En su obra principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy incluye un capítulo (La expiación y la eucaristía), en el cual comenta detalladamente acerca del sacrificio, triunfo y ejemplo de Jesús. Junto a la nota marginal “El centinela del cielo” ella escribió de él: “Abandonado por todos a quienes había bendecido, este fiel centinela de Dios en el más alto puesto de poder, encargado de la misión más grandiosa del cielo, estaba preparado para ser transformado por la renovación del Espíritu infinito” (pág. 49).
Aunque ninguno de nosotros jamás tendrá la admirable misión que tuvo Jesús como la expresión perfecta del Cristo, la Verdad, para ser cristianos tenemos la necesidad de seguirlo demostrando nuestra propia naturaleza semejante al Cristo. Esta es en sí misma una misión admirable.
Afortunadamente, cada uno de nosotros disfruta de una posición de gran poder. No, no se trata de una posición política ni de abundante riqueza material. Más bien, Dios nos ha nombrado a cada uno particularmente como porteros de nuestra propia consciencia. Y esa es realmente una posición poderosa, vital para el progreso del mundo. ¿Por qué? Porque toda discordia, desde una discusión de poca importancia con un amigo, hasta una enfermedad y una situación geopolítica aparentemente obstinada, solo puede existir cuando nosotros u otros permitimos que la discordia entre en la consciencia. A medida que impedimos con insistencia que la discordia entre en nuestro pensamiento, la misma necesariamente desaparece de nuestra experiencia y de nuestra vida.
Por supuesto que, este comentario, visto desde el punto de vista convencional de que somos materiales o básicamente materiales, y vivimos en un mundo material, no parecería realista. Pero el hecho es que el mundo es mental; vivimos en el mundo de nuestros propios pensamientos y los pensamientos de los demás. Reconocer esto y averiguar qué estamos pensando realmente, es fundamental para estar en armonía, así como saber de qué manera estamos gastando nuestro dinero, es esencial para la estabilidad financiera.
La Ciencia Cristiana divide los pensamientos en dos categorías. Puesto que la Mente, Dios, es infinita, solo los pensamientos basados en esa infinitud son legítimos y tienen poder y realidad. Esto significa pensamientos afectuosos, armoniosos, generosos y valientes. Por otro lado, los pensamientos que se caracterizan por la ignorancia, la preocupación, el egoísmo o la limitación, no son de ninguna manera pensamientos que provienen de Dios. Como no vienen de Dios, no tienen poder real, y nos afectan solo en la medida en que creemos en su existencia y cedemos a su influencia.
Ser el portero de tu pensamiento es escuchar los pensamientos que provienen de Dios, y demostrar que en verdad estás escuchando, al actuar basándote únicamente en esos pensamientos. Estar de guardia en tu consciencia significa rechazar los pensamientos que no vienen de Dios, negarte a escucharlos o a actuar conforme a ellos.
Y ¿de dónde vienen esos pensamientos impostores? Lo bueno es que no vienen de ningún lugar, porque no existe lugar alguno aparte de la infinitud de Dios. Basándonos en la infinitud de la bondad y la armonía, probamos nuestro dominio sobre esos pensamientos, desenmascarándolos demostrando que son la nada impotente.
En relación al dominio, de los seis Artículos de Fe a los que los miembros de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, se suscriben, el último contiene una promesa específica que hacen los miembros: “Y solemnemente prometemos velar, y orar para que haya en nosotros aquella Mente que hubo también en Cristo Jesús; hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos hicieran con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros” (Ciencia y Salud, pág. 497).
De modo que velar es una actividad fundamental, tal vez incluso esencial, del miembro de la Iglesia. Pero ¿estamos activamente vigilando para ver el bien?
Cuando uno anda en bicicleta en la ciudad, a menudo ve mucho tráfico, muchos autos, autobuses, camiones, peatones y otros ciclistas. Y nuestro pensamiento puede sentirse inspirado con la comprensión y la expectativa del bien. Pero si sales atento para que no te atropellen, tu pensamiento no está basado en la totalidad de Dios y Su armonía. Cuando andas en bicicleta en la ciudad y en tu vida en general, quieres estar consciente de la eterna presencia del bien y buscando el bien. Así que estás alerta para percibir que los conductores y otros expresan dominio, atención, respeto, cortesía, consideración, y así sucesivamente, y reconoces la bondad espiritual que estas cualidades representan. Por supuesto, cuando buscas el bien, tus ojos y oídos también están abiertos para evitar el peligro. Pero lidias con ese peligro con confianza y control propio, no con la ansiedad y el temor de que haya consecuencias negativas.
El Evangelio de Juan cuenta que Jesús y sus discípulos pasaron por Samaria, una región donde no apreciaban a los judíos, como eran Jesús y sus discípulos. No obstante, de acuerdo con el relato de la Biblia, Jesús encontró gran receptividad allí, y los samaritanos no querían que se fuera. Les dijo a sus discípulos: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35).
Los ojos de Jesús estaban abiertos. Rechazando la falta de receptividad a su mensaje, él estaba activamente buscando el bien que él sabía estaba presente allí.
Al aceptar solo el bien en tu consciencia en este momento, estás ejerciendo más poder real de lo que podrías de cualquier otra forma. Estás permitiendo que solo Dios gobierne tu pensamiento, y de esta manera te estás gobernando a ti mismo. De hecho no hay nada mejor que pueda ayudarte a experimentar libertad y salud. Realmente, no hay mejor forma de ayudar a otros a traer libertad al mundo que te rodea. El Maestro dijo: “Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Marcos 13:37).
La Sra. Eddy, quien fundó esta revista, escribió: “Vivir de tal manera que la consciencia humana se mantenga en constante relación con lo divino, lo espiritual y lo eterno, es individualizar el poder infinito; y esto es la Ciencia Cristiana” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 160).
Lyle Young
