Es natural que los individuos y las naciones quieran sentirse seguros. A través de mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana, aprendí que puedo orar por la seguridad y volverme de todo corazón a Dios para conocer y sentir profundamente una sensación permanente y real de seguridad.
La seguridad que proviene de Dios no es precaria ni está a merced de las circunstancias materiales, sino que promueve libertad y posibilidades. Ningún mal está al acecho en la presencia de Dios. Esto se debe a que Dios, el Dios único, que es el Amor mismo, nos ama a cada uno de nosotros.
Me encanta el versículo de la Biblia que dice: “El amado del Señor habitará confiado cerca de él; Lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará” (Deuteronomio 33:12). Siento que habla de la unión indisoluble que tenemos con Dios.