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La oración y la verdadera seguridad

Del número de abril de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en JSH-Online, el 16 de noviembre de 2015.


Es natural que los individuos y las naciones quieran sentirse seguros. A través de mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana, aprendí que puedo orar por la seguridad y volverme de todo corazón a Dios para conocer y sentir profundamente una sensación permanente y real de seguridad. 

La seguridad que proviene de Dios no es precaria ni está a merced de las circunstancias materiales, sino que promueve libertad y posibilidades. Ningún mal está al acecho en la presencia de Dios. Esto se debe a que Dios, el Dios único, que es el Amor mismo, nos ama a cada uno de nosotros.

Me encanta el versículo de la Biblia que dice: “El amado del Señor habitará confiado cerca de él; Lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará” (Deuteronomio 33:12). Siento que habla de la unión indisoluble que tenemos con Dios.

Conforme con las enseñanzas de la Biblia, la Ciencia Cristiana enseña que somos uno con Dios como Su semejanza espiritual, de modo que, así como un rayo de luz no puede estar desconectado del sol que lo produce, nosotros tampoco podemos estar desconectados de Dios. En mis oraciones, busco comprender mejor mi unidad con Dios, el Amor por siempre presente y todopoderoso. En realidad, todos moramos en absoluta seguridad, vivimos en la omnipotencia y omnipresencia de Dios, las cuales, debido a la bondad pura de Dios, no incluyen nada que pueda hacernos daño.

Mary Baker Eddy, quien dio a la humanidad su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, investigó la Biblia para alcanzar su más profundo significado espiritual, incluso el significado de sucesos y términos bíblicos. Al definir el arca de Noé, ella dice en parte: “Arca. Seguridad; la idea, o reflejo, de la Verdad, que se comprueba que es tan inmortal como su Principio” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 581).

Comprender que el hombre (cada uno de nosotros) es el reflejo o imagen y semejanza de Dios, me ayuda a ver que mi vida refleja la Vida única e inexpugnable, o Dios. Esta es la Vida que todos reflejamos. Cada uno de nosotros es el preciado y valioso hijo de Dios, el Espíritu, quien es nuestra única fuente verdadera del existir. Reconocer esto fortalece nuestras oraciones por el mundo.

Al orar por la seguridad de la humanidad, veo que los temores a ser vulnerables cobran demasiada importancia. Estos temores confunden el pensamiento y oscurecen el mensaje de nuestra unidad con todo el bien, nuestra completa seguridad en Dios, que es el bien mismo. El mensaje por siempre presente que Dios nos imparte acerca de la supremacía del bien, es el Cristo. El mensaje del Cristo nos viene al pensamiento para eliminar los sentimientos de inseguridad. No solo nos brinda paz, sino que también nos guía a lugar seguro cuando escuchamos sus indicaciones. Jesús probó que su verdadera individualidad espiritual era el Cristo, a salvo del peligro. Por ejemplo, él caminó sin sufrir daño alguno en medio de multitudes llenas de ira que querían lastimarlo (véase Lucas 4:24-30). La luz de su naturaleza divina también lo capacitó para sanar multitudes mediante su comprensión de la perfección de Dios y nuestra semejanza con Dios.

He descubierto que a medida que la luz de la verdad espiritual dispersa las tinieblas del temor y la preocupación en mi pensamiento, me vuelvo más consciente de la bondad de Dios que hay a todo mi alrededor, y me he sentido guiada de maneras prácticas que me han mantenido a salvo.

Cuando la constante comprensión de la bondad y el amor de Dios impulsan el pensamiento y la acción, el odio, el temor y la agresión pierden su posición firme en nuestra vida individual, y esto contribuye a disminuirlos en la sociedad en general. En realidad, la defensa que nos brinda el Amor se encuentra en la verdad de que el Amor no conoce otra cosa más que el bien y la libertad para su amada creación. Esta ley de Amor está operando en la consciencia humana, y por ende, en la escena humana. A medida que aumenta nuestra comprensión del Amor divino, nuestra arca de seguridad se hace evidente en nuestra experiencia, y esa seguridad es percibida por los que nos rodean y más allá.

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