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La Biblia y su importancia en mi vida

Del número de febrero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


En diciembre de 2012, me desperté con dolor en el área de mis riñones y fuertes dolores en brazos y piernas. Nunca antes había yo experimentado algo así. Ni bien empecé a preguntarme qué podría causarlo, de inmediato me di cuenta de que la Ciencia Cristiana enseña que no debemos buscar las causas en la materia, sino reconocer que todo es espiritual y perfecto. Enseguida decidí poner mi pensamiento en línea con estas enseñanzas.

Yo había descubierto la Biblia muchos años antes, gracias a la Ciencia Cristiana, y la historia de Daniel en el Antiguo Testamento me vino de inmediato al pensamiento. Esta historia cuenta que Daniel recurría infaliblemente en oración a Dios tres veces al día. Pero el Rey Darío publicó un decreto prohibiendo que se orara a otro, sino a él mismo. Desobedecer este decreto era castigado con la muerte. Daniel continuó volviéndose a Dios en oración con valentía, y Él no lo abandonó. Lo sacó sano y salvo del foso de los leones, dentro del cual lo habían arrojado como castigo por su devoción a Dios (véase Daniel, capítulo 6).

Me dije que yo podía demostrar la misma confianza. Yo también recurría a Dios regularmente, y siempre anhelaba ser guiada por Él y hacer Su voluntad. Por lo tanto, no podía sufrir, puesto que ante Dios, como Daniel, “fui hallada inocente” (véase Daniel 6:22).

Decidí tener la disciplina, al igual que Daniel, de detener mis actividades por lo menos tres veces al día para orar y escuchar la voluntad que Dios tenía para mí. Como explica Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, oré sobre la misma base que Jesús, “cuyas oraciones humildes eran declaraciones profundas y concienzudas de la Verdad, de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor” (pág. 12). Declaré a consciencia mi semejanza y unidad con Dios.

Durante todo este tiempo, continué haciendo mis tareas a pesar de que me costaba mucho inclinarme y tenía algunas molestias cuando hacía ciertos movimientos. Seguí confiada en el hecho de que Dios estaba allí mismo cuidando de mí con ternura, tal como había cuidado de Daniel.

Dios estaba allí mismo cuidando de mí con ternura, tal como había cuidado de Daniel.

Luego, me vino otra idea inspiradora para fortalecer mi trabajo de oración: la dinámica experiencia de Pablo, que también se relata en la Biblia. A pesar de que Pablo enfrentó un naufragio, la picadura de una serpiente y quisieron matarlo a pedradas, nada pudo impedir que él continuara con su misión (véase Hechos, capítulos 27, 28 y 14). Esta idea me reconfortó y perseveré en mi oración.

No puedo decir exactamente cuándo ocurrió (tal vez después de tres o cuatro días), pero hubo un momento en que me olvidé totalmente del cuerpo y del dolor, porque me sentí completamente absorbida en pensar en Dios y en mi relación con Él. Estaba, como dijo Jesús, “en los negocios de mi Padre” (Lucas 2:49), y de pronto noté que me movía con total libertad. He estado totalmente libre de esa condición desde entonces.

Me doy cuenta cada día más de cuán importante es para mí estudiar la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana. El estudio sistemático de su contenido desarrolla mi comprensión de las Escrituras, sacando a luz su inapreciable valor práctico. Estoy sumamente agradecida por este estudio semanal bíblico que estableció Mary Baker Eddy, y por el maravilloso obsequio que ella dio a la humanidad: la Ciencia Cristiana.

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