Cuando pienso en las lecciones fundamentales de las Escuelas Dominicales de la Ciencia Cristiana, en particular los Diez Mandamientos, el Sermón del Monte y el Padre Nuestro con su interpretación espiritual dada en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me doy cuenta de que la Escuela Dominical es uno de los lugares más queridos de la tierra.
Asistí a la Escuela Dominical hasta los veinte años. Las enseñanzas que recibí me bendijeron de innumerables maneras y me ayudaron a demostrar inteligencia, sabiduría y valor moral cuando estaba en la escuela y en la universidad. Después de graduarme de la Escuela Dominical, me hice miembro de una iglesia filial de la Primera Iglesia de Cristo, Científico. Fue entonces cuando me invitaron a servir como maestro de la Escuela Dominical. ¡Y estuve muy feliz de aceptar esta tarea! Aunque no era difícil para mí, se trataba de una experiencia nueva. En realidad, esta asignación iba a ser algo diferente: La clase se llevaba a cabo afuera de la iglesia, en un centro académico para niños menos favorecidos, de siete a diecinueve años. El jefe del centro quería que la educación espiritual de estos niños fuera proporcionada por Científicos Cristianos.
Al principio, yo era el único maestro de la Escuela Dominical allí, pero luego otros dos miembros de mi iglesia filial se me unieron. Su llegada permitió normalizar las cosas y dividimos el grupo grande en tres clases diferentes según la edad. Yo terminé enseñando a los alumnos de quince a diecinueve años.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!