El mundo está inundado de revistas impresas y digitales, desde títulos respetables que han sido publicados hace más de 100 años, hasta empresas incipientes y dinámicas en línea y publicaciones que imponen al público las llamadas noticias falsas publicadas en las redes sociales. Pero hay una serie de revistas tradicionales, incluida esta misma, que cumplen una función única entre los millones de palabras que circulan. El tema de estas publicaciones —tanto en versión impresa como digital— es la Ciencia Cristiana; y sus autores y redactores escuchan y traen a la luz al Cristo, que eleva e ilumina a los corazones receptivos que están listos para ser transformados y sanados.
Hace poco conversé con Barbara Vining, la actual Redactora en Jefe de estas revistas únicas, sobre la función que desempeña el Cristo cuando se escribe y se revisan textos para estas publicaciones de la Ciencia Cristiana.
TL: Barbara, en 2015 se publicaron más de 7.000 revistas, tan solo en los Estados Unidos, y eso sin contar las revistas digitales que no se imprimen. ¿Cómo describirías lo que tienen para ofrecer las revistas producidas por La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana que hacen que se destaquen entre las demás?
BV: Así es, se destacan, porque tienen un propósito como ninguna otra. Los artículos y testimonios que se publican en estas revistas provienen directamente de personas de todo el mundo que han estado escuchando la voz del Cristo —la voz del Consolador, la Ciencia Cristiana— en su empeño en seguir la verdad que enseñó Cristo Jesús y ponerla en práctica para poder ser sanadores.
Cuando Mary Baker Eddy descubrió las leyes de Dios propias del Cristo que sanan, y escribió lo que descubrió, dijo que era “una escriba bajo órdenes” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 311). ¡Eso es impresionante! Sabía que la revelación había venido de Dios, y que Dios le había dado la responsabilidad de poner por escrito lo que Él le estaba diciendo.
Así que ella estaba escuchando y orando para saber con exactitud qué había recibido y cómo podía transcribirlo de manera que otras personas pudieran entender su significado y demostrarlo sanando, tal como ella lo había estado haciendo. Y mientras escribía el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, y pasaba por las distintas etapas para establecer el movimiento de la Ciencia Cristiana, esto fue lo que siempre la estuvo guiando: que ella era una escriba bajo órdenes. Y cuando comenzó las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, ella oró por cada una para entender su propósito individual.
La función de las publicaciones periódicas es demostrar cómo los estudiantes del libro de texto sobre la Ciencia Cristiana están probando que la Ciencia del Cristo se aplica a la gran multitud de necesidades humanas. Es un obsequio que hemos recibido de Dios, y que podemos compartir por medio de las revistas.
Luego de fundar The Christian Science Monitor, la cuarta y última publicación periódica que estableció, ella incluyó en su primera edición un editorial llamado “Algo en un nombre”, que más tarde fue incluido en el libro La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea en la página 353. El mismo define el propósito de cada una de las publicaciones periódicas. Dijo que The Christian Science Journal estaba “destinada a dejar constancia de la Ciencia divina de la Verdad”. Ninguna otra revista tiene ese propósito. Del Sentinel, dijo que su propósito “es mantener guardia sobre la Verdad, la Vida y el Amor”; estos son sinónimos de Dios. Estuve pensando en ello. ¿Cómo se mantiene guardia sobre Dios? Pues, de hecho, el Sentinel mantiene guardia sobre la clara presentación de la Verdad, la Vida y el Amor, para mostrar cómo Dios trae curación a la humanidad en todos los aspectos de las necesidades humanas. Y luego tenemos El Heraldo de la Ciencia Cristiana, que se publica en varios idiomas “para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad”, y que amplía el alcance de este mensaje que proviene de Dios, demostrando que la Ciencia Cristiana es universalmente práctica y demostrable. Y para completar esta alcance sanador de la Ciencia Cristiana para toda la humanidad, el objetivo del Monitor es “difundir indivisa la Ciencia que opera sin agotarse. El propósito del Monitor es no hacer daño a nadie, sino bendecir a toda la humanidad” en su cobertura diaria de las noticias del mundo. De modo que las publicaciones periódicas tienen misiones muy distintivas, y los que trabajan para ellas tienen el mandato de llevar adelante esas misiones.
Y es realmente notable que los artículos religiosos que uno lee en el Journal, Sentinel y Heraldo, así como en la columna del Monitor, “Una perspectiva de la Ciencia Cristiana”, no han sido redactados por escritores profesionales, sino por personas de todo el mundo que han estudiado y practicado este Cristo, la Verdad, en su vida diaria. Ellos simplemente obsequian su inspiración y experiencia para ayudar a otros en su búsqueda de curación y comprensión espiritual.
Una de las cosas que aprecio mucho es una cita de la Sra. Eddy de Ciencia y Salud que ha guiado la manera en la que pienso y escribo para las publicaciones periódicas. Ella dice: “El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos informes en sus conductos adecuados, y desarrolla estos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado con el fin de que el propósito pueda aparecer” (pág. 506). Las publicaciones periódicas son los conductos mediante los cuales los pensamientos de Dios pueden llegar a los lectores. Por tanto, cada colaborador de las publicaciones periódicas está escuchando al Cristo, el espíritu de Dios; escuchando los pensamientos que Dios le está presentando para que comprenda, lleve a la práctica y comparta con otros en estas publicaciones.
Cada autor, al igual que cada uno de los hijos de Dios, es un representante o un testigo de Dios y Su verdad. Y cada uno de nosotros tiene una voz distintiva, una manera única de expresar las ideas que recibimos de Dios. Entonces, no hay ni una sola persona que quiera contribuir a las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que no tenga una voz distintiva y un entendimiento que le ha llegado por medio de su amor por la Ciencia Cristiana, de su estudio y práctica. De manera que, cada uno de ellos tiene algo muy especial para compartir. Es un obsequio que cada uno está dando. No se trata de algo personal; no es pensar: “¿Les gustará cómo escribo?”. No, no se trata de eso. Significa que Dios nos ama a cada uno de nosotros lo suficiente como para darnos la oportunidad de percibir algo claramente, de comprenderlo y de aprender cómo compartirlo por escrito con otros, de manera que ellos puedan entenderlo. Es un bello obsequio para dar.
Me encanta esa frase que citaste de Ciencia y Salud acerca de que Dios reúne “los pensamientos informes en sus conductos adecuados”, porque en cierta manera, tal como lo has dicho, hemos recibido las publicaciones periódicas por medio de la visión que Mary Baker Eddy tenía para su iglesia, como “conductos adecuados” para llegar a la humanidad con el mensaje sanador de la Ciencia Cristiana.
Así es. A medida que recibimos ideas y entendimiento —a medida que escuchamos a Dios y permitimos que Él reúna esos pensamientos informes en nuestra consciencia— podemos canalizar esas ideas por los “conductos adecuados” de las publicaciones periódicas.
Es maravilloso. Y cuando, por así decirlo, encomendamos nuestro obsequio por medio de las revistas, tenemos en el Manual de La Iglesia Madre, los Estatutos gobernantes, donde el mismo establece La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana para cumplir varios propósitos, incluidas las publicaciones periódicas. Y pide que la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana se asegure de que las publicaciones periódicas de la Iglesia “sean adecuadamente redactadas y que se mantengan a la altura de la época” (Mary Baker Eddy, pág. 44). Así que cuando la gente ofrece ese obsequio, ¿qué quiere decir con que serán “adecuadamente redactadas”?
Me gusta pensar que todos nosotros, autores y redactores, estamos dispuestos a que Dios nos corrija —dispuestos a que nuestra consciencia sea puesta en consonancia con el amor de Dios, Su verdad, Su bondad— en nuestras vidas, y también al escribir y revisar. Estamos todos aprendiendo juntos.
Estuve leyendo a Adam Dickey, en especial sus memorias de Mary Baker Eddy. Él fue su secretario por varios años, y ella tenía la costumbre de revisar todo el tiempo, incluso las cartas que él escribía en nombre de ella. Y ella lo llamaba para que fuera a su estudio, y le decía que tenía que revisar una carta de nuevo y agregarle algo, o hacer una corrección. Él cuenta que en una ocasión, después de que “cierta carta ya estaba terminada, e incluso firmada por ella, lo volvió a llamar y le dijo: ‘Sr. Dickey, debo disculparme por llamarlo tan seguido y molestarlo tanto, pero ¿sería tan amable de traerme esa carta otra vez?’ ”. Luego de hacer la revisión final, escribió lo siguiente en la parte superior de la carta: “Recuerde que se prevé que la llamada mente humana aumente en sabiduría hasta que desaparezca, y la Mente Divina sea vista como la única Mente” (Memoirs of Mary Baker Eddy, p. 85, © The Mary Baker Eddy Collection). Eso me encanta porque le quita todo ese sentido personal de “¿Puedo hacer esto? ¿Será aceptable?”. Significa escuchar a Dios y dejar que nos haga crecer en sabiduría y entendimiento; así que, en cierta manera, podríamos decir que somos también escribas bajo las órdenes de Dios.
Recuerdo que como colaborador, hubo una época en que enviaba un artículo, y me hacían correcciones, y yo me mostraba reacio a aceptarlas. Y mi proceso de oración fue justamente tal como lo describes. De pronto pensé: “Un momento. Como Científico Cristiano, toda mi vida se basa en permitir que Dios corrija mi pensamiento, para que esté más en concordancia con el Cristo, la verdadera idea del hombre de Dios”; y, de repente, me pareció tan natural aceptar el proceso de trabajar con los redactores, y de saber que podíamos encontrar la manera correcta de decir algo y de trabajar juntos. Y eso hizo que se manifestara en mí la humildad que necesitaba, y me sentí muy agradecido por ello.
Qué estupendo. De lo que en realidad estamos hablando es de nuestro enfoque y actitud al colaborar con artículos o testimonios para las publicaciones periódicas; se trata de escuchar a Dios, permitir que el Cristo corrija nuestro pensamiento para sacar a la luz la clara verdad metafísica, junto con el cristianismo de la Ciencia Cristiana. Y eso es precisamente lo que hizo la Sra. Eddy.
Debemos asegurarnos de dedicar tiempo a escribir. Hice eso durante muchísimos años, pero no quiere decir que uno se la pase escribiendo, sino que dedica tiempo a escuchar las ideas y cómo se relacionan con las necesidades humanas y con la curación.
Sabes, la Sra. Eddy escribió Ciencia y Salud, y dijo que era una explicación completa de la Ciencia Cristiana —su Principio divino y las reglas para su práctica— pero en el Prefacio dice que no le era posible incluir toda su aplicación en este libro. Ella dijo: “La autora no ha comprometido la conciencia para acomodarla a la corriente general de pensamiento, sino que ha dado franca y honradamente el texto de la Verdad. No ha hecho ningún esfuerzo por embellecer, elaborar, o tratar en todos sus detalles un tema tan infinito” (pág. x).
Esa es la función de las publicaciones periódicas: demostrar cómo los estudiantes de su libro de texto sobre la Ciencia Cristiana están probando que la Ciencia del Cristo se aplica a la gran multitud de necesidades humanas. Es un obsequio que hemos recibido de Dios, y que podemos compartir por medio de las revistas. Y sí, tenemos que representar y manifestar la letra, las verdades de la Ciencia Cristiana, de manera correcta; eso es de suma importancia, imprescindible. Pero es el Espíritu el que sana. Es ese propósito desinteresado, la humildad, que saca a la luz la voz del Cristo de la forma tan distintiva en que nuestras voces pueden expresar estas ideas: nuestra propia experiencia y entendimiento, nuestra práctica y prueba de la Ciencia Cristiana y también la diversidad de nuestros entornos culturales, pues todos venimos de distintas experiencias humanas.
Es algo tan rico que podemos compartir nuestras distintas voces. Y al hacerlo, el objetivo es ofrecer una presentación clara de la verdad espiritual respecto al tema en cuestión, escribir para que cualquiera pueda entenderlo, ya sea que tenga o no conocimiento previo de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana; para expresarlo claramente. Y cuando hacemos esto se aclara nuestro propio pensamiento.
Cuando empiezas a escribir, y en lugar de pensar “Sé sobre qué quiero escribir”, dices “tengo una idea de algo que necesita curación, o de un tema metafísico que ayudará a los lectores, así que voy a escuchar a Dios y dejaré que Él clarifique mi pensamiento, dejaré que el Cristo, la Verdad, prepare mi pensamiento para la curación, para así poder plasmarlo por escrito”, es cuando el autor, los redactores, los lectores y aquellos que buscan curación se sienten inspirados por el Cristo. Y el lector puede que piense: “Quiero leer otros artículos que haya escrito este autor”, pero lo que realmente está diciendo es que le encanta la voz del Cristo que se ha manifestado.
Esto me recuerda algo en la página 504 de Ciencia y Salud que me ha guiado cuando escribo. La Sra. Eddy dice: “Los rayos de la Verdad infinita, cuando se juntan en el foco de ideas, traen la luz instantáneamente...”.
Eso es muy bello, y acaso no nos está diciendo que aunque no escribimos por la recompensa, es una maravillosa recompensa en sí, puesto que en efecto, uno es la primera persona que recibe el obsequio de esa claridad de pensamiento, porque has recurrido a Dios, y por medio del Cristo tu entendimiento y hasta tu propia experiencia mejoran porque estás empezando a percibir más del impulso espiritual que respalda el tema. Y luego lo compartes, que es lo que quieres hacer, pero en cierto sentido, tú eres el primero que recibe los beneficios.
Así es, y por más experimentado que seas o no para escribir, lo que importa es que lo compartas. Entonces se está produciendo una curación en el autor, la que llega a todo aquel que se ponga en contacto con él, porque la consciencia del autor ha sido elevada para permitir que el Cristo resplandezca, y se sienta el amor de Dios. Y también lo sienten los redactores.
Yo tuve una lindísima experiencia como esa cuando escribí un artículo que pasó por el proceso de revisión, y luego se publicó. En la época en que el Sentinel se entregaba solo por correo, yo estaba enfermo, y abrí el Sentinel y vi mi artículo. Habían tomado unas palabras de mi artículo para resumirlo, y me sané con esas palabras.
¡Qué hermoso! Y eso demuestra que no era personal, sino que venía del Cristo, y satisface la necesidad humana, ¿verdad?
¡Justamente! Esa era precisamente la situación. Barbara, busqué tu nombre en JSH-Online.com, donde se puede explorar la colección de archivos de artículos que se han escrito desde hace más de cien años, y a ti te han publicado cientos de artículos. Así que es apropiado decir que eres “experimentada”. Entonces, dime ¿cómo abordas un artículo, desde que lo escribes hasta que lo llevas al punto que está “adecuadamente redactado”?
Escribí un artículo acerca de esto en el número de agosto de 1992 del Journal, que se encuentra en JSH-Online. Se llama “Writing: making oneself available to God” [Escribir: estemos disponibles para Dios]. Enfrentar con humildad el proceso de escribir eleva nuestro pensamiento, y lo convierte en un proceso de aprendizaje inspirador.
Claro, todos tienen un método distinto, pero siento que hay algunos elementos que son generalmente útiles: Elijo un tema y busco en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy para ver qué puedo encontrar al respecto. Escribo una oración con la idea central sobre la cual desarrollar el artículo, y me concentro en eso. El artículo puede incluir un ejemplo, una curación o un relato bíblico que ilustre esa idea. Y para que sea claramente un artículo de la Ciencia Cristiana, debe hacer referencia a Cristo Jesús y a Mary Baker Eddy, y también incluir explicaciones metafísicas que den claridad al mensaje. Es útil escribir teniendo presente el sentido espiritual de todos lectores, que les permite entender las ideas espirituales.
Con frecuencia, siento la necesidad de dejar todo de lado, y en oración confiar en Dios para que renueve mi inspiración, para recibir algo en lo que no había pensado antes. Cuando eso sucede, sé que Dios me está guiando en lo que escribo, y me siento muy feliz de encontrar esta nueva comprensión. Entonces, empiezo a escribir y todo fluye. Me encanta esa disciplina espiritual.
Lo más importante es que el mensaje de Dios llegue a los lectores de forma que puedan entenderlo.
Cuando un colaborador llega al punto donde siente que ya tiene un artículo terminado y listo para enviar, en el Journal, Sentinel y Heraldo nos encargamos de corregirlo adecuadamente. ¿En qué consiste ese proceso?
Creo que como colaborador, desde el principio le has prestado mucha atención, has orado mucho al respecto, sientes que te ha venido mediante la inspiración; pero quizás quieras considerarlo pensando que te encantaría que lo revisaran.
¡Qué buena idea!
Sí, en vez de simplemente pensar “espero que les guste”. Porque ahora alguien más leerá el artículo, un redactor que puede decir: “¿Qué quisiste decir con esto?” De manera que necesitamos la opinión de esa gente: un Redactor, un Redactor Adjunto y, por último, el Redactor en Jefe. Y habrá comunicaciones entre los redactores y el autor.
Queremos mucho a nuestros escritores. Los atesoramos porque sin ellos no tendríamos nada para publicar. Así que nos esforzamos por alentarlos todo lo posible.
Suele haber cierta comunicación entre los redactores y el autor, y es fundamental darse cuenta de que nada está en su forma final hasta que se envía para publicación, ya sea en versión impresa o en la web. Un par de días antes de que eso ocurra, el Redactor en Jefe revisa el número en páginas impresas, y a veces quedan por hacer cambios menores. En ocasiones, surge algo más importante, y los autores deben entender que no les prometemos publicarlo, incluso cuando hemos estado revisando un artículo y lo hemos programado para determinado número. Nosotros tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que cada artículo cumpla con la misión estipulada de cada publicación periódica, y de que estamos permitiendo que Dios nos corrija —que corrija nuestro entendimiento— a lo largo de todo el proceso. Esto es parte de asegurarnos de que las publicaciones sean “adecuadamente redactadas”.
Por último, pero no menos importante, Barbara, la segunda parte de nuestro mandato del Manual de la Iglesia es que debemos mantener las publicaciones “a la altura de la época”, y esa es una instrucción muy específica. Y hoy en día, claro, eso entraña no solo el contenido, sino nuevas formas de publicación: publicación en la web, redes sociales y aplicaciones. ¿Cómo vemos ese desarrollo para las publicaciones de la Ciencia Cristiana?
Ciertamente es importante, pero debemos avanzar escuchando por medio de la oración. Es algo que atesoramos. Y hemos estado usando la web en cierta medida, pero queremos utilizarla más, incluidas las redes sociales. Pero al igual que cuando escribes un artículo, no hay que apurar las cosas; debemos dejar que se manifieste como un monólogo interior. Debemos escuchar al Padre, al Cristo, y estar humildemente dispuestos para saber qué dirección tomar con todas estas nuevas oportunidades. Y queremos decirles que recibimos con agrado las sugerencias de nuestros lectores mientras seguimos avanzando.
Así es, y quisiera dejar un comentario de mi parte. Hay algo que se llama crowd sourcing (colaboración del público), que es cuando todos juntan ideas de otra gente de manera voluntaria, y obtienen como resultado lo mejor. En cierta forma, esto es lo que las publicaciones periódicas han estado haciendo durante mucho tiempo. Siempre fueron escritas por los lectores, ¿verdad?
Sí, así es. De hecho, la Sra. Eddy dijo una vez que estaba recibiendo muchas cartas maravillosas de miembros de su Iglesia, y que de ahora en más se las enviaría a las publicaciones periódicas (véase Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 155). Este es el conducto básico, ¿no es así?
Sí, y es un conducto estupendo. Se trata del Cristo; el Cristo que se manifiesta por medio de cada uno de nosotros para que colaboremos y trabajemos juntos.
Es maravilloso, y sabes, algo de lo que no hablé es que no nos gusta usar la palabra rechazo. Jamás rechazamos a un autor cuando un artículo no llega a publicarse. Valoramos muchísimo su colaboración, y buscamos oportunidades para aprender y crecer juntos. Incluso si un artículo o testimonio no se elige para publicación, este contiene curación —inspiración que llega a la atmósfera mental— y nos sana mientras lo leemos.
Sí, hace poco, uno de mis colegas redactores dijo que tenían uno de esos artículos que no llegó a publicarse, pero que se sanaron gracias a un pensamiento que el mismo contenía.
Sí, eso pasa todo el tiempo.
¡Qué estupendo! De modo que, somos un gran equipo, ¿no? Los escritores, los redactores y los lectores.
Así es. No se compara con ninguna otra actividad editorial en el mundo.
Publicado originalmente en The Christian Science Journal de Marzo de 2017.
