Ocasionalmente voy de visita a Suiza y me gusta mucho nadar en el Lago de Léman, que queda cerca de donde me hospedo. Un día, me zambullí en el agua y nadé por un rato disfrutando de esta refrescante y linda actividad. También buceé un poco.
Al subir a la superficie después de bucear, me empezó a doler mucho el oído izquierdo, y todo lo que escuchaba estaba amortiguado. Pero me sentí agradecida porque al menos podía oír algo. No obstante, al mismo tiempo pensaba que en mi trabajo como enfermera en un sanatorio de la Ciencia Cristiana, yo tenía que poder escuchar y comprender muy claramente a los pacientes y colegas. Y como sabía que Dios tiene el control y se expresa a Sí Mismo en todo momento, yo insistía en que podría hacerlo, sin duda alguna.
Después de todo, Dios es la Mente que todo lo escucha, y por ser Su reflejo, yo no podía estar influenciada por las leyes materiales acerca del cuerpo físico. Esto fue también lo que leí en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana: “Dios no es influenciado por el hombre. El ‘oído divino’ no es un nervio auditivo. Es la Mente que todo lo oye y todo lo sabe, para quien cada necesidad del hombre es siempre conocida y por quien será satisfecha” (pág. 7).
De camino a casa, me vino la idea de que las corrientes del Amor divino siempre corren libremente, sin interferencia, y van quitando todos los obstáculos y bloqueos mentales. De regreso en mi habitación, la condición de mi oído no había cambiado mucho, y le dije a Dios: “Tú sabes que muy pronto tengo que ir a trabajar y que necesito escuchar todo muy claramente”.
Me di cuenta llena de alegría que la Verdad me estaba sanando.
“Los patriarcas inspirados por el Alma oían la voz de la Verdad, y hablaban con Dios tan conscientemente como un hombre habla con otro hombre (Ciencia y Salud, pág. 308). Este pasaje me vino al pensamiento nuevamente. Me había ayudado hacía algún tiempo para tener una rápida y sorprendente curación. En aquella ocasión yo estaba en mi apartamento en Hamburgo, Alemania, y había estado en muy malas condiciones mentalmente. Estando en mi cocina grité: “¡Dios, debes ayudarme ahora mismo!” Y la respuesta vino de inmediato. Mi consciencia se llenó de la luz de Dios de tal manera, que toda la oscuridad y el temor desaparecieron de un momento a otro. Toda la cocina se llenó de una luz brillante y muy clara, y al mismo tiempo todo en mí se bañó de luz. Una serenidad y paz maravillosas inundaron mi consciencia. Sentí una alegría muy grande al ser liberada de esa oscuridad y depresión tan rápidamente.
Empecé mi turno en el trabajo pensando en esta experiencia y en las corrientes de Amor que salían a borbotones con total libertad. Al principio el dolor en el oído pareció aumentar. Sin embargo, al mismo tiempo, sentí que me embargaba una gran felicidad. Sé que puede parecer extraño, y que no sea la forma en que usualmente ocurren las cosas, pero en aquel momento, me di cuenta llena de alegría que la Verdad me estaba sanando.
Pude escuchar todo lo que me decían los demás, aunque todavía muy amortiguado. Sin embargo, podía oír. Seguía teniendo presión en el oído, pero no quise ni permití sentirme impresionada por eso. Me mantuve firme en el hecho de que la Mente que todo lo oye funciona libremente, sin carga ni presiones, y que por ser el reflejo de Dios, yo expresaba ese mismo hecho.
Pronto el dolor y la presión en el oído fueron disminuyendo. ¡Gracias, Dios mío!
Después del trabajo me fui a acostar pronto. Continué regocijándome especialmente con la idea de que la Mente que todo lo oye no solo estaría, sino que ya estaba desahogada, sin obstáculos y libre.
A la mañana siguiente me desperté sin ningún dolor ni presión en el oído.
He sabido de personas que han tenido este tipo de incidentes y que estuvieron varios días con el problema y con mucho dolor, así que estoy muy agradecida a Dios por esta rápida curación y la demostración de Su amor y bondad. Desde que tuve esta curación, he ido a nadar y a bucear varias veces sin que se repita ninguno de los síntomas.
Wedel
