Por lo menos en nuestro país, las noticias divulgadas por la prensa y otros medios de comunicación a menudo indican que el futuro cercano será difícil, que habrá escasez de suministros básicos y recursos esenciales, tales como agua, energía y combustible para automóviles y aviones. Necesitamos estar alertas a esta ola de temor y duda, a fin de comprender espiritualmente la verdad que corrige los problemas que enfrentamos.
Podemos comenzar volviendo nuestro pensamiento a Dios, el único poder, el único e infinito proveedor, que existe. Reconocer que Dios es Todo-en-todo, que Él es Espíritu, es el primer paso para demostrar la totalidad del bien todos los días. Por ser la idea espiritual y perfecta de Dios, creada a Su imagen y semejanza, cada uno de nosotros expresa la esencia del existir, la naturaleza espiritual inmutable, la cual es totalmente buena y es inherente a nosotros. Como imagen de Dios, vemos en todas partes solo lo que Dios ve: la perfección absoluta de todo y de todos.
Dondequiera que vivamos, es posible comprender que la vida, por ser la plena expresión de la Vida divina, no puede incluir escasez. La fuerza de esta vida no puede disminuir o debilitarse.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que los recursos verdaderos son eternos y espirituales porque provienen de Dios, de Su naturaleza espiritual inmutable, la cual no puede cambiar, disminuir o ser modificada. Esta provisión abundante se está expresando, ahora mismo, en todos los hijos e hijas de Dios.
La provisión divina es ilimitada, jamás le falta nada, porque proviene de la fuente inagotable, Dios, nuestro Padre. Por lo tanto, a nadie puede faltarle la alegría de vivir, la disposición de servir a Dios todos los días, en toda circunstancia. No puede faltarnos el fruto de nuestro continuo trabajo por la iglesia o los buenos efectos de orar diariamente para reconocer y discernir espiritualmente las obras maravillosas del único creador, Dios.
Cuando comprendemos que la provisión que Dios tiene para nosotros es continua, que no está sujeta a fluctuaciones o desequilibrios, siempre tenemos todo lo que necesitamos y podemos vivir con tranquilidad, sin temer un futuro incierto lleno de penurias y con menos recursos. Nuestros verdaderos recursos, el bien espiritual que emana de Dios, son una expresión del Principio divino eterno, Dios, el cual anima continuamente todo ser espiritual. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de la Escrituras: “El temor jamás detuvo el ser y su acción” (pág. 151). Cuando nuestro pensamiento está afianzado sobre esta premisa, superamos el temor a la carencia o la escasez.
Al confiar que el bien fluye sin interrupción hacia todos y hacia cada hijo de Dios, estamos preparados para expresar más de la plenitud de ideas espirituales que fluyen hacia nosotros de la Mente divina. A nadie puede faltarle el amor que se necesita, ni las claras ideas espirituales que nos brindan salud y felicidad. No puede haber escasez de oportunidades para amar a Dios y a nuestro prójimo, y para probar lo que el poder de este amor puede hacer. Cuando atesoramos pensamientos puros, llenos de bondad y gratitud por lo que ya tenemos, y reconocemos que la provisión divina es constante, continua, perdurable, inagotable, comprendemos que a ningún hijo de Dios puede faltarle nada.
La abundancia de la provisión de Dios se está expresando, ahora mismo, en todos los hijos e hijas de Dios.
Cuando nuestros hijos eran pequeños y teníamos muchos gastos en nuestra casa, nos parecía difícil cumplir con todos los compromisos financieros, aunque mi esposo tenía tres trabajos y yo uno. Nuestra hipoteca, los pagos del auto, las matrículas del colegio, el transporte para la escuela, por no mencionar los gastos de comestibles y ropa, absorbían todas nuestras ganancias, y muchas veces no hacíamos el pago de la hipoteca a tiempo.
En una ocasión, recibimos un aviso que decía que la declaración de impuestos de mi esposo tenía un error y que tendría que pagar cierta cantidad al gobierno. No teníamos el dinero para efectuar ese pago y mi esposo estaba muy preocupado. Yo acababa de empezar a estudiar la Ciencia Cristiana, y muy pronto me puse a orar por la situación. Recordé la historia bíblica cuando los recolectores de impuestos se acercaron a Pedro. Jesús le pidió a Pedro que fuera a pescar y le dijo que encontraría el dinero en la boca del primer pez que sacara (véase Mateo 17:24–27).
En este pasaje me impresionó el hecho de que Jesús no se negó a pagar ese tributo, así como la absoluta confianza que tenía de que podría pagarlo.
Yo tenía tanta certeza de que el dinero que necesitábamos para pagar nuestra deuda vendría de la fuente correcta, como Jesús estaba seguro de que tendría los recursos para pagar sus impuestos y los de Pedro.
Entendí esto muy claramente, y cuando oré me fortaleció comprender que Dios responde constantemente a nuestras necesidades.
Tiempo después, tal vez dos meses después, mi esposo recibió sueldos retrasados de una de las dos universidades donde estaba enseñando. Esa universidad había estado enfrentando dificultades financieras y por algún tiempo no había podido pagarles a sus profesores. El dinero fue suficiente como para pagar la deuda.
Yo estaba muy contenta porque para mí fue una prueba del amor de Dios por nosotros, ese amor que jamás le falta a nadie. Esta fue la acción del Amor, cuya ley es infalible y perpetua.
En el reino de Dios no existe la falta de recursos; no hay límites para el Espíritu. Por lo tanto, no necesitamos conformarnos con poco. El bien que proviene de la fuente divina inagotable siempre responde a nuestras necesidades y nos provee con abundancia de todo lo que necesitamos. No puede haber escasez alguna para aquellos cuyas mentes están inundadas de espiritualidad, alegría y gratitud por el bien ya recibido.