Anhelaba encontrar respuestas. Había estado orando diligentemente durante semanas y meses, buena parte del tiempo con la ayuda amorosa, tierna e inspirada de un practicista de la Ciencia Cristiana. Ansiaba tener la certeza de que mi decisión de dedicarme a la venta inmobiliaria comercial había sido realmente guiada por Dios. Había dado todos los pasos imaginables para obtener la capacitación necesaria, y trabajado incansablemente poniéndome en contacto con propietarios de inmuebles y potenciales compradores. Aunque de esta forma establecí muchas relaciones positivas, no obtuve ningún beneficio económico.
Sabía que mis móviles eran correctos: no había elegido esta actividad con la ambición de ganar dinero, sino con el deseo entusiasta de bendecir a las personas con las que entraba en contacto mediante mi conocimiento del mercado inmobiliario. Sin embargo, mi esposa y yo teníamos grandes dificultades para cumplir con nuestras obligaciones financieras.
Me di cuenta de que la abundancia y la provisión del Amor divino eran permanentes, inagotables, completas y estaban presentes.
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