En una ocasión, fui con mi esposa a ver a un joyero con una bolsita de cosas que queríamos tasar: un reloj medallero, algunos anillos, uno o dos collares, y un pequeño broche que unos amigos nos habían regalado para uno de nuestros hijos pequeños. El joyero regresó de la parte de atrás del negocio con noticias que nos sorprendieron mucho. El broche era mucho más valioso de lo que pensábamos, porque era de oro 14 quilates y estaba en muy buenas condiciones.
Esto no es algo fuera de lo común. La gente con frecuencia descubre que algo que compró hace años por unos pocos dólares, y que tenía guardado, resulta ser algo sorprendentemente valioso.
Esto me ha hecho pensar en cómo nosotros, como cristianos serios, podemos apreciar más los discernimientos y verdades espirituales de la Biblia que hemos recogido y retenido a lo largo de los años, y cuyo valor puede que no apreciemos totalmente. Al reflexionar más a menudo sobre esos discernimientos y verdades —al “reevaluarlos” apreciando más su valor— vemos cosas que puede que no hayamos visto antes, y que nos impulsan a efectuar un cambio en el corazón y en la consciencia. Es posible que nos refresquen la memoria de por qué y cómo estas ideas nos vinieron por primera vez al pensamiento. Tal vez, las valoremos incluso más que antes.
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