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El toque sanador del Amor

Del número de agosto de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 2 de marzo de 2015.


La curación es el medio más maravilloso con que adorar a Dios, porque no existe otra cosa que pruebe la presencia y el amor de Dios de la misma manera. La curación mediante la Ciencia Cristiana ofrece una evidencia concreta de la verdad de lo que esta Ciencia nos enseña acerca de Dios y nuestra relación con Él.

Mary Baker Eddy, a través de sus escritos, basados en la Biblia, nos ha dado instrucciones muy precisas y claras de cómo sanar espiritualmente, utilizando las leyes de Dios. Estas instrucciones están al alcance de todos, para estudiarlas y ponerlas en práctica a diario, a fin de poder encontrar curación para nosotros y otros.

Al recordar las curaciones que han habido a lo largo de los años, tanto de mí misma como de aquellos en mi práctica pública de la Ciencia Cristiana, me he dado cuenta de que hay un ingrediente clave en este trabajo sanador que a nivel humano no puede medirse o definirse fácilmente. Se trata del amor. Y este amor siempre ha sido mucho más que bondad o afecto humanos; ha venido y ha expresado el Amor que es Dios. Cuando se ha producido la curación, ha sido porque yo he hecho lugar en mi corazón para el toque sanador de la presencia y el poder de Dios, el Cristo; he cedido a Dios, el Amor; he reconocido el Amor, sentido su ternura y fortaleza, y expresado más de él yo misma.

Muchas personas aceptan la idea de que Dios concede amor a la humanidad y a la creación, sin embargo, la Biblia indica claramente que Dios es el Amor mismo, puro, santo y precioso. Y la Ciencia Cristiana trae a la humanidad la medida completa de la comprensión de Dios como Amor, haciendo que tomemos consciencia de que este Amor es el Principio universal que gobierna, incluye y beneficia a todos.

Esto nos ayuda maravillosamente a percibir que nosotros no tenemos que obtener o fabricar amor. Ya forma parte esencial de nuestro propio ser porque somos los hijos e hijas de Dios. Cada uno de nosotros tiene una provisión infinita y siempre disponible de amor, porque tenemos una relación natural con el Amor divino. Nada puede separarnos jamás de este Amor, y nada puede impedirnos sentir su presencia y cuidado por nosotros. Y a medida que comprendemos que esto es una ley divina, vemos que es una fuerza que podemos probar en nuestra vida. Nos damos cuenta de que podemos tomar cada vez más consciencia de la influencia que tiene el Amor divino en todo aspecto de nuestra experiencia.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la Sra. Eddy escribe: “El que toca el borde del manto de Cristo y domina sus creencias mortales, la animalidad y el odio, se regocija en la prueba de la curación, en un sentido dulce y seguro de que Dios es Amor” (pág. 569). Si “la prueba de la curación” es “un sentido dulce y seguro de que Dios es Amor”, entonces naturalmente, a medida que sentimos el Amor que es Dios, la curación de cualquier cosa que haya parecido ser un desafío para nosotros, será el resultado inevitable.

Cada uno de nosotros tiene una provisión infinita y siempre disponible de amor.

La Sra. Eddy explica que para sentir este Amor profundo, tenemos que tocar el manto de Cristo y dominar nuestras creencias mortales. Esto requiere mansedumbre, receptividad, disposición y obediencia. En nuestro reconocimiento del Cristo, la Verdad, y nuestra aceptación de su influencia divina en el pensamiento humano, reconocemos lo que Dios ya ha hecho por el hombre en perfecto orden y armonía. Vemos que el único poder que verdaderamente gobierna nuestras vidas es el de nuestro Dios, bueno y amoroso, y nosotros cedemos a Su omnipotencia. Esto es lo que nos permite vencer todas las creencias mortales que pretenderían ocultar el Amor para que no lo viéramos en nuestra vida diaria.

A veces la gente dice que no siente el amor de Dios, y se pregunta cómo puede conectarse con lo divino. Pero el hecho es que, el Amor está siempre presente, y jamás estamos separados del Amor. Esto quiere decir que el Amor divino está al alcance de todas las personas, y la presencia del Amor se siente a medida que vivimos conforme a las leyes del Amor como se encuentran en las enseñanzas de la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy.

Es bastante difícil sentir el Amor divino si no practicamos sus preceptos. La curación espiritual requiere el trabajo sincero de subyugar la voluntad humana, poniendo nuestro pensamiento de acuerdo con el Cristo, y renunciando a todo aquello que no es honesto, puro, recto e inteligente. Significa esforzarse por emular el ejemplo del maestro cristiano, Cristo Jesús, en todo lo que pensamos, decimos y hacemos, probando nuestro amor por Dios y por nuestros semejantes.

Puede que parezca que hay mucho trabajo por hacer, y así es, pero es el trabajo más satisfactorio y gratificante que uno pueda imaginar. Y cambia la vida de una manera que jamás podríamos haber soñado posible. Al hacer este trabajo esencial, comenzamos a notar a Dios en nuestra vida, de formas que son maravillosamente enriquecedoras, gratificantes e inspiradoras. ¡Nos sentimos llenos de amor!

Recuerdo una ocasión, cuando empecé a dedicarme mucho más seriamente a la práctica de la Ciencia Cristiana, y percibí estas verdades con suma claridad. Estaba ocupada realizando varias actividades importantes, cuando enfermé seriamente. Esta dolencia me impedía hacer mi trabajo, y me sentía cada vez más frustrada. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí, a la espera de una curación rápida.

El problema era que lo único que yo quería era una solución rápida para poder continuar con mi vida. No tenía en cuenta aquello que es, en realidad, lo que produce la curación en la Ciencia Cristiana. Si bien es importante encontrar alivio de una enfermedad u otras dificultades, y la Ciencia Cristiana es excepcionalmente buena en eso, había olvidado recurrir a Dios con toda humildad y receptividad, y hacer lugar en mi corazón para el Cristo.

Estaba tratando de cambiar una mala situación material en una buena, en lugar de percibir la naturaleza espiritual de mi ser, y el hecho de que Dios me gobierna, y me bendice con salud, armonía, alegría, libertad y bondad. Me había olvidado por completo del amor: mi amor por Dios, mi amor por aquellos con quienes yo estaba interactuando, mi amor por la Ciencia Cristiana, y mi amor por practicar la Ciencia Cristiana con todo mi corazón. También me estaba olvidando de cuánto nos ama Dios a cada uno de nosotros, incluída yo; nadie queda jamás fuera, todos estamos incluidos.

Aquel día, hablé varias veces con la practicista, contándole que no estaba mejor, sino peor. Ella fue muy amable y paciente conmigo, y me habló de varias hermosas verdades espirituales, pero yo estaba demasiado ocupada sintiendo lástima de mí misma, como para realmente aplicarlas como debería haberlo hecho.

A la mañana siguiente, cuando llamé a la misma practicista para decirle que nuevamente estaba peor y que me sentía todavía más frustrada por todo lo que tenía que hacer, su respuesta, divinamente inspirada y afectuosa, me tomó de sorpresa. Me dijo que yo tenía que despertar y empezar a reconocer todo el bien que había en mi vida. Luego me alentó a cantar himnos todo el día. Esto me sorprendió mucho, debido a que la principal dificultad que yo tenía era una condición muy dolorosa en la garganta, que me impedía hablar. ¡Cantar parecía imposible!

Yo estaba convencida de que estaba sana porque sentía el amor de Dios.

Colgué el teléfono sintiendo aún más lástima de mí misma. Pero entonces, el Cristo se abrió paso; en un destello de humilde comprensión, pude ver que esta amorosa y solícita practicista estaba intentando hacer que yo tomara consciencia  de lo que ella sabía que era verdad acerca de mí por ser hija de Dios. Con lágrimas de arrepentimiento, me di cuenta de que si ella me amaba lo suficiente como para ser honesta conmigo acerca de lo que se necesitaba para que se produjera la curación, lo estaba haciendo por una buena razón. De pronto vi que sus palabras demostraban su profundo cuidado y valor moral. Estaba intentando despertarme para que dejara de pensar solamente en mí misma, y obtuviera un concepto mucho más amplio y querido de Dios y Su amor por mí y por todos.

Tomé mi Himnario de la Ciencia Cristiana, lo abrí en el primer himno, y comencé a cantar. Sonaba bastante mal, pero no me detuve. Canté todos los himnos del Himnario ese día, con humildad y sinceridad. Sentí el poder de Dios al cantar esos himnos, sentí el amor de Dios. Para cuando llegó la noche, estaba totalmente convencida de que Dios me amaba, y sentí que ese amor se posaba en toda la creación. Físicamente nada había cambiado, pero yo estaba convencida de que estaba sana porque sentía el amor de Dios.

Esa noche me fui a la cama sintiendo que estaba mucho más consciente del cuidado y el abrazo divino. Dormí con mucha tranquilidad, y a la mañana siguiente, desperté totalmente sana y renovada. Ahora podría continuar con mis actividades, pero no podía simplemente seguir adelante con mi vida; esta había cambiado. Ya no consideraba la curación física, por más importante que fuera, como otra cosa más que un añadido. Para mí, el aspecto más destacado de la curación fue el intenso y profundo descubrimiento, que percibí mucho más claramente que nunca antes, de que Dios es Amor. Jamás he olvidado el poder de esa experiencia.

Si queremos ver curación en nuestra vida, tal vez sea hora de dar un paso atrás y ver si necesitamos evaluar sinceramente la forma en que encaramos nuestras oraciones. ¿Necesitamos comprometernos a amar más a Dios, a expresar Su amor en nuestra vida diaria, y a ver la naturaleza universal e inclusiva del abrazo con que el Amor divino envuelve a toda la creación? No podemos reclamar este abrazo amoroso para nosotros solos, sin reclamarlo para todos. Es entonces cuando podemos esperar encontrar nuestra propia prueba de curación en un “sentido dulce y seguro de que Dios es Amor”.

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