¿Cuánto piensas en ti mismo como científico? ¿Qué tipo de experimentos has realizado últimamente? ¿Qué datos has estado investigando para encontrar la respuesta a un problema que necesita solución? Si la ciencia consiste en averiguar cómo funcionan las cosas, ¿qué descubrimientos has hecho últimamente? Si la ciencia se trata de comprender la verdad y aplicar el poder de la verdad para que surjan soluciones prácticas, ¿qué respuestas has descubierto que hayan traído mayor libertad a la vida de la gente? Para un Científico Cristiano, estas son preguntas importantes que debe hacerse (mientras está parado frente a un espejo).
En una ocasión, leí un libro escrito por el físico Richard Feynman, ganador del premio Nobel, el cual ofrecía una ilustración de la ciencia deficiente. Él hablaba de un libro de texto sobre la ciencia para niños de escuela primaria que mostraba el dibujo de un perro de juguete a cuerda. El libro planteaba la siguiente pregunta: “¿Qué hace que el perro se mueva?” Y la respuesta a la que el libro quería que los niños llegaran era “la energía”. Pero como señalaba Feynman, simplemente hacer que los niños memorizaran el término para referirse a algo, no quería decir que hubieran aprendido algún aspecto de la ciencia envuelta en ello.
Luego indicaba que un enfoque científico y útil hubiera sido desarmar el juguete para que los niños pudieran ver los engranajes y la tensión que había en el resorte, y cómo el hecho de liberarlo hacía que el perro se moviera. Me impactó ver que esto es verdad para cualquier ciencia.
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