Cuando tenía 17 años, comencé a sentirme sola, decepcionada y abandonada por todos. Pensaba que mi felicidad dependía de otras personas, del amor que ellas me pudieran dar, amor condicionado a que fuera tan perfecto, que yo no me sintiera decepcionada.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!