Formo parte del equipo de rugby de mi universidad. Hace dos años, durante un juego, choqué con un jugador del equipo contrario, y su cabeza me golpeó la nariz muy fuerte. Como el dolor era intenso y estaba respirando con dificultad, decidí abandonar el campo y hablar con mi entrenador.
El entrenador, que practica la Ciencia Cristiana, me dijo que orara reconociendo que yo estaba expresando el ser armonioso de Dios, en ese mismo momento. Luego me dijo que fuera al baño y me lavara la cara. Allí, tuve la oportunidad de estar a solas y orar por unos momentos. Empecé a orar con dos pasajes escritos por Mary Baker Eddy “la declaración científica del ser” (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 468) y la “oración diaria” (véase el Manual de la Iglesia, pág. 41).
“La declaración científica del ser” dice en parte: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo”. Pensé que puesto que Dios es Todo-en-todo, nada discordante podía existir. Dado que Dios es perfecto, todo en la creación de Dios, incluido el hombre, tiene que manifestar perfección. Si Dios es Espíritu, en realidad todo es espiritual. Por lo tanto, yo solo podía expresar la perfección espiritual, la cual nunca me podía ser quitada por ningún así llamado accidente.
El rugby es un deporte en el cual los jugadores interactúan unos con otros usualmente de forma ruda, lo que puede causar heridas. Por esta razón, antes de cada juego, nuestro equipo se reúne y ora para elevar el pensamiento y reconocer que toda actividad real es una actividad divina, cuyo efecto solo puede ser armonía, y por tanto, la armonía gobierna nuestro partido. Al mismo tiempo, reconocemos que las ideas de Dios se mueven armoniosamente, porque todos nosotros somos parte de la creación armoniosa de Dios, y todos los jugadores están gobernados por esta verdad. Nosotros también afirmamos que puesto que Dios gobierna, todo en nuestro partido se desenvuelve de acuerdo a la armonía de Dios.
A medida que oraba con estas verdades en el baño, me vino claramente al pensamiento que yo no podía estar fuera de la ley de armonía de Dios. Después de unos minutos, no tenía más dolor y podía respirar con normalidad. Me lavé la cara, regresé al campo, y le dije a mi entrenador que todo estaba bien y que quería regresar al partido.
Cuando el juego terminó, tenía la nariz sólo un poco inflamada, pero me mantuve afirmando en oración que en la creación divina nada podía estar fuera de su lugar correcto. Al día siguiente y durante la semana, cada vez que pensaba en la lesión, oraba con las ideas de la “declaración científica del ser”, lo que era vital para mi curación. Me esforcé por dejar de lado la creencia de que algo discordante podía haber ocurrido en la realidad divina, donde todos existimos, y me enfoqué en la perfección de la creación de Dios, la cual nunca puede ser obstruida. A los pocos días, me di cuenta de que había dejado de pensar en el accidente y sus llamadas consecuencias. A la semana siguiente había otro partido, y supe que me había recuperado completamente. Ya no había ninguna señal de la lesión.
En mi universidad, todos son Científicos Cristianos. Unirme a este equipo fortaleció mi práctica de la Ciencia Cristiana, porque vi lo que nosotros estudiamos en esta Ciencia puesto en practica, en los partidos y en otras situaciones. En nuestras oraciones antes de cada entrenamiento y cada juego, siempre reconocemos que el hombre, como una idea espiritual y perfecta de Dios, expresa salud, armonía y fortaleza ilimitada, y por lo tanto, podemos esperar tener la energía para jugar durante mucho tiempo sin hacernos daño o cansarnos.
También oramos para desarrollar un espíritu de competencia sano. Un juego no es para determinar quién es mejor o peor, sino para alabar a Dios, para expresar nuestras cualidades otorgadas por Dios. Todo lo que tenemos que hacer es dar lo mejor posible de forma individual, y esto contribuye al espíritu de equipo. Si nuestro objetivo es exaltar nuestro propio ego, el equipo colapsa. Pero si nuestro objetivo es apoyar el bienestar y el éxito del equipo, entonces somos capaces de progresar individual y colectivamente. La oración que reconoce que Dios, la única Mente, nos está gobernando, ayuda a que todo se desenvuelva armoniosamente en el campo.
Yo siento que mientras más oramos con estas idea, más vemos pruebas de ellas en nuestra vida diaria, dentro y fuera del campo. Es grandioso ver que nuestra oración individual ayuda al equipo, de la misma forma que la oración colectiva nos ayuda a cada uno individualmente. Las ideas intercambiadas antes del partido, sin duda me ayudaron a lograr esta curación por medio de la oración.
Original en portugués
Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo
— Ciencia y Salud, p. 468