Momentos después de quemarme la mano en la hornalla de nuestra cocina, me acordé de que había muchas curaciones de quemaduras que había escuchado en las reuniones de testimonios de nuestra Iglesia de Cristo, Científico, y leído en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Este sólido y extenso registro de curaciones me alentó mucho. Significaba que yo también podía recurrir a Dios y experimentar este cuidado práctico. Quería decir que yo no estaba experimentando con una teoría que no había sido probada, sino demostrando una verdad comprobada: el lugar permanente que tiene el hombre en el cuidado de Dios. Sentí como que estaba caminando por una senda claramente marcada por esos testigos del amor de Dios.
Como habían hecho ellos, oré con confianza y acepté la armoniosa e ininterrumpida presencia de Dios, en lugar de la agresiva sensación de dolor. Declaré con firmeza que Dios es la única causa, y produce solo lo que es bueno, y jamás ocasiona daño o un accidente. Vislumbré que las opiniones humanas y los sentidos físicos no dicen la verdad ni son legisladores. A medida que el control inamovible de Dios se volvió cada vez más obvio para mí, el dolor en la mano se disipó y desapareció en minutos. Las marcas de la quemadura desaparecieron pocos días después.
Relaté esta curación en la reunión de testimonios de nuestra iglesia, y varias semanas más tarde un miembro me contó que cuando él un tiempo después se quemó la mano, se acordó de mi experiencia y lo ayudó a liberarse muy rápidamente. Por supuesto, cuando estamos tratando de sanar alguna situación no tenemos necesariamente que escuchar o leer curaciones del mismo desafío, pero puede fortalecernos.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!