¿Qué pensamos de los políticos acusados de corrupción? ¿Qué decir de los recaudadores de impuestos, la policía, los servidores públicos, o cualquiera que cae en la tentación de ser deshonesto simplemente para ganar algún dinero extra?
La mayoría de la gente reacciona con ira y odio. Pero ¿ayuda eso a corregir la situación? ¿Ayuda a aquellos que son corruptos a ser mejor individuos? ¿Nos beneficia de alguna forma el odio que sentimos? Ciertamente no.
Entonces ¿qué podemos hacer cuando leemos y escuchamos en las noticias acerca de la corrupción, o nos encontramos con una persona deshonesta en nuestra vida diaria? Podemos seguir el ejemplo de Cristo Jesús.
En una ocasión, cuando caminaba por la ciudad de Jericó, Jesús se encontró con un recaudador de impuestos llamado Zaqueo (véase Lucas 19:1–10). Zaqueo era conocido porque cobraba impuestos más altos de lo que debía para enriquecerse aún más, y la gente lo consideraba un pecador. Ese odio contra él no lo había ayudado a reformarse, pero cuando Zaqueo se subió a un árbol para ver pasar a Jesús, ocurrió algo diferente.
Zaqueo comprendió que la deshonestidad no formaba parte de su ser genuino, creado por Dios, porque Dios es Verdad, y el hijo de la Verdad es naturalmente veraz y honrado.
Fue tratado con amor. No con el amor humano que acepta el error, sino con el amor divino, que es inherente al Cristo, la naturaleza divina de Jesús. Este amor divino separa el error del individuo y destruye la deshonestidad. Ve al hijo de Dios donde parece haber un hombre deshonesto, y ama a ese hijo de Dios.
Jesús no trató a Zaqueo con odio ni lo amenazó. Jesús pidió quedarse en su casa. Zaqueo se sintió sumamente honrado de recibir al Profeta de Galilea. Y cuando Zaqueo lo recibió en su casa, se sintió tan conmovido por el amor del Cristo, que decidió corregir su actitud y ser un hombre mejor y más honrado. Le dijo a Jesús: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”.
Mary Baker Eddy escribe en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El Amor divino corrige y gobierna al hombre” (pág. 6). El odio humano no corrige ni gobierna al hombre; el Amor divino lo hace.
En el mismo libro también leemos que “el Cristo es la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (pág. 332). Jesús fue el mensajero; el Cristo es el mensaje divino que Jesús enseñó, personificó y expresó. Y Zaqueo recibió al Cristo en su casa; recibió el mensaje de Dios en su consciencia.
¿Qué decía este mensaje? Reveló la naturaleza divina del hombre. Zaqueo debe de haber comprendido que la deshonestidad no formaba parte de su ser genuino, creado por Dios, porque Dios es Verdad, y el hijo de la Verdad es naturalmente veraz y honrado. Zaqueo sintió esta verdad, y esto transformó su vida y sus acciones.
Ciertamente, los pensamientos puros y amorosos de Jesús acerca de Zaqueo, ayudaron a este a verse de una forma nueva, y esto produjo la curación. “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (Ciencia y Salud, págs. 476–477). La actitud de Jesús hacia Zaqueo es un valioso ejemplo para todos nosotros.
Entonces, ¿cómo deberíamos pensar acerca de la gente que ha actuado con deshonestidad?
Si estamos imbuidos de amor espiritual, el cual separa el error de la persona y ve al hijo perfecto de Dios donde parece haber un mortal, nuestros pensamientos y acciones ciertamente tendrán una influencia en sanar la situación.
    