Había tenido varias curaciones físicas por medio de la Ciencia Cristiana, pero no había podido abandonar el hábito de fumar. Cada vez que pensaba que tenía que dejarlo, era peor y ¡más ganas de fumar me venían! Yo fumaba casi dos cajetillas de cigarrillos por día. Me sentía tan esclavizada y oprimida por este hábito, que si a la noche se me terminaban, salía a comprarlos.
Un día, decidí orar específicamente para superar este hábito. Me dediqué a buscar en la Biblia pasajes que hablaran sobre la “libertad”. Uno de ellos dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). Y también encontré este pasaje: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Soy espiritual y perfecta, y sólo puedo ser atraída por el bien.
Además leía lo que Mary Baker Eddy escribió sobre el tema de la libertad en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Por ejemplo, en la página 404, ella indica lo que se debe hacer para liberarse de las adicciones: “…enfrenta tú y destruye estos errores con la verdad del ser”, y convéncete “de que no existe placer verdadero en los falsos apetitos”. Me di cuenta de que por ser hija de Dios soy espiritual y perfecta, y sólo puedo ser atraída por el bien.
Un día, fui a visitar a una amiga, y cuando regresé a mi casa, descubrí que había olvidado el paquete de cigarrillos. Compré otro atado, fumé algunos y al día siguiente no tuve más ganas de fumar. Sentí una alegría inmensa cuando me di cuenta de que había quedado libre de esa adicción y de la inquietud que me provocaba cuando no podía fumar.
Pero lo que es aún más notable, es que cuando volví a ver a mi amiga, ella me contó que su esposo había fumado el atado que yo había dejado olvidado en su casa, y que después ¡no volvió a tener ganas de fumar! Le conté que yo había estado orando para dejar de fumar, y sabía que en algún momento recibiría esta bendición. Le expliqué que como su esposo había estado intentando dejar de fumar, había sido receptivo a esa oración, pues nuestras oraciones también bendicen a quienes nos rodean.
Además del hábito de fumar, también sané de un estado de ansiedad que había experimentado desde chiquita y que no me permitía disfrutar de la vida y de los buenos momentos.
A partir de ahí, mi vida cambió. Ahora disfruto donde sea que me encuentre. Estoy muy agradecida por estas curaciones.
Lanús, Buenos Aires
