Como muchos lectores de esta revista, me levanto todas las mañanas y empiezo mi día, preparándome con estudio y oración. Estudio la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana, que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y estoy atento a recibir nuevas vislumbres que puedan hacerme avanzar en mi esfuerzo por dejar de lado toda fe en la realidad de la materia, mediante la comprensión de que Dios, el Espíritu, es la única Vida y Mente. Oro la “Oración diaria”, como la dio la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, (véase Manual de La Iglesia Madre, pág. 41), y estudio pasajes de sus escritos y de la Biblia.
Cuando abro el Christian Science Monitor, elijo algún artículo y oro específicamente para contrarrestar los errores de la mente carnal que parecen estar activos en la situación de la que habla dicho artículo. En esencia, doy un tratamiento en la Ciencia Cristiana respecto a los asuntos que plantea el artículo.
Ese paso es la culminación de mi preparación espiritual para el día. Es la manera como ayudo a diseminar los efectos sanadores de la Ciencia desde mi casa hacia el mundo. Después de todo, Eddy, la fundadora del Monitor, le dio al diario el propósito de “difundir indivisa la Ciencia que opera sin agotarse” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 353).
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