Siempre me ha gustado viajar para conocer otros países y regiones. A la gente que viaja, a menudo, le fascinan las maravillas de la naturaleza y los hermosos paisajes, pero para mí lo más importante siempre han sido las conexiones e interacciones con otras personas. De manera que, por lo general, regreso de mis viajes renovada por las nuevas experiencias, y enriquecida por los nuevos contactos que he hecho.
Siempre me ha conmovido mucho el cuidado que otros brindan y lo dispuestos que están a ayudar. El amor que me manifiestan siempre parece totalmente natural, y me recuerda que la gentileza y la bondad son “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22). Son manifestaciones de Dios en la experiencia humana, donde sentimos Su presencia.
Afirmar esto mentalmente es esencial en mi preparación espiritual para cualquier viaje que hago. Otro componente de este trabajo es mitigar todas las preocupaciones y pensamientos de temor con la oración. Se necesita valor, valor para enfrentar lo desconocido e inesperado, pero cada vez afirmo que dondequiera que esté, siempre estoy en la casa de Dios, la consciencia del Amor divino. De modo que para mi protección, puedo confiar en la absoluta omnipresencia del amor de Dios por el hombre, y en la integridad de Sus leyes. Sé que como Dios es infinito, Su amor está continuamente conmigo dondequiera que voy, y Sus leyes son una protección siempre presente.
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