten mis manos, que obrarán / al impulso de Tu amor” (Frances R. Havergal, adaptación). Esta idea llenó mi pensamiento de amor, y pude continuar con mis actividades y completar todo lo que tenía que hacer sin que el dedo me molestara. Más tarde, cuando me lavé las manos, me di cuenta de que no tenía nada malo, y reconocí de inmediato que nunca había tenido, y nunca tendría, nada malo. Allí mismo donde parecía haber habido un problema, la revelación del Amor divino estaba en acción. El dolor, la decoloración y la inflamación habían desaparecido. Se había producido la curación.
Estoy profundamente agradecida por haber encontrado las maravillosas enseñanzas de la Ciencia Cristiana, y estoy aprendiendo a diario que Dios es mi vida y mi ayuda en cualquier situación; “Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, como nos dice la Biblia (Salmo 46:1). Gracias a Dios por su preciado regalo de la Ciencia Cristiana.
Hamburgo
