Una vez, estuve con dolor de oído todo el día, y quería sanar. No se lo dije a nadie porque pensé que podía orar por mí misma, como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Cuando regresé de la escuela, fui a mi habitación, y abrí el Himnario de la Ciencia Cristiana. Entonces me puse a cantar, con todo mi corazón, el Himno 412, una y otra vez. Me gustaron mucho las últimas líneas:
Él a los mudos voz dichosa otorga,
al sordo oído, al ciego resplandor;
de salvación la nueva da, gloriosa¡
A ti, cautivo, viene el Salvador!
(Rosa M. Turner, © CSBD)
Cantar himnos es una oración poderosa, y nos ayuda a acercarnos más a Dios. Y yo sané.
La Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana es muy valiosa para mí. Me enseña a superar todo tipo de error al entender que el hombre es perfecto y refleja a Dios.
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