En 2011, cuando me di cuenta de que estaba embarazada, me sentí muy feliz. Sin embargo, durante el segundo mes de embarazo empecé a sangrar. Los síntomas eran muy similares a los que había tenido cuatro años antes, cuando tuve un aborto espontáneo.
Llamé a mi esposo, que estaba trabajando en la carpintería que tenemos al lado de nuestra casa, y él vino rápidamente. Comenzamos a orar, y también le pedimos a una practicista de la Ciencia Cristina que nos diera tratamiento por medio de la oración. La practicista fue muy amorosa y atenta, y nos tranquilizamos después de hablar con ella. Sin embargo, la hemorragia no se detuvo.
Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Es la creencia mortal lo que hace el cuerpo discordante y enfermo en la proporción en que la ignorancia, el temor o la voluntad humana gobierna a los mortales” (pág. 209). Decidimos ir a ver a un médico, quien nos dijo que el saco embrionario no estaba en el lugar correcto, y me recomendó reposo absoluto, de otro modo podía tener otro aborto.
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