No tengo palabras para describir mi gratitud por la Ciencia Cristiana, y por las muchas pruebas de su eficacia que mi familia y yo hemos presenciado a lo largo de los años.
Quiero compartir una curación que ha sido muy especial para mí.
Hace años, participé en un evento para recaudar fondos en mi comunidad. Yo estaba encargada de preparar el postre que se pondría a la venta.
El día del evento yo estaba afuera, parada junto a una olla ancha y honda llena de aceite hirviendo, haciendo picarones, que son unas masas fritas. Mientras preparaba la masa, la olla de aceite hirviendo se volcó sobre mis piernas. Tenía puestos pantalones cortos, y el aceite cayó directamente sobre mi piel expuesta. Pude inmediatamente poner la olla en su sitio, pero una buena cantidad de aceite se había derramado sobre mis piernas.
Las personas que estaban presentes, algunas para ayudar a cocinar y otras para comprar, se acercaron rápidamente, preocupadas por lo sucedido. Inmediatamente les aseguré que todo estaba bien. Yo sabía que Dios gobierna cada momento de nuestro día, así que ninguna interrupción del bien, como un accidente, podía en realidad haber ocurrido.
Me vino a la mente una cita del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, que describe, con mucha claridad, la base de mis oraciones. La misma dice: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a la luz la armonía” (pág. 424).
Pude calmar el temor de los que estaban a mi alrededor y seguir con mi labor de preparar los picarones. Decidí no mirarme las piernas, ya que deseaba poder orar y no dejarme distraer por la apariencia física.
Continué orando, sabiendo que podía ver y experimentar solo la armonía de la creación de Dios. También oré el Padre Nuestro, y reflexioné sobre “la declaración científica del ser” de Ciencia y Salud (véase pág. 468). Y sentí el apoyo de las oraciones de los otros Científicos Cristianos presentes en el evento.
Recuerdo muy claramente que no sufrí absolutamente ningún dolor, y pude terminar con el trabajo sin que hubiera otra interrupción.
Después del evento, subí al carro con mi familia y nos fuimos a casa. El carro no tenía aire acondicionado, y era un día muy caluroso de verano. Sentí el calor en mis piernas, y empecé a estar incómoda por la quemadura. Le pedí a mi esposo en ese entonces que por favor me apoyara mediante la oración.
Cuando llegué a la casa, el poco dolor que sentí en el carro se me pasó ese mismo día y no regresó más. Al día siguiente miré mis piernas por primera vez. Tenía una sola ampolla, y drenó el mismo día. A los pocos días, la piel se secó y se regeneró como nueva. No quedó ni cicatriz.
Esta curación sucedió hace muchos años, y me demostró que es necesario apartar la vista de la evidencia material de discordancia; ya sea enfermedad, deformidad o malestar físico o emocional, y apoyarnos enteramente en la ley infalible de salud y armonía de Dios. Esto significa aferrarse al hecho de que somos la creación magnífica y armoniosa de Dios, Sus hijas e hijos perfectos. Esta verdad es eficaz en cada ocasión. Por eso, estoy sumamente agradecida.
Gabriela Mick
Miami, Florida, EE.UU.
