Una mañana, hace varios meses, me desperté con un dolor muy fuerte en un dedo, el cual se veía descolorido e inflamado.
Me apoyé de inmediato en la oración, manteniendo esta protesta en mi pensamiento: ¡Sólo el Dios viviente reina! Entonces me vino un mensaje angelical que conocía de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que retarde o detenga su acción perpetua y armoniosa” (pág. 283). Comprendí que esto significa que Dios, la Mente, es la fuente de toda vivacidad, actividad y movilidad.
Entendí que toda la situación era una mentira que de ninguna manera tocaba mi verdadero ser espiritual. Dios jamás hizo un dedo dolorido, descolorido e inflamado, y lo que no había sido hecho por Él no podía ser parte de mí. Yo soy la imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, soy espiritual, no material.
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