A través de diversos medios de comunicación, las noticias del mundo nos llegan casi de inmediato; la distancia ya no es más un obstáculo para el flujo de información. Si apreciamos ser informados rápidamente con noticias de calidad, muchas veces es muy difícil seguir las crisis mundiales y sus efectos devastadores, como son los actos terroristas, por ejemplo.
No podemos comprender estos actos absurdos de odio y terrible destrucción. Muchas veces nos hacen sentir indignados y también impotentes. Pero yo pregunto, ¿estamos realmente indefensos ante este tipo de acciones? ¿No somos capaces de contribuir, en cierta medida, a establecer la paz en la tierra?
La oración: Una solución efectiva
La Biblia nos enseña que nunca estamos indefensos cuando nos enfrentamos a una amenaza, y que podemos ayudar a la humanidad. Nos muestra los beneficios de la oración, que disipa el temor y el sufrimiento. Revela la eficacia de la oración, vista en la acción compasiva, protectora y preventiva del Amor divino
Hace más de tres mil años, gracias a su fiel obediencia a la guía de Dios, el gran líder hebreo, Moisés, fue capaz de liberar a su pueblo de la esclavitud, y sacarlo de Egipto, a pesar de muchísimos obstáculos. En un momento crítico, cuando los hebreos, perseguidos por el ejército egipcio, fueron frenados por el Mar Rojo, Moisés oró a Dios con gran humildad y confianza. Sabiendo que el poder y la responsabilidad de su cuidado pertenecía a Dios, le dio este mensaje divino al temeroso pueblo: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que el Señor hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. El Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:13, 14).
Y bajo el impulso divino, un poderoso viento separó las aguas del mar en dos y el pueblo cruzó en tierra seca; entonces el mar se cerró de nuevo detrás de ellos. Y de acuerdo con la promesa de Dios a Moisés, ellos no vieron más al ejército egipcio. Cuando nosotros apelamos a la protección divina y la comprendemos, incluso en medio de desafíos que parecen imposibles de resolver; la protección de Dios es demostrada y aparece una solución, a veces de la manera más imprevisible.
Varios siglos después, el profeta Eliseo, gracias a su vigilancia y su discernimiento espiritual, pudo proteger al rey de Israel y a su propio pueblo al revelar, en varias ocasiones, los planes secretos de ataque del rey de Siria (véase 2a Reyes 6: 8-12). Hoy en día, si oramos con el entendimiento espiritual de que todo es posible para Dios, nosotros también podemos contribuir a exponer, detener y sancionar actos dañinos.
Más tarde, nuestro Maestro Cristo Jesús, fue tan consciente de que Dios es un refugio siempre presente y pacífico, que pudo pasar a través de una multitud enfurecida y permanecer intacto, aunque esta multitud estaba lista para arrojarlo desde la cima de un monte (véase Lucas 4: 28-30). Hoy en día, el entendimiento de que el Amor divino llena todo el espacio, nos libera del temor, nos protege y trae paz.
Estas diversas historias de la Biblia ilustran que “la oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). Muestran que, cuando damos a Dios el primer lugar en nuestros pensamientos y en nuestras vidas, las curaciones, la protección y las soluciones, son las consecuencias naturales de esta confianza.
Cómo orar para contribuir a que se terminen los actos terroristas y para ser protegidos
Podemos estar muy agradecidos a Cristo Jesús, que nos enseñó a orar al darnos el Padre nuestro. Esta oración, entendida a la luz de su interpretación espiritual dada por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, en el libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. 16), nos enseña que Dios es nuestro Padre, la única causa, que conoce y ama a todos Sus hijos, al cuidar tiernamente a cada uno de ellos, dándoles santidad, salud y seguridad. También nos revela la totalidad de Dios, la totalidad del bien. Cuando sabemos que Dios es Todo y que nada existe fuera de Él, comprendemos que Dios es el único Legislador y que la ley que nos gobierna, es la ley de la perfección. En No y Sí, Mary Baker Eddy explicó que “La ley de Dios se resume en tres palabras: ‘Yo soy Todo’; y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de otra ley” (pág. 30).
Si oramos con el entendimiento espiritual de que todo es posible para Dios, podemos contribuir a exponer, detener y sancionar actos dañinos.
Cristo Jesús también nos dio estas instrucciones con el fin de orar eficazmente: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto” (Mateo 6: 6). Cuando “cerramos nuestra puerta”, silenciamos el testimonio erróneo de los sentidos materiales y dejamos que el sentido espiritual revele la supremacía del divino bien infinito. Ciencia y Salud lo explica de esta manera: “Para entrar en el corazón de la oración, la puerta de los sentidos que yerran tiene que estar cerrada. Los labios deben estar mudos y el materialismo silencioso, para que el hombre pueda tener audiencia con el Espíritu, el Principio divino, el Amor, que destruye todo error” (Pág. 15).
Jesús también nos ha enseñado acerca de la necesidad de dominar nuestros pensamientos correctamente. Un poderoso antídoto contra el odio, por ejemplo, que es la base de los actos terroristas, es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Al expresar un amor cristiano más profundo en nuestras familias, en la iglesia, en el trabajo, y eliminando de nuestros pensamientos el resentimiento o la ira, desarrollamos una espiritualidad que sana, y contribuimos a reducir el odio a nuestro alrededor y más allá. Expresaremos más fácilmente el amor hacia nuestro prójimo, al reconocer que el Amor divino e imparcial es reflejado en el amor, y al saber que solo la Mente divina, la inteligencia divina enteramente buena, es la fuente de nuestros pensamientos y del pensamiento de todos los demás.
Y recordemos que Jesús nos ha pedido que amemos a nuestros enemigos y oremos por ellos, y logramos esto al impersonalizar el error, separando el error de ellos, y viéndolos de la manera en que Dios los ve, espirituales y perfectos. También hacemos nuestra parte en eliminar el odio y la violencia cuando entendemos que el deseo de destruir y asesinar es una mentira, no es más que una creencia agresiva impersonal de que la vida está en la materia y por lo tanto puede ser aniquilada. La Ciencia Cristiana, al revelar que la Vida es espiritual, divina, inmortal, y por lo tanto, indestructible, ayuda a destruir estos impulsos criminales y nos protege de ellos.
La vida de Cristo Jesús también nos enseña que el hombre no está gobernado por la casualidad o por las circunstancias, sino por la dirección continua y armoniosa de su Padre-Madre Dios. Comprender esto nos permite estar en el lugar correcto, en el momento justo, haciendo lo que es correcto.
Hace varios años, después de los ataques terroristas en París, existía la preocupación de que esto podía ocurrir en el transporte público. En ese entonces yo, tenía que hacer un viaje importante y debía tomar el tren para viajar al extranjero. Para liberarme del temor, reconocí, entre otras cosas, que la Vida es espiritual, que no puede ser destruida y que en el hombre real, creado por Dios, el deseo de asesinar no existía. En Rudimentos de la Ciencia Divina, Mary Baker Eddy escribió esto: “... en la Ciencia, el Espíritu crea su propia imagen inofensiva” (pág. 8). Pude ir a tomar mi tren, en paz, confiando en la presencia del bien. Y no mucho antes de la salida, los controles policiales dieron lugar a que se retirara del tren a un individuo sospechoso.
Cristo Jesús demostró, a través de una comprensión de la omnipotencia y omnipresencia de Dios, en el que todo es eterna armonía, que el bien ya está establecido. Y nos alienta a orar de acuerdo con esta explicación: “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Es tan reconfortante saber que aunque Jesús no está más presente entre nosotros, el Cristo, el divino mensaje y la idea divina que expresó, sigue hablando hoy a la consciencia humana, despertando en las personas el deseo de hacer el bien e impulsando a aquellos que son receptivos, como lo hizo el apóstol Pablo, al renunciar a las acciones dañinas. Podemos estar seguros de que “... Cristo, la idea de Dios, regirá finalmente todas las naciones y todos los pueblos —imperativa, absoluta, definitivamente— con la Ciencia divina” (Ciencia y Salud, pág. 565).
Original en francés
