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La cirugía ya no fue necesaria

Del número de mayo de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


He estado estudiando y practicando la Ciencia Cristiana desde que tenía catorce años. Mi esposo la conoce y la utiliza sólo cuando la necesita.

Hace varios meses, mi esposo fue a ver a un doctor para hacerse un chequeo que incluía un electrocardiograma. Consultó con un cardiólogo que le hizo más estudios, y diagnosticó que tenía obstruidas algunas arterias. Los médicos decidieron intervenirlo quirúrgicamente, pero antes de hacerlo, le pidieron que se hiciera otra prueba para ver el grado de las lesiones. 

Mi esposo solicitó un turno para hacerse la prueba, y se lo dieron para quince días después. Durante este tiempo nos dedicamos a orar profundamente insistiendo en su verdadera identidad como hijo de Dios, espiritual y perfecto. Me apoyé mucho en “la declaración científica del ser”, la cual indica claramente qué es el hombre, al decir en parte: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 468). Oré durante horas y sentí la presencia del bien, Dios. 

Mi esposo leía artículos sobre la Ciencia Cristiana que le fui dando. No le dijimos nada a nadie; no conversé sobre el tema con nadie ni siquiera con familiares muy cercanos. Permanecimos con nuestro pensamiento firme en su verdadera identidad. Declarábamos que Dios jamás había creado a Rubén (mi esposo) materialmente, con arterias, o que pudiera haber alguna obstrucción. Él estaba siempre sano, y sus funciones eran perfectas y sin impedimento alguno. Nos mantuvimos firmes en la Verdad. 

Llegado el día del estudio, tuvimos que esperar más de una hora, así que aprovechamos para hacer una caminata bordeando el río, mientras en voz alta repetíamos las ideas espirituales que sabíamos acerca de Dios y el hombre. La prueba duró más o menos diez minutos, y después nos fuimos a casa tranquilos. A las 48 horas nos entregaron el informe el cual decía que no había obstrucción de ningún tipo, que ambas arterias estaban sanas. 

Se lo llevamos al cardiólogo que había hecho el diagnóstico, y muy sorprendido dijo que seguramente habían transcrito mal el informe. Llamó delante de nosotros al médico que había hecho el estudio, y le pidió que por favor verificara ese estudio y revisara el informe que seguramente estaba equivocado. El colega le respondió que no había ningún error, y que no había razón alguna para hacer una intervención quirúrgica. El cardiólogo cortó la comunicación. Estaba muy extrañado y no supo qué decir. Finalmente dijo: “Bueno, está todo bien”. Nos fuimos muy contentos, y agradecidos a Dios.

Mi esposo ha hecho grandes cambios en sus hábitos desde que conoce la Ciencia Cristiana. Dejó de fumar hace años, vicio muy arraigado que tenía desde joven; fumaba más de tres atados por día. Ahora, dedica su tiempo a sus negocios, nuestra familia y a progresar en aquello que realmente nos gusta.

De más está decir que todo esto es producto del amor de Dios por Sus hijos, que cuando oramos para estar en comunión con Él y Lo comprendemos mejor, comprobamos que Dios es el bien siempre presente, porque el bien fluye de manera natural en nuestras vidas. 

Cada paso que doy diariamente lo hago apoyándome en Dios, viendo Su perfección en todas partes. Y si aparecen dificultades, he aprendido a no desesperarme; calmadamente dirijo mi pensamiento a Dios, sabiendo que Él ya está resolviendo y haciéndose cargo de la situación. 

Nora Capellera, Rosario

Comentario de Rubén

Soy el esposo de Nora. Quiero informarles que lo expuesto en el testimonio enviado sucedió tal como está relatado. Al día de hoy, sigo gozando de buena salud y progresando en todas mis actividades y trabajo, y con mis amistades y familia, ya que la curación física fue sólo una parte de la curación. El confiar plenamente en el amor de Dios que nos protege incondicionalmente, hizo que otros aspectos de mi vida mejoraran, por esto estoy infinitamente agradecido por contar siempre con la oración y las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. 

Rubén Cervigne

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