Hace unos veranos, mi papá y yo estábamos viendo una película. En un momento dado, hicimos una pausa, y él fue a buscarme palomitas de maíz. Cuando regresó, me dio las palomitas y luego saltó sobre la cama donde estábamos sentados. Ocurrió que mi pie estaba justo donde él cayó, y como resultado el tobillo quedó muy lastimado.
Le dije a mi papá que me dolía mucho, y él sugirió que oráramos. He tenido otras curaciones por medio de la oración, la cual me ayuda a sentirme tan cerca de Dios que el dolor, el miedo o lo que sea, desparece y me sano. Así que mi papá y yo oramos por eso esa noche. Pensé en mi identidad espiritual como reflejo de Dios. Puesto que soy espiritual, un accidente no puede cambiarme. No puede tocarme, así como el número cuatro no puede ser aplastado o roto, porque es una idea, y una idea se mantiene perfecta. De la misma manera, yo soy siempre perfecto, como Dios me creó.
Pero por la mañana, cuando me desperté, el tobillo todavía me dolía y no podía moverlo ni ponerle ningún peso encima.
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