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Un desenvolvimiento armonioso

Del número de noviembre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


El relato bíblico que cuenta la historia de José es uno de mis favoritos. Enseña que no importa cuán mal parezcan las cosas, cuando uno mantiene su confianza en Dios, todo se resuelve para bien.

José enfrentó muchas injusticias. Primero, por envidia, sus hermanos lo arrojaron a un pozo y lo vendieron como esclavo. Luego fue llevado a Egipto donde lo compró un oficial de Faraón. Debido a una mentira de la esposa de su amo, lo encarcelaron injustamente. No obstante, José mantuvo su confianza en Dios, y progresó aun dentro de la cárcel, hasta que finalmente fue liberado por ser el único que pudo interpretar un sueño que había tenido Faraón. Llegó a convertirse en el segundo hombre más importante de Egipto. Su sabiduría bendijo a muchas personas, incluso a sus hermanos que lo habían traicionado (véase Génesis caps. 37 al 47).

José confiaba en Dios, y sabía que tenía preparado un plan para él, que nada ni nadie podía impedir que se cumpliera, si ponía su confianza en el Amor divino.

Hace unos años tuve una experiencia que me demostró la importancia de confiar completamente en Dios, y estar dispuesto a dejar a un lado mi propia voluntad.

En el año 1995, la empresa para la que había trabajado durante diez años cerró definitivamente sus puertas y me quedé sin trabajo. Si bien había cobrado una indemnización y mi esposa trabajaba, un mes antes había nacido nuestra segunda hija, así que necesitábamos mayores ingresos.

Yo me sentía bastante tranquilo porque gracias a la comprensión de Dios que estaba alcanzando, Su guía se había hecho evidente en mi experiencia antes, y me había guiado a conseguir mis dos trabajos anteriores. Pensé que sería una buena idea buscar esta vez un trabajo que pudiera realizar de forma independiente y no en relación de dependencia.

Pensé en un amplio espectro de trabajos que me parecía que yo podía hacer, incluso, la posibilidad de usar el dinero de la indemnización para iniciar un negocio por mi cuenta. Consulté con varias personas y me asesoré durante bastante tiempo, pero siempre aparecían complicaciones y ninguno de los proyectos se concretaba.

Sabía que Dios revela solo el bien perfecto para Sus hijos.

Estuve más de un año buscando diferentes alternativas y la situación económica se estaba haciendo más difícil. Durante todo ese tiempo yo había estado orando. Tenía plena certeza de que Dios no nos abandona y que el problema se iba a resolver. El libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, dice: “El Amor Divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). Yo ya había comprobado en mi vida que esta promesa es verdad.

Cuando la situación se tornó desesperante fue que me di cuenta de que estaba buscando que se hiciera mi voluntad, estaba tratando de hacer lo que a mí me parecía que debía hacerse, y eso no me permitía escuchar la guía de Dios. Entendí que debía cambiar mi forma de pensar, y expresar más humildad al aceptar con alegría cualquier oportunidad de empleo que surgiera mediante la guía del Amor divino. Sabía que Dios revela solo el bien perfecto para Sus hijos.

Continué orando y días después, me vino la idea de dejar de buscar trabajo. Obedecí este mensaje, confiando plenamente en Dios.

Al poco tiempo, me llamaron por teléfono de una firma inmobiliaria para ofrecerme un empleo. Se trataba de un trabajo en el que jamás hubiera pensado, y era en relación de dependencia, algo que yo no quería. No obstante, obedeciendo lo que yo estaba seguro de que era la voz de Dios, fui a la entrevista totalmente tranquilo, sintiendo que si esa era Su voluntad resultaría en algo bueno para mí.

Me explicaron que tenía que vender propiedades inmuebles. Cuando le expliqué a la persona que me iba a contratar que no tenía ninguna experiencia en eso, me respondió: “Acá lo único que se necesita es que quieras aprender a hacerlo”. Muy pronto comencé a trabajar con ellos.

A medida que iba aprendiendo el nuevo trabajo, continuaba progresando. Después de trabajar durante cinco años, la firma inmobiliaria me ofreció ser ¡socio! El anhelo de ser un profesional independiente se cumplió en ese mismo lugar, y ahora ya no trabajo en relación de dependencia.

En Isaías leemos: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que vuestros pensamientos” (55:9). Fue maravilloso ver el desenvolvimiento de esa idea espiritual en la práctica.

Estoy muy agradecido a Dios, por esta demostración que me enseñó que Sus caminos nos llevan al mejor lugar que uno puede estar.

Carlos Passaglia, Buenos Aires

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