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Dar en el blanco

Del número de noviembre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Julio de 2015.


Ya sea algún suceso importante en nuestra vida, responsabilidades relacionadas con el trabajo, proyectos académicos, las exigencias de un caso que necesita sanar con el tratamiento en la Ciencia Cristiana, o simplemente las demandas propias del diario vivir, a veces nos sentimos abrumados. Puede que nos preguntemos: “¿Por dónde empiezo?”

Cuando me siento así, a menudo pienso en este pasaje escrito por Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La Ciencia Cristiana no es una excepción a la regla general de que no hay excelencia si no se trabaja en línea recta. Uno no puede dispersar el fuego, y al mismo tiempo dar en el blanco” (pág. 457). Esto me dice que tengo que estar apuntando al blanco, meta que la Sra. Eddy explica en la siguiente frase de ese pasaje: “Seguir otras vocaciones y avanzar rápidamente en la demostración de esta Ciencia no es posible”.

De esto discierno que la única vocación a la que siempre debo dedicarme —cualquiera sea el propósito en el que esté comprometida— es la demostración de la Ciencia Cristiana. Esto no se debe a que soy practicista de la Ciencia Cristiana; es simplemente porque soy Científica Cristiana. Una vocación es un llamado, y todo estudiante de la Ciencia Cristiana es llamado a practicar las enseñanzas de esta Ciencia en su vida diaria. El punto de partida de esta práctica es la obediencia a la sola y única Mente, Dios. Esa obediencia es el blanco al que debemos apuntar  —y acertar—  en todo lo que hacemos.

Cuando tenemos muchas demandas, dar mentalmente un paso atrás para apartarnos del frenesí en que la mente mortal nos haría caer, y hacer una pausa para permitir que Dios tome la delantera en nuestro pensamiento, abre el camino para tener una mente clara y la habilidad de permitir que la guía de Dios nos lleve hacia adelante. Esto fue lo que experimenté en una mudanza que hice hace poco. Rechacé con firmeza la tentación inicial de sentirme abrumada, y en cambio tomé un momento para permitir que mi pensamiento estuviera en calma y fuera receptivo al amor y al cuidado de Dios. Sentí la tranquila e inmediata convicción de que podía confiar en que se manifestaría el plan armonioso de Dios, mostrándome cada paso que debía dar y cuándo hacerlo. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Mi departamento se vendió en cinco días, encontré un apartamento sumamente apropiado, y cada detalle de la transición avanzó con toda calma, a tiempo y de manera ordenada hasta el último detalle. Fue realmente un tiempo sagrado de obediencia a Dios.

He aquí lo que puede ayudarnos a todos a medida que nos esforzamos por obedecer a Dios en nuestros empeños. No es de ninguna manera complicado. Tenemos el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), y la comprensión de que Dios, la Mente divina, que es Amor, es la única causa y creador. Él es nuestro creador, de manera que reflejamos Su bondad, inteligencia y armonía. Obedecer a Dios es poner nuestro pensamiento de acuerdo con Él, ceder a que Él gobierne nuestros pensamientos y asuntos, incluso ceder a que gobierne nuestros cuerpos, los cuales son una manifestación de nuestros pensamientos. Pero a fin de poder hacer esto, también necesitamos obedecer el Segundo Mandamiento: “No te harás imagen… ni las honrarás”  (versículos 4 y 5).

Cuando nos detenemos a pensar en esto, en realidad no es posible tener un solo y único Dios si permitimos que imágenes profanas y faltas de espiritualidad se afiancen o queden grabadas en nuestro pensamiento como si fueran realidades, y nos inclinamos ante ellas con temor o preocupación. En cambio, ser fieles al único Dios, la Verdad divina, con la convicción de que la verdad espiritual es la única realidad, libera nuestro pensamiento del temor y la preocupación. Abre el camino para que se manifieste armonía en la mente, el cuerpo y en nuestras actividades. Nos capacita para funcionar de forma productiva y armoniosa.

La Sra. Eddy le dijo en una ocasión a una de sus estudiantes que era trabajadora metafísica en su hogar: “Corregir un error significa corregir todo el problema.

“Apunta hacia el blanco, y mantente allí hasta que obtengas el resultado; apuntar a muchos blancos lleva a la práctica mental errada.

“Ten fe en Dios, sabiendo que el trabajo ya está hecho. Tienes que saber que un negativo no es ninguna cosa. Tienes que saber proporcionalmente la totalidad del Bien” (We Knew Mary Baker Eddy, Expanded Edition, Volume II, p. 193).

Cuando se leen reminiscencias como esta, es útil recordar que nosotros no podemos saber exactamente por qué la Sra. Eddy dijo lo que dijo, o lo que quiso decir en una instancia en particular, porque no conocemos el contexto dentro del cual ella se estaba comunicando con la otra persona. Pero lo que he llegado a discernir de los comentarios que acabo de citar, es que necesitamos un enfoque metafísico claro, a partir del cual orar, uno que no excluya otras ideas e intuiciones que tal vez nos vengan al pensamiento en el tratamiento, sino que nos mantenga afianzados en la realidad espiritual y centrados en la necesidad principal.

Así que comencemos de una buena vez. En lugar de ver las muchas demandas que se nos hacen, y de sentirnos abrumados, no “dispersemos el fuego”. No nos inclinemos ante una colección de tareas que tenemos por delante y no caigamos en un estado de confusión sobre cómo vamos a hacerlo todo, cómo debemos proceder, si seremos capaces de hacerlo, o si lo haremos con éxito. Adoptemos hoy como meta practicar la Ciencia Cristiana —obedecer al único Dios— en cualquier cosa que tengamos por delante. Hagamos una pausa, demos un paso atrás mentalmente, y permitamos que Dios tome la delantera. Mantengamos la mira en este blanco, trabajemos en esta línea recta, y demos en este blanco. Con Dios, no podemos fallar.

Barbara Vining

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