No hay mejor manera de criar a un niño que enseñarle a pensar por sí mismo, en otras palabras, enseñarle a ser un verdadero pensador independiente. Y no hay mejor manera de ser un pensador independiente que ser un pensador de mente espiritualizada.
¿Esto te sorprende? Quizás pienses: bueno, tal vez esto se aplica a los adolescentes, ¿pero puede aplicarse también a los niños cualquiera sea su edad? Bien, Mary Baker Eddy da este consejo específico: “A temprana edad enseñad a los niños a gobernarse a sí mismos, y no les enseñéis nada que sea incorrecto” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 240).
Al hablar de la humanidad, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales están el gobierno de sí mismo, la razón y la conciencia. El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando es guiado correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos” (pág. 106).
El gobierno de sí mismo, la razón y la consciencia son derechos con base en la espiritualidad, y ellos son nuestros porque en verdad somos los hijos e hijas espirituales de Dios. Estos “derechos inalienables” son inherentes a todos. Derivan de la inteligencia suprema, de la única Mente progenitora (véase ibíd., pág. 336), promueven nuestra libertad y apoyan el progreso ilimitado. En la vida cotidiana esto se expresa muy bien en el pensamiento independiente y la acción constructiva.
Como los padres tienen la responsabilidad y la alegría de buscar qué es lo correcto hacer en cualquier situación o momento dado, estos derechos divinos que nos han sido otorgados son un gran apoyo. Ellos están bellamente revelados en los Diez Mandamientos, el Sermón del Monte, y las cartas de Pablo; por ejemplo en normas como la siguiente: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos” (1 Tesalonicenses 5:15). Al igual que un marco de referencia, estos derechos y reglas son directrices que nos ayudan a todos a darnos cuenta de nuestro propio lugar en el tejido más amplio del bien.
Echemos un vistazo a estos tres “derechos inalienables” en el contexto de la educación y la crianza de los niños:
El gobierno de sí mismo: El Padre-Madre Dios y Sus hijos e hijas son una familia. El hombre refleja las cualidades espirituales, porque el origen del hombre está en Dios. Esta conexión es la que se expresa en un “sentido de familia” entre Dios y Su descendencia. Cada uno de nosotros realmente tiene acceso a todo lo bueno, debido a quién somos como hijos de Dios.
Para captar aunque sea una vislumbre de esta verdad espiritual hay que silenciar la voluntad humana, para que podamos escuchar al Espíritu divino. Nadie puede decirnos tanto como Dios puede decirnos. Así que honrar al hombre a semejanza de Dios significa honrar la capacidad del hombre para gobernarse a sí mismo. Saber que el hombre como el reflejo de Dios expresa el gobierno propio, libera a los padres y tutores del pensamiento de que tienen que interferir, o que de lo contrario las cosas van a escaparse de control.
Razón: “La razón es la facultad humana más activa”, leemos en Ciencia y Salud (pág. 327). La capacidad de razonar deriva de la Mente, Dios; el efecto de la sabiduría divina que todo lo abarca. La razón está relacionada a la inteligencia, que el hombre refleja por ser la idea de Dios; por lo tanto, cualquier persona puede expresarla, cualquiera sea su edad.
Consciencia: La consciencia es una guía interior que nos alerta sobre lo que está mal e insiste en lo que es correcto. Es una fuerza moral que asegura que nuestra comprensión de las leyes de Dios se pone en práctica en nuestra vida diaria. La consciencia es aliada de la razón. La voz que habla a la consciencia humana es el Cristo, que nos aleja del temor, la confusión, la indiferencia, el pesimismo, y nos encamina hacia la acción constructiva.
Estos tres “derechos inalienables” —el gobierno de sí mismo, la razón y la consciencia—, son como boyas indicadoras en la crianza y educación de los niños. Son, ante todo, un recordatorio de que nunca podemos enseñarles a los niños algo que aún no vivamos nosotros mismos. En segundo lugar, los derechos se aplican a toda la humanidad, y abren los ojos a la fuerte correlación que existe entre la educación en la familia y la educación de la humanidad en general. En tercer lugar, estos derechos se respetan más sistemáticamente en aquellos ambientes donde el sentido del humor y la alegre gratitud tienen cabida.
Si tuviera que resumir nuestros 20 años de vivir como un cuarteto con nuestros hijos, tendría que decir que cuanto más profundamente mi marido y yo comprendíamos que Dios es el Padre-Madre de todos nosotros, y cuanto más honestamente nos esforzábamos para ejercer los derechos de gobernarnos a nosotros mismos, dejando que la humildad y el sentido del humor dieran forma a nuestras interacciones con los niños, mejor era nuestra vida familiar. Hoy, seguimos apoyándonos mutuamente en nuestro progreso espiritual —y apoyando a ambos niños en sus roles actuales, una como asistente de los estudiantes residentes en la universidad, y el otro como maestro de los niños de cinco años en la Escuela Dominical. Nuestros hijos humildemente siguen practicando el gobierno de sí mismo, la razón y la consciencia, cada uno a su manera, ampliando así su estudio de la Ciencia Cristiana diariamente.
Cuando nuestra hija Anna-Zoë tenía siete años, se enfrentó a un dilema moral. Ella le había hecho una promesa a alguien, y debido a un cambio en las circunstancias ahora estaba sintiendo que por mantener su promesa podría estar perdiendo algo que de repente parecía mucho mejor. Afirmamos en oración su unidad con el Amor divino como Su idea espiritual y nos abstuvimos de intervenir personalmente. Nos pareció que era nuestro trabajo reclamar su habilidad dada por Dios para expresar la razón y la consciencia, y dejarla tomar su propia decisión.
Unas horas más tarde, Anna-Zoë compartió conmigo sus reflexiones de niña sobre la totalidad de Dios. Ella dijo: “Mira, si Dios es todo, todo lo bueno siempre va a estar aquí. Mantener una promesa es importante, y no puedo experimentar ninguna pérdida por hacer lo que es correcto”.
Unos años antes, nuestro hijo Vincent, que en ese entonces tenía cuatro años de edad, había demostrado el gobierno de sí mismo en una enorme guardería infantil, cuando mi marido y yo estábamos asistiendo a una conferencia. Mientras que otros 40 niños estaban haciendo mucho ruido, él se fue a la cama a su hora habitual de acostarse y se durmió en paz, como una isla en un mar agitado por la tormenta. A pesar de que no estábamos allí para supervisarlo, su sabiduría innata le había mostrado qué hacer. Nos pareció que su maravilloso sentido de libertad e independencia en relación a la presión de sus compañeros, fue el resultado de nuestros esfuerzos conjuntos para hacer lo que es correcto, sin importar lo que otros hagan. Este pequeño incidente llevó a varios padres a acercarse a nosotros, lo que dio lugar a una larga y sanadora conversación sobre el gobierno de sí mismo en la crianza y educación de los niños.
Algunos años más tarde, cuando nuestro hijo tenía ocho, la intuición espiritual nos condujo a mi marido y a mí a dejarlo que se quedara hasta bastante tarde cada noche porque nuestro hijo sentía que necesitaba más tiempo para leer y menos tiempo para dormir. Incluso la presión proveniente de otros padres no pudo convencernos de interferir con el gobierno de sí mismo de nuestro hijo. Como se vio más tarde, esta libertad y confianza le dieron tiempo suficiente para reflexionar sobre muchas buenas ideas y ponerlas en práctica.
En verdad, un amigo estaba en lo cierto al comentar en tono de broma: “¡Toda la educación es para nada, porque después de todo, los niños van a copiar lo que hagamos!”. No son tanto nuestras palabras, sino el ejemplo lo que cuenta. La gente puede oír lo que decimos, pero estarán más convencidos por lo que realmente hagamos.
A medida que reclamamos nuestro derecho a vivir una vida de gobierno de sí mismo bajo un amoroso Padre-Madre Dios, no podremos hacer otra cosa que otorgar este mismo derecho a nuestros hijos también. Estaremos menos propensos a dejarnos influenciar por la presión de grupo, los medios de comunicación, las modas y las tendencias si nosotros, —familias, padres y niños— nos esforzamos por escuchar la voz de Dios.
Original en inglés