En una ocasión, fui con mi esposa a ver a un joyero con una bolsita de cosas que queríamos tasar: un reloj medallero, algunos anillos, uno o dos collares, y un pequeño broche que unos amigos nos habían regalado para uno de nuestros hijos pequeños. El joyero regresó de la parte de atrás del negocio con noticias que nos sorprendieron mucho. El broche era mucho más valioso de lo que pensábamos, porque era de oro 14 quilates y estaba en muy buenas condiciones.
Esto no es algo fuera de lo común. La gente con frecuencia descubre que algo que compró hace años por unos pocos dólares, y que tenía guardado, resulta ser algo sorprendentemente valioso.
Esto me ha hecho pensar en cómo nosotros, como cristianos serios, podemos apreciar más los discernimientos y verdades espirituales de la Biblia que hemos recogido y retenido a lo largo de los años, y cuyo valor puede que no apreciemos totalmente. Al reflexionar más a menudo sobre esos discernimientos y verdades —al “reevaluarlos” apreciando más su valor— vemos cosas que puede que no hayamos visto antes, y que nos impulsan a efectuar un cambio en el corazón y en la consciencia. Es posible que nos refresquen la memoria de por qué y cómo estas ideas nos vinieron por primera vez al pensamiento. Tal vez, las valoremos incluso más que antes.
Cristo Jesús dijo: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mateo 13:44–46). Y Mary Baker Eddy escribe acerca de la Ciencia Cristiana: “Es el juguete y la torre de fortaleza de los queridos niños; el diccionario espiritual del hombre sabio; el dinero del pobre; sí, es la perla preciosa de la cual nuestro Maestro dijo que si un hombre la hallara, iría y vendería todo lo que poseía y la compraría” (Escritos Misceláneos 1883–1896, págs. 252–253).
Al practicar la Ciencia Cristiana, vemos que los discernimientos espirituales y las ideas divinas tienen un efecto sanador y tangible en nuestra vida. Las ideas divinas acerca de la realidad de la bondad de Dios y de la naturaleza inherente y perfecta del hombre por ser Su reflejo, no son solo teóricas. Son verdades prácticas y beneficiosas para la vida diaria. Las ideas espirituales nos permiten alcanzar una mayor comprensión del amor y el poder de Dios, lo que resulta en curación física y moral, y transforman el carácter. Es imposible conocer más plenamente la Verdad divina y no ser bendecido, porque la Verdad es todo–acción, transforma y restaura.
Jesús probó esto con sus obras sanadoras, por ejemplo, cuando fue enfrentado por un hombre demente (véase Lucas 8:26–36). El hombre parecía no tener sentido de su dignidad inherente, al no llevar puesta ropa alguna; ningún sentido de claridad mental, en el hecho de que no era capaz de controlar su comportamiento, y no tenía consciencia de su verdadera identidad. Pero el Maestro, conociendo la verdad acerca de Dios y la identidad espiritual y real del hombre, reprendió esas creencias materiales acerca del hombre, que entonces experimentó una completa y maravillosa transformación y curación. Al sentarse quieto dio evidencia de que su gobierno propio había sido restaurado. El hecho de que estuviera vestido correctamente, fue una señal de que había recuperado su respeto propio. Y el estar “en su cabal juicio”, no solo fue una evidencia de la curación, sino también una indicación de que, en cierto grado, el verdadero conocimiento de sí mismo le había sido restaurado.
Reflexionar sobre las maravillosas y tan valiosas curaciones de la enfermedad, el pecado y la muerte que realizó Cristo Jesús, nos hace tomar consciencia de un tesoro inmensurable: la comprensión de que Dios cuida de Sus hijos, a quienes creó perfectos. El hecho espiritual de que Dios es bueno, que está siempre presente y cuida por siempre de Sus hijos, Sus ideas espirituales, no tiene precio. No puede perder jamás su valor inherente o aplicación práctica. El entendimiento, aunque sea una pequeña vislumbre, de nuestra relación espiritual con Dios, la Verdad y el Amor infinitos, es siempre radiante y real.
En la Ciencia Cristiana somos bendecidos al tener actividades de la iglesia que nos permiten apreciar estos tesoros espirituales. Las estipulaciones sobre las reuniones de testimonio de los miércoles en las Iglesias de Cristo, Científico, y la publicación de testimonios en las revistas de la Ciencia Cristiana, brindan la oportunidad a aquellos que han sentido la influencia sanadora de las invalorables verdades espirituales, de compartir con otros esas experiencias. De dicho testimonio, la Sra. Eddy escribe: “Más que un mero relato de bendiciones, escala el pináculo de la alabanza e ilustra la demostración del Cristo ‘que sana todas tus dolencias’” (Manual de La Iglesia Madre, pág. 47). Esto ayuda a que predomine en nuestro pensamiento el cuidado y el amor de Dios, de modo que no olvidemos el valor de los inestimables tesoros que Él nos ha otorgado.
En una reunión de testimonios de los miércoles en particular a la que asistí, casi todos los presentes agradecieron por una curación que tuvieron. Una persona vio cómo su dedo pulgar paralizado recuperaba su movimiento normal cuando percibió la bondad siempre presente de Dios. Una urgente necesidad de tener dinero en efectivo fue respondida muy pronto cuando otro testificante comprendió que podía confiar completamente en el cuidado perpetuo que brinda el Amor divino a todos sus hijos. Otra persona se había caído por unos escalones y tenía mucho dolor, pero sanó rápidamente al saber que, por ser hija de Dios, nunca había estado fuera del cuidado de su Padre.
Estos fueron apenas algunos de los testimonios que relataron aquella noche y que hicieron que los asistentes salieran de esa reunión llenos de regocijo. Muchos se habían sentido enriquecidos al oír esos recordatorios sobre el amor, el cuidado y la bondad de Dios, así como por las pruebas prácticas y tangibles que se escucharon, claras evidencias de ese amor.
El escritor de Proverbios nos dice que mediante la comprensión espiritual tomamos consciencia de las riquezas de la bondad de Dios, herencia permanente que recibimos de Él: “Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y justicia. … Para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros” (8:18, 21). La infinitud de la bondad de Dios no puede disminuir ni aumentar. No obstante, el hecho de aprovechar la oportunidad para considerar esa bondad en nuestros corazones y mentes, multiplica enormemente nuestra comprensión del valor de la verdad espiritual, y lleva a que la bendición divina brille con mayor fulgor en nuestro pensamiento.
