Orar para obtener curación puede ser una tarea alegre y llena de expectativa. No obstante, a veces puede parecer agobiante, incluso infundirnos temor, porque pensamos que tenemos que orar contra algo que nos amenaza. Y el miedo proviene de creer equivocadamente que la responsabilidad de destruir con éxito ese “algo” recae sobre nuestros hombros.
Sin embargo, este temor desaparece a medida que nos damos cuenta de que solo necesitamos apoyarnos en el amor de Dios, comprenderlo a Él mejor, y permitir que Su verdad y amor nos sane. Nunca se trata de hacer algo contra una enfermedad. Consiste, simplemente, en acercarnos más a Dios.
En nuestro deseo de liberarnos del sufrimiento, con frecuencia recurrimos a Dios de todo corazón, deseando comprender el cuidado supremo que el Amor divino nos brinda, y nuestra perfección en el Amor. Obtener esa comprensión entraña entrar en el aposento de la oración y cerrar la puerta, como Cristo Jesús les dijo a sus seguidores que hicieran. Una vez que la puerta está cerrada, “ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).
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