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Artículo de portada

Dejé el cigarrillo

Del número de febrero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Había tenido varias curaciones físicas por medio de la Ciencia Cristiana, pero no había podido abandonar el hábito de fumar. Cada vez que pensaba que tenía que dejarlo, era peor y ¡más ganas de fumar me venían! Yo fumaba casi dos cajetillas de cigarrillos por día. Me sentía tan esclavizada y oprimida por este hábito, que si a la noche se me terminaban, salía a comprarlos.

Un día, decidí orar específicamente para superar este hábito. Me dediqué a buscar en la Biblia pasajes que hablaran sobre la “libertad”. Uno de ellos dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). Y también encontré este pasaje: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).

Soy espiritual y perfecta, y sólo puedo ser atraída por el bien.

Además leía lo que Mary Baker Eddy escribió sobre el tema de la libertad en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Por ejemplo, en la página 404, ella indica lo que se debe hacer para liberarse de las adicciones: “…enfrenta tú y destruye estos errores con la verdad del ser”, y convéncete “de que no existe placer verdadero en los falsos apetitos”. Me di cuenta de que por ser hija de Dios soy espiritual y perfecta, y sólo puedo ser atraída por el bien.

Un día, fui a visitar a una amiga, y cuando regresé a mi casa, descubrí que había olvidado el paquete de cigarrillos. Compré otro atado, fumé algunos y al día siguiente no tuve más ganas de fumar. Sentí una alegría inmensa cuando me di cuenta de que había quedado libre de esa adicción y de la inquietud que me provocaba cuando no podía fumar.

Pero lo que es aún más notable, es que cuando volví a ver a mi amiga, ella me contó que su esposo había fumado el atado que yo había dejado olvidado en su casa, y que después ¡no volvió a tener ganas de fumar! Le conté que yo había estado orando para dejar de fumar, y sabía que en algún momento recibiría esta bendición. Le expliqué que como su esposo había estado intentando dejar de fumar, había sido receptivo a esa oración, pues nuestras oraciones también bendicen a quienes nos rodean.

Además del hábito de fumar, también sané de un estado de ansiedad que había experimentado desde chiquita y que no me permitía disfrutar de la vida y de los buenos momentos.

A partir de ahí, mi vida cambió. Ahora disfruto donde sea que me encuentre. Estoy muy agradecida por estas curaciones.

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