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“No hay dolor en la Verdad”

Del número de febrero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original in portugués


Un día, hace un año y medio, me desperté con un fuerte dolor de muela. El dolor era tan fuerte que no podía comer ni siquiera pensar con claridad.

Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle que me ayudara con la oración. Le expliqué cuál era, según yo, la raíz del problema. Hacía poco había ido al dentista, quien me había sacado radiografías y llegado a la conclusión de que tenía impactada una muela del juicio, y me había dicho que si no me la extraía, en algún momento podía producir inflamación y dolor fuerte.

La practicista me recordó este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “No hay dolor en la Verdad, y no hay verdad en el dolor; …” (pág 113). Comprender que la sensación de dolor es engañosa tranquilizó el temor que sentía.

Durante nuestra conversación, la practicista usó la analogía del sol y sus rayos. Me explicó que así como los rayos comparten la misma naturaleza de calor y luz del sol, todos los hijos de Dios comparten la naturaleza de Dios, porque somos todos creados por Él. Puesto que Dios es Espíritu, nuestra naturaleza real no es material, sino espiritual. La practicista también mencionó este pasaje del Génesis en la Biblia: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (1:31).

Entonces me explicó que la creación de Dios no contiene error alguno. Por lo tanto, el único y verdadero diagnóstico de todos los hijos de Dios incluye la continua presencia de la salud y el bien. Continuó diciendo que el diagnóstico del dentista era material y no revelaba la verdad acerca de mi ser, el cual es espiritual y perfecto, a semejanza de Dios. Me preguntó: “Si jamás naciste en la materia y nunca dejas de ser espiritual, ¿en qué momento podrían haber aparecido las condiciones que darían como resultado un diagnóstico material?”

Yo me sonreí, pues me di cuenta de que esta situación era simplemente una oportunidad para establecer en mi pensamiento la verdad divina acerca de todos los hijos de Dios, incluso yo, y negar el sentido falso y material de dolor.

Cuando colgué el teléfono, yo ya podía razonar espiritualmente y con mayor claridad. Centré mi oración principalmente en las ideas de este pasaje de Ciencia y Salud, que la practicista también había compartido conmigo: “La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa los humores, disuelve los tumores, relaja los músculos rígidos y restaura la salud a los huesos cariados” (pág. 162). Me di cuenta de que mediante la oración nuestro pensamiento se eleva y cambia de una base material a una espiritual, haciendo que comprendamos que nuestro ser es espiritual, armonioso y jamás incluye dolor alguno.

Atesoré estos pensamientos durante el día y en algún momento el dolor desapareció. Durante la cena pude comer normalmente y sin dolor. No volví para que me extrajeran la muela, y nunca me ha vuelto a doler.

Esta experiencia me probó que en la realidad divina no hay nada que pueda causarnos sufrimiento.

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