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Escuchar a Dios

Del número de noviembre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando oras, ¿te detienes un momento a escuchar? Para poder escuchar, es necesario callar. Es necesario silenciar el constante parloteo de los sentidos materiales, con todas sus limitaciones, enfermedades y comentarios vanos.

Para escuchar a Dios entramos en nuestro aposento, como Cristo Jesús nos enseñó: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).

Al volvernos de todo corazón a nuestro Padre-Madre Dios en busca de guía, de consuelo, de paz, Él siempre nos responde. Pero es necesario ser humildes, pacientes, receptivos, y a veces persistentes, y ceder a la armonía de la Mente divina, dejando de lado las suposiciones humanas. Entonces estamos preparados para recibir inspiración, para escuchar a la Mente infinita, revelándonos la verdad espiritual que necesitamos conocer para sanar y recuperar nuestra tranquilidad.

En la Biblia encontramos muchos ejemplos que ilustran esta necesidad de escuchar. Uno de ellos es la historia de Abraham, quien por mandato de Dios salió de su país sin saber a dónde iba (véase Génesis 12). Pero tenía una certeza tan grande de la presencia divina, que no dudó, buscó la guía de Dios y fue bendecido.

Las curaciones de un quebradura de clavícula  y fuertes mareos, así como la exitosa búsqueda de empleo y de provisión, que publicamos en este número de El Heraldo, nos demuestran que todos podemos volvernos a Dios en oración y escuchar Su dirección. La Mente divina nos ha dado dominio sobre todas las cosas, y estamos sujetos solo a Dios. Por tanto, lo que se cree que son condiciones o leyes materiales no pueden cambiar la armonía y el bien que Él ha preparado para cada uno de Sus hijos. La comprensión de esto destruye las dificultades que enfrentamos.

Como Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe: “La ‘voz callada y suave’ del pensamiento científico se extiende sobre continentes y océanos hasta los confines más remotos del globo. La voz inaudible de la Verdad es, para la mente humana, como cuando ‘ruge un león’. Se oye en el desierto y en los lugares tenebrosos del temor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 559).

Patricia del Castillo

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