No hay duda de que todos estamos pendientes de la economía. Su influencia es tan grande, que muchos nos sentimos impulsados a orar a diario por ella.
Al orar podemos hacerlo de la misma forma que oramos para sanar una dolencia física en la Ciencia Cristiana. Comenzamos con Dios, el Principio divino que gobierna todas las cosas, y esto incluye nuestra vida individual, y a todos los hijos de Dios colectivamente.
Esta oración consiste en reconocer que somos espirituales. Vivimos en Dios, en la Vida, la Verdad y el Amor. Y estamos gobernados con todo amor y justicia por el Principio divino. Por lo tanto, esta realidad espiritual ya es completa, satisfactoria y con abundancia plena.
En esta creación no hay escasez, no hay hambre, no hay falta de realización, no hay corrupción ni conflictos. A medida que reemplazamos el sentido material de las cosas con la comprensión espiritual, y mantenemos el pensamiento en la realidad de la creación espiritual de Dios, nuestra vida diaria, como resultado, manifiesta más evidencias de esta armonía, y nuestras necesidades son respondidas a nivel humano.
Cristo Jesús dijo que no debíamos preocuparnos por la comida, la bebida, el cuerpo, o lo que habremos de vestir. Nos instó a buscar ante todo el reino de Dios y Su justicia, y que entonces las cosas que necesitáramos se manifestarían naturalmente (véase Mateo 6:25-33).
Nuestra experiencia manifiesta lo que tenemos en el pensamiento. Por eso es importante rechazar y reemplazar todo pensamiento temeroso o errado con la comprensión del bien espiritual que está en realidad allí. Estar conscientes de la presencia eterna de la Mente infinita, nos vuelve receptivos a la abundancia de bien ya presente.
Una colaboradora de este número de El Heraldo, relata cómo ella y su familia pudieron resolver serios problemas económicos, a medida que comprendieron que la provisión divina es ilimitada porque proviene de una fuente inagotable, Dios Mismo.
Al percibir espiritualmente el bien omnipresente, damos gracias, y en oración reconocemos la presencia del Amor divino, donde ya está todo dado, y es armonioso.
Patricia del Castillo
