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Original Web

Nuestro tesoro imperecedero

Del número de enero de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués

Apareció primero el 27 de febrero de 2015 como original para la Web.


En Brasil hay un dicho popular que dice: “Farinha pouca, meu pirão primeiro”, que quiere decir que debemos dar al prójimo solo aquello que nos sobra. Yo veo que este razonamiento se aplica en muchas situaciones, y para mí, resume la lógica del egoísmo. 

Parece normal, hasta legítimo, que cada uno busque primero su propia seguridad y bienestar; que atender a nuestras necesidades sea un prerrequisito para poder ayudar al prójimo; que debemos dar solo aquello que nos sobra. No obstante, si este razonamiento está fundado en el miedo a la escasez, puede que no compartamos con el prójimo ni siquiera lo que nos sobra. No hay nada de malo en ser prevenido y mantener una reserva, pero Jesús nos dijo que no debemos acumular “tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan”, sino juntar “tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (véase Mateo 6:19, 20). ¿Dónde está este cielo?

Muchas personas aceptan la idea de que el cielo es un lugar bueno, a ser alcanzado después de la muerte, un lugar del cual pocos son merecedores. ¿Pero es acaso el cielo una localidad? ¿No será que representa un estado de consciencia? En el contexto de las palabras de Jesús, se puede considerar que la tierra representa un punto de vista material, opuesto a un punto de vista espiritual, representado por el cielo. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define el cielo como: “Armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino; espiritualidad; felicidad; la atmósfera del Alma” (pág. 587).

A partir de esta perspectiva, podemos entender mejor lo que significa acumular tesoros en el cielo, y hay una historia en el Antiguo Testamento que ilustra cómo es posible poner esa comprensión en práctica en nuestro diario vivir (véase 1º Reyes 17:7-16). En esta historia, la harina escaseaba, pero la lógica de aquel dicho popular no funcionó en este caso. Durante un período de sequía, Dios guió al profeta Elías a buscar a una viuda en la ciudad de Sarepta. Sin embargo, cuando la encontró en la puerta de la ciudad y le pidió pan, la viuda le respondió, “solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija”. Con esa escasa provisión, la viuda prepararía el último alimento para ella y su hijo, lo comerían, para después morir. Pero Elías le dijo: “No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela, y después harás para ti y para tu hijo. Porque el Señor Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá…”

La viuda expresó desprendimiento y confianza al ofrecer a Elías de su propia provisión, cuando parecía que no tenía lo suficiente. Ella “hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que el Señor había dicho por Elías”. Ella primero alimentó al profeta, o sea, ella primero venció el temor y confió, y luego comprobó que la provisión de Dios es ilimitada y está siempre disponible para todos nosotros. Esa provisión se revela en nuestra experiencia de la forma más apropiada para atender a todas nuestras necesidades, cuando, a pesar de las adversidades, nuestra confianza en Dios permanece inalterable.

En Ciencia y Salud, leemos la siguiente definición: “Elías. Profecía; evidencia espiritual opuesta al sentido material; la Ciencia Cristiana, con la cual puede ser discernida la realidad espiritual de todo lo que los sentidos materiales perciben; la base de la inmortalidad” (pág. 585). Cuando la viuda obedeció la orden de Elías de no temer, logró ver más allá de lo que los sentidos materiales estaban percibiendo, y discernir el hecho espiritual que elevó su comprensión de una base material y limitada, a una base espiritual e ilimitada. A pesar de la sequía que castigaba la región en que vivía, esa comprensión le permitió a la viuda mantener el terreno mental fértil, receptivo a la Verdad, y ayudar a su prójimo. Esa comprensión también la capacitó para ser receptiva y obediente a las palabras de Elías, expresar amor desinteresado, percibir que su provisión sería siempre continua y abundante, y compartirla con el profeta.

Cuando confiamos en las cosas materiales para nuestra seguridad, estamos acumulando tesoros sobre la tierra, y no conseguimos liberarnos del temor a la limitación y la escasez. Acumular tesoros en el cielo equivale a desarrollar nuestro sentido espiritual, ampliar nuestra comprensión de que Dios es el Espíritu infinito, la fuente inagotable de todo el bien. Cuando apartamos la vista de los sentidos materiales, y la volvemos hacia el sentido espiritual de provisión, percibimos evidencias espirituales de que la provisión abundante ya está a nuestro alcance, allí mismo, donde antes veíamos limitación y escasez; obtenemos la certeza de que, como hijos de Dios, todos somos continuamente provistos de todo el bien que emana de Dios, la Mente única e infinita. Nuestro tesoro celestial se multiplica y se desenvuelve en cualidades como inteligencia, creatividad, percepción, compasión y amor fraternal, de tal forma que ese tesoro desborda y bendice a nuestro prójimo y a nosotros.

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