Durante muchos años fui un buscador de la Verdad, y mi búsqueda ha transitado por diferentes ámbitos (académicos, filosóficos y religiosos). Finalmente, hace unos 5 años, estuve en contacto de manera indirecta con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Y digo de “manera indirecta” porque para entonces mi esposa ya era estudiante de la misma, y naturalmente en nuestro hogar había mucho material sobre esta Ciencia.
Comencé leyendo varios números de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y más adelante, algunos de los libros de Mary Baker Eddy, que también estaban en nuestra biblioteca a la espera de ser descubiertos por mí.
En un principio, fui un lector más que un estudiante, pero ciertas circunstancias en mi vida, me llevaron a tener una serie de demostraciones de la Verdad. Hoy puedo decir que no sólo soy un entusiasta y comprometido estudiante, sino también un agradecido testimonio vivo del funcionamiento de la Ciencia Cristiana, pues, tal como dice nuestra Guía, Mary Baker Eddy: “Tenemos que comprobar nuestra fe mediante la demostración” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 329). La vivencia de la misma es la que nos planta en la roca, el Cristo, inamovible y cierta, en la que nos apoyamos para encontrar curación.
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