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Un lugar santo, aquí y ahora

Del número de noviembre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Cuando Dios se presentó a Moisés en el Monte Horeb, en medio de una zarza que ardía en fuego, le dijo: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5). ¿Por qué era “tierra santa”? Porque Dios estaba allí. Dios es santo y está presente en todas partes, por lo tanto, nunca podemos estar en un lugar que no sea santo, en un “mal lugar”.

En 2006, tuve la oportunidad de compartir las enseñanzas de la Ciencia Cristiana con los internos de la prisión central en Douala, Camerún. Cuando entré tuve que enfrentar un cuadro de pobreza, sufrimiento, degradación humana, crueldad e incluso muerte. Como practicista de la Ciencia Cristiana, oré para comprender mejor la realidad de la omnipresencia de Dios, el Amor divino, de Su poder protector, y sobre todo, de Su amor hacia Sus hijos, quienes están siempre ante Su presencia. Usé pasajes de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, para poder espiritualizar mi pensamiento.

Para algunos internos, esta prisión era un infierno, pues, en aquella época, una o dos personas morían a diario, debido a las inadecuadas condiciones de vida (falta de comida, de vestido, de protección contra el frío, la lluvia, el sol).

Gran número de personas, dentro del grupo de detenidos que estaban estudiando la Ciencia Cristiana, empezaron a hacer preguntas pertinentes respecto a la situación. Me puse a disposición de ellos para responder a las consultas de cualquiera que estuviera interesado, y ofrecí tratamiento mediante la oración. Aparte se celebraban servicios religiosos y también había obtenido permiso para que las mujeres internas vinieran y asistieran a los servicios.

Muchos de ellos decidieron abandonar su vida de delincuencia.

Las curaciones que ocurrieron mediante la oración fueron realmente lo que provocó que muchos de los internos se interesaran en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana y confiaran en ellas. Entre estas curaciones estuvo la curación de la quemadura de una mano, un pie infectado, un ojo pinchado, enfermedades de la piel, casos de fiebre, ictericia, dolores de cabeza, dolores de muelas, pero más que nada observé cambios en el comportamiento. Muchos de ellos decidieron abandonar su vida de delincuencia.

Entre aquellos que habían sido acusados erróneamente, algunos comprendieron que necesitaban perdonar a quienes los habían enviado a prisión, y seguir adelante con la práctica de la Ciencia Cristiana. Varios de los detenidos pudieron volver a conectarse con sus familiares y amigos al comprender que Dios es la única Mente que gobierna a cada uno de Sus hijos; otros lograron liberarse de la intimidación y la tiranía que otros internos ejercían sobre ellos. Todo esto es una confirmación de esta declaración de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana: “El mejor sermón jamás predicado es la Verdad practicada y demostrada mediante la destrucción del pecado, la enfermedad y la muerte” (Ciencia y Salud, pág. 201).

Le sugerí al grupo de asistentes regulares que oráramos juntos con el fin de demostrar que el bien y la armonía eran una realidad en la prisión. Nuestro Maestro, Cristo Jesús, dijo: “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Todos teníamos que confiar en esta promesa, y todos procurábamos poner en práctica estos mensajes de Ciencia y Salud: “La devoción del pensamiento a un logro honesto hace el logro posible” (pág. 199), y “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261).

Por lo tanto, en nuestro trabajo de oración, todos tratábamos de alcanzar una mejor perspectiva de dónde viven realmente los hijos de Dios, el reino de los cielos, el cual es definido en el Glosario de Ciencia y Salud de la siguiente manera: “El reino de la armonía en la Ciencia divina; el reino de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema” (pág. 590). En lugar de ver el infierno, debemos ver que Dios está siempre presente en todos lados, y no aceptar, ni por un momento, que pueda haber otro poder.

Debemos ver que Dios está siempre presente en todos lados, y no aceptar, ni por un momento, que pueda haber otro poder.

En menos de un año después de comenzar este trabajo, cuando llegué a la prisión una mañana, encontré que había una multitud de internos haciendo cola. Al averiguar qué ocurría, me dijeron que alguien que estaba encarcelado en esa prisión, había hecho arreglos para pagar tres comidas a diario por cada interno que no tenía familia o alguna otra ayuda. Esta persona también compró dos tiendas de campaña grandes para resguardar a los detenidos que tenían que dormir a la intemperie en el patio.

En menos de un mes, la prisión no parecía la misma. Ya no había más reclusos agotados por el hambre, el frío o la enfermedad; el número de muertes, así como el número de enfermos disminuyó.

Además, en esa época, el gobierno de nuestro país aprobó un decreto para revisar las condiciones de los arrestos. Entre aquellos que estaban siguiendo las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, algunos habían estado en la cárcel por más de un año sin comparecer ante la corte. Otros ya debían haber sido liberados, pero seguían encarcelados porque sus registros se habían traspapelado y no había nadie que pudiera ayudar a encontrarlos. Y había muchas otras situaciones injustas como estas. Se estableció una comisión del gobierno que llevó a la liberación de más de quinientos internos, entre los cuales había miembros del grupo que había estado estudiando la Ciencia Cristiana.

Para muchos miembros del grupo, la prisión ya no era un infierno. No se había transformado en un paraíso, pero la situación ya no era dramática. Había esperanza. Y varios de ellos comenzaron a ver su arresto como una gracia de Dios que les había permitido encontrar la Ciencia Cristiana.

Hoy, gran número de aquellos que seguían con diligencia las enseñanzas de la Ciencia Cristiana mientras estaban en la cárcel, son miembros de filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, donde participan activamente, y algunos incluso se hicieron miembros de La Iglesia Madre.

Me regocijo cada día por la oportunidad que nuestro Padre-Madre Dios me dio de servir en esta prisión durante cinco años, y porque sé que otros miembros se han hecho cargo y continúan trabajando con los internos. Los desafíos que enfrentaba cada día eran para mí una oportunidad para orar y fortalecer mi confianza en Dios, y en lo correctas que son las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Y gracias a los cambios que vi con mis propios ojos durante ese tiempo, puedo declarar, dondequiera que me encuentre y cualquiera sea la situación: “Este es un lugar santo, aquí y ahora”, y puedo ver que esto es una realidad, porque Dios está presente en todos lados.

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