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La provisión inagotable del Amor divino

Del número de noviembre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Tal vez nos sintamos abrumados por una sensación de desesperación, tristeza y vulnerabilidad cada vez que reflexionamos más profundamente o nos mantenemos al tanto de las noticias de hoy.

Estoy en la universidad, y como estudio los conflictos económicos y sociales de América Latina, empecé a sentirme algo desesperada. En esta zona hay muchos ejemplos de cuán cruel puede parecer el mundo donde vivimos. Por ejemplo: corrupción en Brasil, crisis financiera en Argentina, conflictos armados en Venezuela, conflictos sociales en México y tremenda pobreza en Bolivia, por mencionar unos pocos.

Siempre me sentí frustrada al darme cuenta de lo pequeña que soy humanamente ante tantos problemas. Me ponía muy triste cada vez que pensaba en que la percepción humana de la economía presupone que los recursos son limitados y, por lo tanto, gran parte de la sociedad no tiene los recursos básicos, mientras que un pequeño grupo favorecido los tiene en exceso.

La mayor parte del tiempo no podemos ver la solución a estas cuestiones porque nuestra perspectiva humana es por lo general muy limitada, y no nos permite tener un punto de vista más elevado. Pero mediante la oración podemos alcanzar una perspectiva más espiritual y ver más claramente la verdadera economía divina.

Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “En la relación científica entre Dios y el hombre, encontramos que todo lo que bendice a uno bendice a todos, como lo mostró Jesús con los panes y los peces, por ser el Espíritu, no la materia, la fuente de provisión” (pág. 206). Reflexionar sobre la “economía divina” es muy liberador, porque su premisa es que la provisión inagotable del Amor divino está siempre disponible y se expresa activamente en nosotros a través de cualidades e ideas infinitas y divinas. En la economía del Amor, todos reflejamos alegría, amor, sabiduría, pureza, honradez, provisión, salud, y todas las cualidades divinas. Todos, por ser hijos de Dios, reflejamos estas cualidades en la misma medida —infinitamente— porque todos somos, sin excepción, uno con el Padre, creados a Su imagen y semejanza.

De modo que, en la realidad divina “lo que bendice a uno bendice a todos”, y no puede ser que algunos de los hijos de Dios no tengan suficiente provisión, mientras que otros derrochen los recursos y el dinero. Estas verdades espirituales nos presentan oportunidades para demostrar cuán útiles podemos ser al bendecir a la humanidad.

Cada vez que contemplo en oración al mundo desde una perspectiva más elevada y no soy atrapada por las imágenes de la gente sometida por los perturbadores escenarios políticos y financieros, me doy cuenta de que todos tenemos el derecho de tener felicidad y armonía ilimitadas. Creo que esta oración es la forma más eficaz de ayudar a la humanidad, porque nos permite sacar a luz la realidad de que el existir lo incluye todo.

No importa si estamos en Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay, los Estados Unidos, o cualquier otra parte del mundo. Lo que realmente importa es que todos vivimos en la infinitud del Amor divino. No hay nada más allá de la totalidad de Dios, el bien. Dios está a cada momento proporcionándonos Su infinita sabiduría y revelándonos constantemente la irrealidad de la desesperación y la realidad de la abundancia del bien.

Me siento contenta al saber que, aparte de esforzarme por ayudar a la humanidad, tengo también la herramienta más eficiente para ayudar a la humanidad: la oración que cultiva la consciencia de la provisión divina que fluye ininterrumpidamente desde nuestro Padre hacia toda Su creación.

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