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Comprender el Principio en momentos de crisis

Del número de agosto de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Apareció primero el 20 de mayo de 2024 como original para la Web.


¿Crees en Dios? ¿Crees que hay un Creador —una Inteligencia que hizo todo lo que existe? Incluso si no crees en Dios, te invito a reflexionar acerca de del poder divino. ¿Por qué? Porque gran parte de la humanidad está sufriendo. Y, de acuerdo con mi propia experiencia, conocer nuestra “relación” con este creador, a quien muchos llaman Dios, es fundamental para encontrar alivio y esperanza.

Todos pasamos por situaciones que no quisiéramos vivir. Sin embargo, me he dado cuenta de que cuando recurrimos a la Divinidad, logramos salir de una dificultad, quizá no siempre tan rápido como nos gustaría, pero sí más fortalecidos. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana me han capacitado para encontrar a la Divinidad.  

Esta Ciencia nos muestra que están en operación leyes espirituales que mantienen a toda la humanidad. ¿Qué es una ley espiritual? Bueno, podríamos comenzar comprendiendo qué es una ley. La Real Academia de la Lengua Española da varios significados, entre ellos:

“1) Regla fija a la que está sometido un fenómeno de la naturaleza;

2) Cada una de las relaciones existentes entre los diversos elementos que intervienen en un fenómeno;

3) Precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados”.

Comprender que una ley es inamovible, que es justa y es dada por una autoridad, me inspira a conocer, comprender y querer poner en práctica las leyes de Dios.

Años atrás, cuando estaba comenzando el estudio de la Ciencia Cristiana, me resultaba un tanto difícil comprender la ley espiritual y la palabra Principio, que la Sra. Eddy —Descubridora de la Ciencia Cristiana y autora de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras— usa como un nombre para Dios. En oración, le pedí a Dios que me diera la forma de entender mejor el Principio y la ley espiritual. Así fue como vivencié una “conversación”, por así decirlo, con el Principio divino, Dios.  

Sé que puede sonar extraño, pero no se me ocurre otra manera de explicarlo, porque efectivamente fue un diálogo. Había de mi parte preguntas y respuestas que me vinieron de Dios. El asunto es que me hizo entender lo que es una ley a través de algo tan cotidiano como hervir agua.

Normalmente, cuando deseamos tomar algo caliente, ponemos agua a hervir. Podría asegurar que a nadie se le ocurriría rogar al agua, al fuego o a la electricidad, mucho menos a Dios, para que el agua hierva, porque nos es obvio que así será. Aprendimos a temprana edad esta ley de la física y hoy, simplemente la usamos.

Pero conocer, comprender y aplicar las leyes espirituales transforma nuestras vidas. La Biblia las contiene, y Ciencia y Salud nos enseña a utilizarlas.

Este es un ejemplo de cómo pueden aplicarse las leyes espirituales. En una ocasión, fui mordida por uno de mis perros, al intentar separarlos de una pelea que estaban teniendo. El colmillo del perro me atravesó la piel de la mano causándome un dolor muy intenso. A los pocos minutos mi mano estaba completamente inflamada y el dolor se había extendido hacia el brazo.

Decidí apoyarme en las leyes espirituales para que me ayudaran con esta dificultad. Pasé por momentos de mucho temor, y a ratos cruzaba por mi mente acudir por ayuda médica, pues era evidente que se estaba desarrollando una infección. No obstante, decidí orar “sin cesar”, examinarlo “todo” y retener “lo bueno”, como nos dice la Biblia que hagamos (1 Tesalonicenses 5:17, 21).

También comencé a hacer lo que Ciencia y Salud nos instruye hacer en la página 390: “Cuando los primeros síntomas de enfermedad aparezcan, impugna el testimonio de los sentidos materiales con la Ciencia divina. Deja que tu concepto más elevado de justicia destruya el falso proceso de las opiniones mortales que tú llamas ley, y entonces no estarás confinado en un cuarto de enfermo ni postrado en un lecho de dolor en pago del último cuadrante, el último castigo exigido por el error. ‘Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino’. No permitas que ninguna pretensión de pecado o de enfermedad crezca en el pensamiento. Deséchala con una permanente convicción de que es ilegítima, porque sabes que Dios no es el autor de la enfermedad, así como no lo es del pecado. No tienes ninguna ley de Dios que apoye la necesidad del pecado o de la enfermedad, sino que tienes autoridad divina para negar esa necesidad y sanar a los enfermos”.

Además, recordé una frase como título marginal en la página 525 de Ciencia y Salud que dice: “No hay creación nociva”. Esto me ayudó a comprender que espiritualmente, nada vano o destructivo puede ser creado, así que mis perros, como creación divina, no podían causarme mal alguno.

Estas palabras, conjuntamente con la negación de lo que los sentidos me estaban mostrando, fueron progresivamente eliminando mi temor. Cada vez que miraba mi mano, no aceptaba ni la inflamación ni la infección, pues se me fue haciendo más evidente la ley espiritual de la perfección. Comprendí que mi ser verdadero es perfecto y espiritual, porque todo lo que Dios ha hecho es perfecto y espiritual. Fue entonces que mi mano, ante mis ojos, fue volviendo a su estado natural.  

En menos de una semana todo había vuelto a la normalidad, y me sentí más fuerte como resultado de esta experiencia. Apoyarme en la ley espiritual produjo la curación, y fue tan natural como saber que el agua herviría.

De cada experiencia sanadora que he tenido, he podido vislumbrar la eficacia de establecer en mi pensamiento las verdades y leyes espirituales de Dios, el Principio divino. Lo maravilloso es que las leyes del Principio son tan poderosas hoy en día como cuando fueron relatadas en la Biblia. Invito a cada lector a aprender más acerca de las leyes de Dios y probarlas, no solo para ellos mismos, sino para la curación del mundo.

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