Mi esposo y yo tenemos un perro caniche llamado Sammy, a quien queremos como si fuera nuestro hijo. Es un miembro muy querido de nuestra familia.
Un día, el invierno pasado, Sammy y yo salimos a caminar y el perro de un vecino lo mordió. Pareció que estaba muy lastimado. Decidimos llevarlo a un veterinario para que le diera unos puntos para cerrar la herida, y una vez que lo hicieran, nos apoyaríamos en la oración en la Ciencia Cristiana, en lugar de usar medicinas y otro tratamiento médico, para que se repusiera del todo.
El veterinario expresó su preocupación por los efectos secundarios que tendría este accidente. Le dio a Sammy varios medicamentos, y nos mandó a casa con otra medicina más. Nos advirtió que tal vez esas medicinas no serían suficientes para evitar las serias consecuencias que él temía.
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