Un día, cuando me estaba quedando en una de las grandes ciudades de mi país, tuve una demostración del maravilloso poder de protección que rodea a los hijos de Dios. Ocurrió lo siguiente.
Antes de regresar a Brazzaville, la ciudad capital donde resido, decidí visitar a mi sobrina que vive con su papá, en esta otra ciudad. Cuando llegué a su casa, se abalanzó sobre mí un perro grande, que cuidaba la propiedad, y que alguien había olvidado atar a su cadena de seguridad. Tan pronto mi mano tocó el portón, el perro, furioso, se lanzó hacia mí, con su boca abierta, listo para atacar. Yo estaba aterrada, pero todo ocurrió tan rápidamente que solo tuve tiempo de decir: “¡Dios mío, esto no es verdad!” Esta oración negando el peligro aparentemente inminente, detuvo el movimiento del perro, cuando él ya tenía sus patas en mis hombros y su hocico justo frente a mi cara. Entonces, sus patas bajaron al suelo, tocándome muy levemente. Actuó como si me reconociera, aunque yo nunca antes lo había visto.
Estuvimos frente a frente por un momento, hasta que una joven que estaba atrás de la casa vino y lo llevó a donde generalmente lo tienen atado. Luego ella me permitió entrar en la casa para que esperara a mi sobrina y a su padre.
Mientras los esperaba en la sala de estar, reconocí que Dios realmente le había dado dominio al hombre sobre Su creación. En Génesis leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (1:26). También pensé en el Salmo 91, donde dice: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (versículo 1).
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514). De modo que insistí en saber que, en esta armonía espiritual, el perro era útil, inofensivo e indestructible, al cumplir su función como guardián y no atacando personas inocentes. Él fue receptivo al Amor divino, cuya presencia mi oración había reconocido.
Cuando mi sobrina y su padre regresaron a casa y se enteraron de lo que acababa de pasar, se quedaron sin habla, estaban preocupados y sorprendidos a la vez. Preocupados porque el perro ya había lastimado seriamente a dos intrusos, y sorprendidos de saber que no me había hecho daño.
Ese día comprendí que estamos todos bajo la protección de Dios, como dicen las Escrituras. Todos podemos comprender esta verdad y aplicarla, como aprendemos en la Ciencia Cristiana.
Esta experiencia también me llevó a entender mejor lo que ocurrió en el foso de los leones, donde arrojaron a Daniel. Él probablemente vio que esos animales no lo podían matar, porque todos hemos sido creados por el mismo Dios, bueno y armonioso. La historia de Daniel en el foso de los leones se encuentra en la Biblia, en el sexto capítulo de Daniel.
Esta comprensión espiritual también puede aplicarse a las interacciones entre los hombres, puesto que todos somos hijos del único Padre, Dios. Cuando comprendemos que aquellos que piensan que son nuestros enemigos, son en realidad seres perfectos, espirituales, creados por Dios, contribuimos a eliminar el odio y el deseo de violencia. En la página 471 de Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy nos dice: “… la Ciencia no conoce ninguna interrupción de la armonía ni retorno a ella, sino que mantiene que el orden divino o la ley espiritual, en el cual Dios y todo lo que Él crea son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna”. Dios está siempre presente, y solo tenemos que tomar consciencia de este hecho para ser bendecidos por él.
Para mí, esta experiencia ha corroborado una vez más mi decisión de servir y amar a Dios.
Marie Boleko, Brazzaville
