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Dios con nosotros en todas las culturas

Del número de febrero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en inglés

Publicado originalmente en El Heraldo de la Ciencia Cristiana en línea que se publica en ruso.


Crecí en Georgia, un país pequeño en el Cáucaso Sur. En Georgia, la mayoría de las personas son cristianos ortodoxos, y yo me crié en esa religión. Siempre había creído en Dios y en mi religión. En octubre de 1999, conocí a un estadounidense que se convirtió en amigo de nuestra familia. Él no hablaba georgiano y nosotros no sabíamos inglés, pero todos podíamos hablar un poco de ruso, entonces nos comunicábamos en ese idioma.

Este amigo era una persona muy amable y feliz. Un día me dio un pequeño folleto sobre la Ciencia Cristiana. A pesar de que no hablaba inglés en ese momento, pude leer el folleto porque estaba en ruso y en inglés. Leía el folleto todos los días. Me di cuenta de que las ideas que contenía hacían mi vida mejor. Por ejemplo, en 2003, fui ascendida de ser una maestra de medio tiempo a tiempo completo, y en 2007, fui nombrada la mejor maestra en la escuela primaria donde enseñaba. Recibí un aumento de sueldo y el dinero extra me ayudó a mí, así como a mi familia (vivía en nuestra casa paterna). También tuve la oportunidad de ayudar a algunos de mis amigos y vecinos prestándoles pequeñas cantidades de dinero.

Durante las vacaciones de verano en 2007, trabajé limpiando habitaciones en un hotel. El trabajo era muy duro, y trabajábamos muchas horas todos los días de la semana. Mi espalda comenzó a dolerme mucho, así que fui a un médico. La doctora me dio algunos medicamentos y me dijo que no comiera ciertos alimentos. Esto no me ayudó, por lo que tiré los medicamentos y empecé a orar por mí misma como hacen los Científicos Cristianos. En cinco días, mi espalda ya no me dolía.

El estudio de la Ciencia Cristiana me ayudó a afrontar los retos que se presentaban cada día.

Mi amigo estadounidense se había ido de Georgia a Irak en 2005. Durante los 42 meses que él estuvo allí, oré todos los días por su seguridad. Cuando regresó en febrero de 2009, nos casamos, y unos meses más tarde, nos mudamos a los Estados Unidos. Pero poco después de que llegamos, a mi marido le ofrecieron un trabajo en Afganistán. Decidimos juntos que él debía aceptar el trabajo. Antes de irse, me dio el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy y una Biblia, y me recomendó que los usara para leer la Lección Bíblica Semanal como está indicada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.

Era difícil vivir sola en un país nuevo. No conocía la cultura en absoluto, y apenas podía hablar inglés. Después que mi marido se fue, yo vivía sola en nuestra casa, pero sabía que no estaba sola, porque la Ciencia Cristiana me había enseñado que soy hija de Dios, y que Él está siempre con nosotros. Al día siguiente de que mi marido se fue, leí Ciencia y Salud todo el día, y las ideas que leí me ayudaron a sentirme cerca de Dios y me protegieron de sentirme sola y con miedo. En Georgia, vivía con mi numerosa familia y tenía muchos amigos. Ahora vivía sola por primera vez en mi vida. El estudio de la Ciencia Cristiana me ayudó a afrontar los retos que se presentaban cada día.

Me inscribí en un colegio comunitario para estudiar inglés. Siempre antes de abrir la puerta del aula, oraba por mí y también por todos los demás estudiantes. Oraba con el Padre Nuestro, sobre todo con el sentido espiritual que Mary Baker Eddy da del último versículo, “Dios es infinito, todo poder, todo Vida, Verdad, Amor, está sobre todo, y es Todo” (Ciencia y Salud, pág. 17). Eso me ayudó mucho. Durante ese tiempo, un practicista de la Ciencia Cristiana, amigo de mi marido, oraba por mí cuando tenía exámenes. Aprobé todas mis clases.

Aunque mi marido vivía y trabajaba en lugares peligrosos en Irak y Afganistán, nunca resultó herido. Sentí que mis oraciones lo ayudaron. Él regresó de Afganistán hace casi dos años. Yo terminé mis clases en el colegio, y ahora soy ciudadana de los Estados Unidos. Como resultado de lo que estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana, hace ocho meses dejé de usar medicamentos para los dolores menstruales, y ahora estoy libre de ese problema. Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana, y estoy agradecida a Dios. La Ciencia Cristiana me enseñó cómo escuchar a Dios, y aún me sigue mostrando el camino que debo seguir en la vida. ¡Dios siempre está con nosotros!

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