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Original Web

Para jóvenes

Lo que no podía perder

Del número de agosto de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 30 de octubre de 2023 como original para la Web.


Cuando mi relación de varios años terminó abruptamente en el primer mes del nuevo año escolar, me sentí abandonada y vacía. Me encontré culpando a Dios por lo que había sucedido. Había orado mucho sobre la relación, preguntándole a Dios una y otra vez si era el camino correcto. Cuando la relación continuó, supuse que eso significaba que la respuesta de Dios era sí, así que no entendía por qué de repente se había convertido en un no.

Sentí que Dios me había guiado por un camino, sabiendo que al final me lastimarían. No podía entender cómo Dios estaba guiando mi vida, como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, solo para que sucediera algo como esto. 

Sabía que Dios es Amor, y me habían enseñado a apoyarme en Dios y confiar en Su cuidado omnipresente. Pero ahora estos pensamientos me parecían vacíos, y no lograba escapar del sentimiento de vacío que sentía por la pérdida de esta relación.

Un par de semanas después de la ruptura, salí de la ciudad con amigos para asistir a un concierto. Fue muy divertido, parecía como si la luz del sol brillara a través de un cielo nublado. Pero la última noche del fin de semana, perdí completamente la voz y me dolía mucho la garganta. Mis amigos bromearon diciendo que me había divertido demasiado cantando en el concierto, y todos asumimos que mi voz volvería en un par de días.

Pero fueron pasando los días, y no solo mi voz no mejoraba, sino que mi audición en un oído comenzaba a desaparecer. Había estado orando al respecto, pero seguía teniendo dificultades. Así que llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que orara por mí. Ella me recordó que la bondad de Dios es permanente y no puede ser dañada o perdida. 

Esto fue útil. Pero la necesidad de sanar parecía urgente porque estaba organizando una fiesta de Halloween el fin de semana siguiente. La fiesta llegó y se fue, y entretuve a mis invitados lo mejor que pude. Pero me sentía derrotada porque mis oraciones “no funcionaron”. Tenía miedo de que nunca recuperaría mi voz.

Sin embargo, mientras continuaba orando, sucedió algo interesante. Me di cuenta de que realmente necesitaba apoyarme en Dios y en Su amor, lo que me ayudaría a deshacerme de la animosidad que sentía hacia mi ex novio debido a la ruptura. Entonces, a través de la oración, comencé a cambiar mi perspectiva sobre la situación. También empecé a ver que esta necesidad de curación era una oportunidad para estar con Dios, para escuchar Su guía y sentir Su amor, que yo sabía me consolaría. 

Una idea realmente me llamó la atención mientras oraba: “Las obras del Amor no se pierden” (Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 100). Me di cuenta de que, como expresión del Amor divino, jamás había perdido mi capacidad de expresar o recibir amor. Y puesto que Dios es la fuente de todo amor, tampoco había perdido nada debido a la ruptura. Mi perfección y plenitud son permanentes, establecidas por Dios, y no pueden ser alteradas o disminuidas de ninguna manera.

Si bien en ese momento había sentido que Dios guiaba la relación, comencé a aceptar la idea de que el Amor me estaba llevando en una nueva dirección. Y aunque al principio no había entendido esta nueva dirección, podía confiar en ella, aunque significara el final de esa relación. También me di cuenta de que nunca podría estar sin amor, ya fuera que este novio en particular todavía estuviera en mi vida o no. Yo no necesitaba el amor de una persona para definirme o para ayudarme a sentirme realizada; el Amor divino era lo que necesitaba. Entonces, me concentré en sentir y ver el amor de Dios a mi alrededor. 

Al principio, no hubo mejoría física con mi voz, aunque me sentía progresivamente mejor sobre la ruptura. Pero a medida que continuaba apoyándome en el amor de Dios, mi voz y mi audición se restauraron totalmente. Y aunque tomó más tiempo sanar de la ruptura, el Amor estuvo conmigo a cada paso del camino. Pronto sané por completo, mental, emocional y físicamente.

Si bien estoy agradecida de haber podido aceptar el fin de esa relación, esta experiencia fue sobre algo mucho más profundo. Me ayudó a comprender que, como dice la Biblia, estoy “arraigad[a] y cimentad[a]” (Efesios 3:17) en el Amor divino —la fuente inalterable de todo lo bueno en mi vida— y que realmente puedo confiar en el Amor. También aprendí que nunca estamos sin amor, sin importar el estado de nuestra relación.   

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