Yo había escuchado a veces a la gente hablar de los ataques de pánico, y siempre me había preguntado cómo era posible que la gente permita que el temor predomine de tal manera, que ya no puede manejar un auto o teme ir a lugares públicos. ¡Jamás me hubiera imaginado que un día el temor y el pánico se apoderarían de mí! Al recordar lo ocurrido, me doy cuenta de que al escuchar estos informes sobre los ataques de pánico, inadvertidamente había dado poder y vida al problema, en lugar de negar su poder y realidad como nos enseña la Ciencia Cristiana. Pero bueno, ¡mirando atrás, cualquiera es sabio! Pensaba demasiado en esa condición y en los cuadros asociados con ella, creía en la misma, y un día, hace varios años, experimenté los mismos síntomas.
Inicialmente, solo me sentí frustrada y tenía lástima de mí misma. Todos mis pensamientos rondaban alrededor del temor. Me sentía impotente, completamente a merced de ese temor. Aunque trataba de orar, sentía que mis intentos eran inútiles, que estaba peleando una batalla perdida.
Un día, estaba navegando en Internet, y encontré una sala de chat en el sitio Web de La Iglesia Madre, donde los participantes cuentan cómo se han liberado de los temores por medio de la Ciencia Cristiana. Lo que ellos contaron me alentó mucho, y empecé a orar de todo corazón. Tenía la determinación de enfrentar el temor y no permitir que me dominara y paralizara más. Me pregunté: “¿Qué me está gobernando?” Aunque en ese momento parecía que era el temor el que me estaba gobernando, gracias a lo que ya había leído y entendido de la Ciencia Cristiana, yo sabía que era exactamente lo contrario: me estaba gobernando Dios, el Ser Supremo absoluto. Traté de adherirme a esta verdad y aceptarla para mí, porque sabía que era un hecho espiritual y traería curación.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!