Había tenido varias curaciones físicas por medio de la Ciencia Cristiana, pero no había podido abandonar el hábito de fumar. Cada vez que pensaba que tenía que dejarlo, era peor y ¡más ganas de fumar me venían! Yo fumaba casi dos cajetillas de cigarrillos por día. Me sentía tan esclavizada y oprimida por este hábito, que si a la noche se me terminaban, salía a comprarlos.
Un día, decidí orar específicamente para superar este hábito. Me dediqué a buscar en la Biblia pasajes que hablaran sobre la “libertad”. Uno de ellos dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). Y también encontré este pasaje: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Soy espiritual y perfecta, y sólo puedo ser atraída por el bien.
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