Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Artículo de portada

Confianza irrestricta en Dios

Del número de febrero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


La Biblia está llena de historias que muestran cómo una confianza irrestricta en Dios ayudó a las personas a vencer situaciones que amenazaban su vida. En uno de esos relatos, el rey de Babilonia, Nabucodonosor, ordenó que Sadrac, Mesac y Abed-nego fueran arrojados al horno de fuego ardiente porque se negaron a postrarse y adorar una imagen grande de oro, que según órdenes del rey, todas las personas de su reino debían adorar. Estos tres jóvenes se habían mantenido firmes en su propósito de adorar solamente a Dios.

Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban atados cuando cayeron en el horno. Sin embargo, el rey se sorprendió cuando notó que estaban desatados y completamente ilesos, paseándose por en medio del fuego. El rey ordenó que los sacaran del horno, reconoció el poder de Dios para salvar a quienes en Él confían, y “engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia” (véase Daniel 3:1-30).

Esta experiencia sucedió hace miles de años. Aunque hoy en día, las personas tal vez no sean arrojadas literalmente a un horno de fuego, como ocurrió con Sadrac, Mesac y Abed-nego, es posible que también enfrentemos circunstancias aflictivas que en la actualidad pueden presentarse en forma de enfermedades incurables, accidentes, guerra o escasez. Tal vez nos sintamos desesperados y con las manos atadas, incapaces de encontrar la solución a un problema. Pero, para mí, ese relato bíblico es un ejemplo de que por más grave que parezca ser una situación, con la oración y una confianza total en Dios, podemos desligar el pensamiento de todo aquello que trate de perjudicarnos o limitarnos, y esperar que el bien se manifieste continuamente en nuestra vida.

Comprobé esto hace 15 años, cuando pasé por serios problemas económicos. En aquella época, yo daba clase en una escuela secundaria y el sueldo mensual que obtenía no llegaba a satisfacer mis necesidades básicas de vivienda y alimentación. Lo que ganaba sólo me alcanzaba para mantenerme diez días. Muchas veces, mi comida del día consistía en un pedazo de pan con una mezcla de azúcar y agua que comía antes de ir a trabajar. Vivía en una choza de un dormitorio que no era muy estable. Cuando llovía tenía que arrumbar mi colchón y libros en un rincón, ya que el agua entraba en casi toda la casa.

Atribuyo el sustento que obtenía a esa confianza en Dios.

Yo había comenzado a estudiar la Ciencia Cristiana hacía poco tiempo, y leía con mucho ahínco Heraldos, la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy. Con este estudio, a pesar de verme físicamente debilitado, me sentía espiritualmente muy fuerte, alegre, afectuoso y lleno de confianza en Dios. Atribuyo a esa confianza en Dios el sustento que obtenía, incluso en ocasiones en que parecía que mis recursos no eran suficientes ni para comprar comida. En dos de esas ocasiones, me sentí inspirado a leer en la Biblia el capítulo seis del Evangelio de Mateo. En el mismo, Cristo Jesús dice: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber… Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:25, 26). Me tranquilizaba saber que Dios ama a todos Sus hijos de igual forma e infinitamente, y atiende a todas nuestras necesidades. De manera inesperada, dos amigos, en distintos momentos, espontáneamente me ofrecieron dinero. Los alimentos que compré con ese dinero me sostuvieron durante una semana en una ocasión y por cuatro días en otra.

Estaba contento con esa comida, pero mi mayor alegría se basaba en mi confianza en Dios, por la cual estaba probando que “… el hombre es sostenido por Dios, el Principio divino del ser” (Ciencia y Salud, pág. 530). Nuestro sustento proviene de Dios, la fuente infinita que da bendiciones a todos Sus hijos incesantemente. Percibí que en la realidad divina los torrentes de bendiciones ya forman parte de la experiencia de todos los hijos de Dios. Por lo tanto, yo podía experimentar provisión no en algunas circunstancias, sino siempre.

A medida que abrigaba esos pensamientos, me vino la inspiración de amar incondicionalmente a mis colegas de trabajo y a mis alumnos. Es decir, saber que todos, sin excepción, reflejamos la naturaleza bondadosa, pacífica, ordenada y recta de Dios, sin concentrarnos en lo que se nos presenta humanamente. Cuando nuestra consciencia está llena del amor incondicional, se vuelve más receptiva para aceptar todas las cosas buenas que vienen de Dios. Comenzamos a expresar más paz y salud, y la provisión se vuelve más visible en nuestra experiencia.

Mantuve firme mi confianza en que mi provisión viene de Dios, no de medios ilícitos.

Empecé a ser más paciente con mis alumnos, independientemente de su comportamiento. Al final del año lectivo de 1999, diciembre en Angola, yo era un maestro muy estimado en la escuela. En la fiesta de fin de año, mis alumnos recitaron con alegría poesías que yo había escrito.

En Angola, es común que algunos alumnos ofrezcan sobornos a los maestros para pasar de año, lo que en la jerga local llamamos gasosa. En medio de la situación de escasez en que vivía, hubiera sido muy fácil para mí aceptar la gasosa. No obstante, me mantuve firme confiando en que mi provisión viene de Dios, no de medios ilícitos. Los resultados de mis oraciones y fidelidad a Dios no tardaron en manifestarse. En marzo de 2000, aprobé los exámenes y gané un concurso público de un programa de desarrollo comunitario. Pasé a ganar un sueldo doce veces más alto del que recibía en el sector de la educación.

Como aquellos tres hombres hebreos, cuya confianza en Dios los liberó del fuego y los ayudó a prosperar en Babilonia, mediante mi confianza en Dios vencí la prueba de fuego que aquel período de recesión representó, y también prosperé. Pasé a tener más que suficiente para atender mis necesidades. Mis condiciones de vivienda mejoraron y comencé a vivir cómodamente en mi casa propia. Desde entonces se han presentado otras oportunidades de empleo y no he vuelto a luchar más con la escasez económica.

¡Mi confianza en Dios aumenta cada día!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 2014

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.