Mi esposo y yo tenemos un perro caniche llamado Sammy, a quien queremos como si fuera nuestro hijo. Es un miembro muy querido de nuestra familia.
Un día, el invierno pasado, Sammy y yo salimos a caminar y el perro de un vecino lo mordió. Pareció que estaba muy lastimado. Decidimos llevarlo a un veterinario para que le diera unos puntos para cerrar la herida, y una vez que lo hicieran, nos apoyaríamos en la oración en la Ciencia Cristiana, en lugar de usar medicinas y otro tratamiento médico, para que se repusiera del todo.
El veterinario expresó su preocupación por los efectos secundarios que tendría este accidente. Le dio a Sammy varios medicamentos, y nos mandó a casa con otra medicina más. Nos advirtió que tal vez esas medicinas no serían suficientes para evitar las serias consecuencias que él temía.
Me mantuve tranquila a pesar de las palabras y temores del veterinario; yo sabía que necesitaba tratar la situación con la oración. Empecé a orar profundamente y recurrí a mi Biblia en busca de inspiración divina. La Biblia se abrió en el relato de Zaqueo, un recaudador de impuestos que se subió a lo alto de un árbol sicómoro para ver a Cristo Jesús. Jesús miró hacia arriba para verlo y le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” (Lucas 19:5).
Si bien esta historia de la Biblia se refiere a la humildad y arrepentimiento por los pecados pasados que expresó Zaqueo, y la consecuente y completa redención y restauración por parte del Maestro, es un hecho interesante que en los tiempos bíblicos, los árboles sicómoros se usaban con fines medicinales (Word Studies in the New Testament, by Marvin Vincent, Luke 17:6). Yo sabía esto de un estudio de la Biblia que había hecho anteriormente.
Me pareció que esta era la respuesta perfecta a mis oraciones. Para mí, en ese momento, este pasaje estaba diciendo: “¡Baja del árbol sicómoro! Apártate de las teorías médicas, que se basan en la creencia falsa de que la creación perfecta y espiritual de Dios es material y vulnerable. Recibe con agrado al Cristo, la Verdad, el cual trae curación, ¡dentro de tu casa —tu consciencia espiritual— hoy!”
Me deshice de las medicinas y tomé la determinación de enfrentar la situación únicamente con la oración a partir de ese momento. Habíamos visto muchas y maravillosas curaciones en la Ciencia Cristiana en nuestra familia apoyándonos en la oración, y sabíamos que la oración era tremendamente eficaz. De hecho, el mismo Sammy había tenido varias curaciones mediante la oración de mi esposo y mía.
No puede haber consecuencias dañinas de algo que, en la realidad espiritual, jamás ocurrió.
Mi esposo y yo oramos intensamente por Sammy. Manteníamos nuestro pensamiento en línea con la Verdad, Dios, y nos apartábamos del cuadro médico, material, en lugar de aceptarlo como una realidad. Como resultado, sentíamos que nuestras oraciones eran puras y firmes.
Oramos con esta enseñanza del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía.
“Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424).
Si este llamado accidente era desconocido para Dios, la Mente inmortal, entonces la idea de la Mente, el hombre, o nuestro preciado cachorro, que también es una idea de la Mente, no podían conocerlo. Más aún, “la infalible dirección de Dios” había estado actuando incluso antes de lo que pareció haber sido una lesión. No puede haber consecuencias dañinas de algo que, en la realidad espiritual, jamás ocurrió. Esto era muy tranquilizador.
También nos sentimos muy reconfortados por la promesa bíblica: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará” (Isaías 11:6). En el reino de Dios no hay bestias que puedan hacernos daño, y aquí es donde nosotros y Sammy estábamos habitando en ese mismo momento, y siempre habíamos estado. Las ideas de Dios jamás pueden estar fuera de Su reino, de Su tierno cuidado y omnipotencia.
Finalmente, sabíamos que la verdadera identidad de Sammy no estaba en ninguna lista médica en ningún lado. Dios no lo conocía como un perro lastimado o alguien que estaba en peligro o que fuera un ser material. En lugar de eso, su “nombre”, o identidad espiritual, como la preciada, bienamada y perfecta idea de Dios, estaba inscrita “en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27), como lo está la identidad de todas las ideas espirituales de Dios.
Sentí que la atmósfera de nuestro hogar cambió aquel día. La preocupación desapareció. Los asuntos específicos que necesitaban manejarse fueron tratados por medio de la oración. Hubo maravillosas evidencias del cuidado del Amor divino y de la supremacía de la Mente. Sammy comenzó a verse y a actuar como él mismo. Expresó cada vez más libertad ese día, y durante los días siguientes. ¡Se estaba produciendo una curación en la Ciencia Cristiana!
Días después, cuando regresamos a ver al veterinario para que le quitara los puntos, él observó que se había producido una “curación perfecta”. Y esto se produjo antes de su pronóstico inicial de cuándo se produciría la curación en el mejor de los casos. Yo me sentí y continúo estando muy agradecida por esta curación y por las verdades espirituales que fueron probadas.
Es maravilloso saber que puesto que nunca podemos estar separados de Dios, no podemos estar en ninguna situación donde Dios no esté allí mismo guiándonos y trayendo curación. Y la curación se produce a medida que crecemos en nuestra comprensión y aceptación de las verdades espirituales que aprendemos en la Ciencia Cristiana.
He encontrado que nada se puede comparar con la alegría de la curación por medios espirituales. Y el Dios omnipresente, el Amor divino, está cien por cien con nosotros a medida que aprendemos y crecemos, y encontramos nuestra senda, con honestidad, mansedumbre y con corazones llenos de fe y gratitud.
