Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Nada puede oponerse a Dios

Del número de enero de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


 La universidad es un sitio donde muchas corrientes de pensamiento fluyen libremente, y el trabajo realizado por una Organización de la Ciencia Cristiana (OCC) puede resultar perturbador para algunas de esas corrientes. Como miembro de una OCC, es por lo tanto esencial conocerse a uno mismo y protegerse conociendo la verdad, la cual muestra que siempre estamos amparados bajo las alas de Dios, y lejos del peligro.

Nuestra OCC quería auspiciar una conferencia de la Ciencia Cristiana, y yo tenía que pasar por la oficina del director ejecutivo de la universidad para consultar acerca de la respuesta a nuestra carta en relación al uso de un espacio en el campus. Los empleados con quienes me reuní en la oficina me hicieron muchas preguntas acerca de la Ciencia Cristiana. Respondí con cautela. Por último, me dijeron que mi petición no sería aprobada porque, en su opinión, la Ciencia Cristiana pertenecía a las ciencias ocultas. En ese momento oré, reconociendo que nada puede oponerse al poder del Cristo, la Verdad, en acción. 

También tuve que aprender a ser paciente y a esperar el bien, porque después de que le proporcioné al director la documentación necesaria, el empleado a cargo del caso se fue de vacaciones y dejó el archivo en su cajón. Durante este tiempo, tuve la tentación de forzar la situación, tratando de reunirme con el director, pero superé esa tentación cuando entendí mejor qué es la paciencia. El siguiente pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy me venía a la mente cada vez que era tentada, eliminando cualquier duda: “Los poderes de este mundo lucharán, y ordenarán a sus centinelas que no dejen que la verdad trasponga la guardia hasta que se suscriba a sus sistemas; pero la Ciencia, no haciendo caso a las bayonetas caladas, sigue su marcha” (pág. 225).

El empleado regresó de vacaciones un par de semanas más tarde. Contrariamente a lo que sus colegas me habían dicho, me aseguró que enviaría el archivo al director sin más demora. Dijo que obtendríamos la autorización en un período de dos meses. Y fue así como conseguimos tener un espacio y celebrar nuestra primera conferencia de la Ciencia Cristiana en el campus.

El segundo año, tuvimos una experiencia similar con el auspicio de las conferencias. Escribimos a la administración de nuestra facultad para obtener la autorización necesaria, pero no hubo respuesta; así que decidimos enviar una carta para darle seguimiento al asunto, pero aún así no obtuvimos respuesta. Oramos, pero a medida que se acercaba la fecha de la primera conferencia, nos preguntábamos si íbamos a poder auspiciar alguna de las charlas que habíamos planeado.

Informamos al conferenciante acerca de la situación, ya que él es practicista de la Ciencia Cristiana. Nos dijo que no nos dejáramos impresionar por lo que la administración de la escuela pudiera decir, sino que supiéramos que nada puede detener ni impedir el desenvolvimiento de la actividad de Dios. Cada miembro de la OCC fue alentado a leer este versículo de Salmos: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará” (37:5); y esta frase de Ciencia y Salud: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). Estas ideas nos ayudaron a calmar los temores, y pusimos el problema en manos de Dios, quien tenía el control.

Unos días antes de la conferencia, nos pidieron que presentáramos la documentación legal acerca de nuestra Iglesia, lo cual hicimos sin demora, y así nos dieron el permiso para organizar las conferencias con una simple firma del director en nuestro acuse de recibo. Fue una alegría muy grande compartir la Ciencia Cristiana con el gran número de estudiantes que asistieron a las conferencias.

Cada uno de nosotros tuvo que entender que debemos apartar la mirada del problema y confiar en Dios como Amor divino, que responde a todas las necesidades humanas, y como “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).

Por esta experiencia, le doy gracias a nuestro Padre-Madre Dios, a nuestro Maestro, Cristo Jesús, a Mary Baker Eddy que nos dio esta enseñanza, y a los practicistas de la Ciencia Cristiana que nos apoyan cada vez que se lo pedimos.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 2016

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.