Después de pasar unas vacaciones maravillosas, mi caballo, mi perro y yo comenzamos nuestro regreso a casa. Hacia el término del viaje (que hasta ese momento había sido tranquilo y sin acontecimientos notables), un vehículo de pronto chocó contra el remolque de mi caballo, lo que causó que el remolque primero cambiara de dirección, y luego patinara. Tanto el auto como el remolque se deslizaron fuera del carril, dieron una vuelta, y finalmente se detuvieron en dirección opuesta, junto al carril central de la autopista de tres carriles. Vi frente a mí tres hileras de vehículos que se habían detenido, sin que se produjera ninguna colisión. Mi perro y yo no estábamos heridos. No obstante, el caballo se había escapado del remolque (el cual estaba con las ruedas para arriba), y ahora estaba galopando por la autopista, en dirección del tránsito. A pesar de las circunstancias me mantuve tranquila. Sí, puedo decir con toda honestidad que me sentía a salvo y abrazada por el Amor divino, porque sabía que Dios estaba a cargo (tiene todo el poder). Yo sabía que estas reconfortantes palabras eran verdad: “Recuerda, no puedes ser llevado a ninguna circunstancia, por más grave que sea, en la que el Amor no haya estado antes que tú y en la que su tierna lección no te esté esperando” (Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, págs. 149-150).
¡Lo que ocurrió a continuación casi no puede describirse con palabras! Yo estaba presenciando y era testigo de cómo se iban dando todos los pasos indispensables, de la forma más apropiada. ¡Y sin que yo hiciera nada! No tuve necesidad de pedirle nada a nadie. Uno podría decir literalmente que “me estaban cuidando”. La persona con las habilidades o conocimientos correctos se presentó en el momento justo: asegurando el lugar del accidente, notificando a la policía, manejando todas las formalidades (papeleo). Alguien logró acorralar al caballo (el cual no tenía puesto el arnés), y estaba ileso. Otra persona se ofreció a transportar el caballo y cuidarlo durante la noche. Todo sucedió con mucha tranquilidad, sin esfuerzo y cubrió todas las necesidades (no faltó nada). En lugar de caos, prevaleció un ambiente de activa benevolencia, algo que notaron muchas de las personas que fueron testigos del accidente. Esta experiencia me conmovió mucho, pues pude ser testigo de esta prueba de la omnipotencia y omni-acción de Dios.
¿Fue acaso simple coincidencia que todos los pasos se hayan dado con tanta armonía? ¿Es que fue tan solo “buena suerte”? Yo estoy convencida de que no hubo coincidencia alguna, en el sentido de que en esta experiencia todas las ideas correctas fueron aplicadas en el momento justo. Si algo hubiera faltado, las cosas no habrían salido tan bien. Lo que ocurrió no fue planeado, y las reacciones no fueron elaboradas por un plan hecho por el hombre.
Estoy equipada para manejar todo lo que se presente durante este día, porque el Amor me proporciona todo lo que necesito.
Pero ¿cómo fue que yo estuve preparada para esta situación? En el Padre Nuestro oramos diciendo: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11). Las palabras “cada día” me inspiran a centrar mi pensamiento en las tareas que debo realizar en el presente, en vez de preocuparme por el día de mañana. Por lo tanto, al comienzo de cada día declaro con firmeza que por ser la expresión individual, única y perfecta de Dios, tendré oportunidades para expresar a Dios. En lugar de empezar con una larga lista de cosas por hacer, comienzo el día preparando mi pensamiento, considerando las siguientes preguntas, para ese día:
¿Qué espero con interés este día?
Puesto que hoy voy a tener la oportunidad de expresar a Dios, voy a ampliar mi comprensión de mi Padre-Madre Dios. El amor de Dios me está abrazando, y dado que esto es verdad, ni la indiferencia ni la fatiga ni la apatía pueden invadir la alegría que Dios me ha dado.
¿Quién soy?
Soy la expresión perfecta del Amor, única e individual. Soy la idea de Dios, y puesto que reflejo (expreso) a Dios, solo puedo estar consciente del bien. No soy un ser material, no estoy hecha de piel y huesos, jamás nací y jamás moriré, tengo ilimitadas capacidades (véase Ciencia y Salud, pág. 475). Estoy equipada para manejar todo lo que se presente durante este día, porque el Amor me proporciona todo lo que necesito.
¿Por qué existo?
Estoy aquí para ser un testigo de Dios, el bien. Estoy aquí para expresar las cualidades y talentos que Dios me ha dado, y desarrollarlos, superando las limitaciones mediante mi creciente comprensión de mi verdadera naturaleza como una idea, la expresión, de Dios, el Amor. Para mí el día no transcurre como si fuera una rutina, sino que estoy alerta y esperando encontrar oportunidades para expresar creatividad. El día de hoy necesita precisamente la forma de individualidad que reflejo por ser una idea única; sin ella la creación de Dios no sería completa.
¿Cómo veo a los demás, tanto a las personas que tengo cerca, como a todo el mundo?
Al igual que yo, todos los demás son una idea de Dios, que expresa Amor y perfección. Tú y yo somos provistos de lo que necesitamos en cualquier situación dada. La verdadera comunicación no es de una persona a otra, sino de Dios a todas Sus ideas (véase Ciencia y Salud, pág. 284). Al comprender esto, yo no puedo expresar o hacer nada que pueda ser ofensivo para otra persona, como tampoco puedo realmente ser lastimada por las “flechas” de otro (véase Escritos Misceláneos 1883-1896, págs. 223-224). Las ideas de Dios están a salvo y protegidas por Él, y constantemente rodeadas por Su amor.
¡Saber esto, me llena de gratitud y alegría!
Me aferro a estas ideas durante el transcurso del día. En lugar de tratar de determinar lo que va a ocurrir, de hacerme cargo de las cosas, de sopesar interminablemente los pros y contras de una decisión, me esfuerzo por mantenerme primero muy quieta mentalmente, para acallar todo el “cotorreo”, y para estar consciente de que Dios es omnipotencia y omni-acción. Yo no soy personalmente responsable de hacer que ocurra algo. De Dios, el bien, la única Mente divina, (un sinónimo de Dios) fluyen todas las ideas correctas, y mi trabajo consiste simplemente en emplearlas y ponerlas en práctica bajo la guía del Principio (otro sinónimo de Dios). He aprendido que si nos apoyamos de todo corazón en Dios durante nuestro día, buenas ideas y soluciones se manifestarán en el momento justo, de la manera correcta. Al orar: “Hágase Tu voluntad” (Mateo 6:10), cedemos a Dios. Entonces las ideas se manifiestan sin esfuerzo alguno.
