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¡El perdón es la curación más grande!

Del número de diciembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


Un día, cuando tenía seis años, fui a andar en trineo con mi hermano mayor, Noah. Me senté en el trineo, y Noah comenzó a arrastrarme a lo largo de la acera. De repente vi que una parte del pavimento no tenía nieve. Le dije: “¡Noah, detente! ¡No vamos a pasar!” Pero él respondió: “¡Por supuesto que sí!” Sin embargo, el trineo se detuvo de golpe sobre la parte sin nieve, y con mucha fuerza me golpeé la cara contra la barra de metal de la parte delantera del trineo. Realmente me dolía mucho y comenzó a sangrarme la nariz. Al principio, me enojé mucho con Noah. Pero mi papá me dijo enseguida que yo jamás podía caer de las manos de Dios. También me dijo que no tenía que culpar a Noah, ni empezar a pensar de quién había sido la culpa. Escuché a mi papá, dejé de pensar en toda la culpa y la crítica, y perdoné a Noah.

Después de unos minutos se detuvo la hemorragia y la cara ya no me dolía más.

Ahora sé que si algo me pasa, no tengo que culpar a nada ni a nadie. Culpar a algo o a alguien no resuelve tus problemas. Tienes que dejar de pensar en quién tiene la culpa y perdonar. Esa es la única manera de sanar. Mira la historia bíblica de José, por ejemplo. Sus hermanos mayores lo enviaron lejos porque estaban celosos de él. Pero José no se la pasaba todo el día de mal humor. Él, en cambio, perdonó a sus hermanos. Y a pesar de todo el dolor que experimentó, no se enojó con sus hermanos. Se mantuvo firme en la idea de perdonar, y finalmente se convirtió en el segundo hombre más poderoso de Egipto (véase Génesis 37).

Así que ahora no me resulta difícil perdonar a alguien, ya que tarde o temprano debemos hacerlo. Sé que a veces no es fácil perdonar, pero eso hace que el perdón sea mucho más valioso. Cuando perdonas a alguien, no es solo la persona que has perdonado la que se siente más feliz, tú también sientes como si te hubieran quitado una carga innecesaria y muy pesada de tus hombros. Una de las principales razones por las que somos capaces de perdonar es porque nos recordamos a nosotros mismos que no hay nada que perdonar. Sabemos que en la presencia total de Dios, nunca ha ocurrido nada malo, ni a ti ni a otra persona. ¿Por qué gastar energías estando molestos con alguien si te puedes divertir con él, reír con él o hacerlo reír? Por tanto, yo diría: “¡El perdón es la curación más grande!”

Verificación del papá de Johann:

Cuando vi lo que había pasado de inmediato pensé: “¡No hay accidentes en el reino de Dios!” como dice Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424).

También recuerdo haber pensando que Noah no tenía la culpa, porque realmente él y Johann solo querían divertirse. Pero al principio Johann estaba realmente enojado con Noah, y se me ocurrió que Johann sanaría cuando desapareciera toda la ira y la culpa. Pablo escribió a los cristianos en Roma: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Al rato, todo el mundo estaba jugando y divirtiéndose de nuevo, sin rastros de lesión.

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