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“Y en la tierra paz”

Del número de diciembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace más de dos mil años, la humanidad recibió el mejor regalo de Navidad que haya recibido jamás, “el niño de Belén, el heraldo humano del Cristo, la Verdad”, como lo describe Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. vii). 

Ciertamente, para la mayoría de la gente el mejor regalo que podrían recibir para estas fiestas sería la posibilidad de restaurar la paz en todas partes del mundo, incluso en su propia consciencia. Así se cumpliría, una vez más, la profecía de Isaías cuando escribió: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre… Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). 

Un niño se caracteriza por su pureza, por su inocencia, por su receptividad y comprensión del bien. Y el hombre, por ser la idea espiritual de Dios, jamás pierde esas cualidades espirituales, sino que está continuamente consciente de la armonía, la felicidad y la paz de las que por siempre disfruta por ser uno con Dios; y, por lo tanto, tiene la misma Mente que había en Cristo Jesús. 

Hoy seguimos celebrando la presencia constante del Cristo, orando y sabiendo que su bondadosa y poderosa influencia disuelve el odio y el resentimiento, y permite que el Amor divino brille en el corazón de todos los hombres, de manera que fraternalmente puedan orar y trabajar juntos por la renovación moral y espiritual de todos.

En este número de El Heraldo nuestros colaboradores cuentan cómo, al mantener el pensamiento firme en las verdades espirituales de Dios y el hombre que enseña la Ciencia Cristiana, pudieron sanar, entre otras cosas, de una quemadura, recuperarse totalmente después de un accidente, y tener un parto armonioso. 

Es muy inspirador tener presente estas líneas del poema “Oración vespertina de la madre” escrito por la Sra. Eddy: “Gentil, presencia, gozo, paz, poder; divina Vida, cada momento Tuyo es” (Himnario de la Ciencia Cristiana, Nº 207, según versión en inglés). Si la Vida, Dios, es dueña de cada instante de la existencia, todo tiene que ser bueno y estar lleno, no solo de esperanza y expectativa de bien, sino también de su cumplimiento.

La paz no es algo que se logra afuera, sino dentro de nosotros mismos, entonces esta comprensión del gobierno armonioso del Amor resplandece hacia afuera, y ayuda a que, poco a poco, se alcance la paz mundial que todos anhelamos.

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