Acababa de terminar de leer la historia de los encuentros de Moisés con Dios en Éxodo. La Biblia registra que “acostumbraba hablar el Señor con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Éxodo 33:11, LBLA). Moisés llegó a tener una fe total en Dios. Pero no contento con ser testigo de acontecimientos milagrosos, anhelaba saber el porqué de todo ello y pidió que se le revelara el carácter divino, la Mente misma de Dios. El poder alcanzado en la comunión de Moisés con Dios cambió la historia y ha movilizado a la gente durante unos 3.500 años.
No obstante, para el tiempo de la aparición de Cristo Jesús en la Tierra, el impacto espiritual de la experiencia de Moisés parecía casi perdido. En mis estudios, me di cuenta de que Jesús se abrió paso a través de siglos de ritualismo y tradición para volver a hacer público el omnipresente yo soy de la experiencia de Moisés. Pero con el tiempo, las enseñanzas de Jesús también parecen haber perdido su impacto.
Esa aparente pérdida me ha impulsado a estar más consciente de la necesidad de defender la práctica de la Ciencia del Cristo, la cual, cuando Mary Baker Eddy la descubrió, trajo nuevamente a la atención pública la realidad espiritual que Jesús enseñó y su poder sanador. Durante varios meses, algunas preguntas desafiantes me vinieron con persistencia, lo que me obligó a examinar mi propia forma de pensar.
La Sra. Eddy hizo una clara distinción entre la curación por la fe, basada en la creencia, y la curación espiritual, basada en la comprensión. Ella escribió: “La creencia es virtualmente ceguera cuando admite la Verdad sin comprenderla. … Hay peligro en este estado mental llamado creencia; porque si la Verdad es admitida, pero no comprendida, puede perderse y el error entrar por este mismo conducto de creencia ignorante” (Retrospección e Introspección, pág. 54).
Y en un artículo titulado “Principio y práctica”, que escribió en 1910 y que más tarde fue publicado en el número del 1.° de septiembre de 1917 del Christian Science Sentinel, leemos: “La Ciencia Cristiana no es una cura por la fe, y a menos que la fe humana se distinga de la curación científica, la Ciencia Cristiana se perderá de nuevo de la práctica de la religión como lo fue poco después del período de la enseñanza y práctica científica de nuestro gran Maestro”.
En retrospectiva, puedo ver que la curación vino de algo más que mi fe en Dios para despejar el camino.
Me sentí profundamente conmovido al considerar estas declaraciones. Ciertamente es bueno y útil admitir la Verdad, pero esta admisión es solo una parte en la transición de la percepción material de la existencia a la comprensión espiritual. Sabiendo que la fe a veces puede producir un cambio físico positivo, pude ver cómo uno podría confundir la curación por la fe con la curación de la Ciencia Cristiana. Esta, ciertamente, no es la dirección en la que queremos que nos lleve nuestra fe. Me pregunté: ¿Cuánto de lo que he llamado curación en mi vida ha sido realmente una cura por la fe?
Sabiendo que la cura por la fe admite “las pretensiones de los sentidos corporales y [pide] a Dios alivio mediante un concepto de Su poder como si fuera humano” (Retrospección e Introspección, pág. 54), a menudo comienzo mi tratamiento de la Ciencia Cristiana asegurándome de que mi motivo sea sólido. Es decir, sabiendo que no me propongo reparar una condición material aceptada que Dios permitió que sucediera, sino que me esfuerzo por demostrar la realidad de una creación espiritual perfecta, ya existente, que extermina las pretensiones de los sentidos corporales.
Otro tema que causó un examen de conciencia fue la tradición. La Sra. Eddy a veces hablaba con cariño de algunas de las tradiciones cristianas que le enseñaron cuando era niña y del clero que vivía honestamente sus convicciones. Pero indicó que sus oraciones basadas en credos y tradiciones no habían logrado curarla. Fue una comprensión espiritual más elevada de la Palabra —basada en la revelación, la razón y la demostración— lo que la sanó y la hizo avanzar.
Me pregunté: “A pesar de que la Ciencia Cristiana, como denominación, solo ha existido por un período relativamente corto, ¿ha construido ya tradiciones que se han transmitido de una generación a otra? ¿Es la mayor parte de lo que sé de la Ciencia Cristiana lo que las personas en mi vida me han dicho?”. Entonces, razoné que la Ciencia Cristiana se habría convertido en una religión de segunda mano. Eso no puede ser bueno. Cuán importante es dejar que la inspiración y la fortaleza que he obtenido de los demás a lo largo de los años me impulsen a alcanzar la revelación a través de mi propio estudio diligente de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy, y a mi propia experiencia con Dios como una presencia viva y comunicante.
Sabiendo que es la voluntad de Dios y Su ley que Lo conozcamos, he sido guiado a pasar más tiempo en comunión con Él, a vivir la vida con más reverencia, más consciente de Su presencia y alerta a las experiencias reveladoras que siempre llegan a aquellos que anhelan conocer a Dios y probar Su poder.
La tercera cuestión que agitó mi pensamiento me vino a la mente debido a la respuesta de la Sra. Eddy a la pregunta: “¿Se limita la Ciencia a sanar a los enfermos?” Ella respondió en parte: “El sanar las enfermedades físicas es la mínima parte de la Ciencia Cristiana. … El propósito esencial de la Ciencia Cristiana es la curación del pecado; …” (Rudimentos de la Ciencia divina, pág. 2).
La lectura de estas declaraciones planteó preguntas: ¿Estoy dedicando la mayor parte de mi tiempo a la parte más pequeña de la Ciencia Cristiana? ¿He reducido mi práctica de la Ciencia Cristiana a un sistema personal de atención médica? ¿Lo uso exclusivamente para el cuidado de la salud y me quedo en el sueño del sentido material de la realidad?
Más allá de nuestro propio cuidado personal, hay cosas que están sucediendo en el mundo en este momento que exigen nuestra atención. ¿Qué podemos hacer para vencer la tentación de mantener nuestro enfoque en nosotros mismos? Para mí, la respuesta fue pasar más tiempo atendiendo los pecados del mundo mediante la oración.
El pecado, visto a la luz de la Ciencia Cristiana, es mucho más amplio que el concepto generalmente aceptado de este. El pecado es hostilidad contra Dios y Su creación; y la obediencia a Dios, el Principio, nos ayuda a exponerlo y destruirlo. El pecado es mucho más susceptible a la curación de lo que pensamos, y Dios trabaja con nosotros mientras laboramos para destruirlo.
¿Qué significa quitar los pecados del mundo? La Sra. Eddy escribe: “El pecado era, y es, la mendaz suposición de que la vida, la sustancia y la inteligencia son materiales y espirituales a la vez, y no obstante independientes de Dios”. La suposición, según un diccionario, es “el hecho de creer que algo es verdadero sin ninguna prueba” (dictionary.cambridge.org). Y añade: “El pecador no se creó a sí mismo ni creó el pecado; sino que el pecado creó al pecador; …” (Retrospección e introspección, pág. 67).
Pensar profundamente en estos puntos importantes me ha revelado que la creencia en el pecado se oculta de los esfuerzos por destruirla a través de dos mentiras hipnóticas: que un problema es el resultado de las condiciones materiales, o que es el resultado de una personalidad humana. Al no dejarnos desviar por estas mentiras, nos encontramos con una suposición indefensa que se destruye a través de la comprensión de la totalidad absoluta de Dios, el bien. Este trabajo bien hecho no deja nada que pueda ser causa o efecto del mal.
Cuando servía como capellán militar, se me asignó brindar servicios dominicales a las tropas estacionadas temporalmente en una parte remota del puesto. Al principio todo fue bien; pero, de repente, ya nadie venía a los servicios. Mi comandante me instó a que hiciera algo al respecto. Pero cuando me dirigí a las tropas, escuché algunas risas. Me sentí ofendido.
Cuando me dirigía a hacer otro llamamiento para que las tropas asistieran a los servicios, sentí firmemente que ya no quería cumplir esta función. Pensé: “No les importa. No es mi lugar. Es hora de que me vaya”. Pero a pesar de que estos sentimientos eran fuertes, esta agitada forma de pensar me parecía extraña, y se detuvo abruptamente con el pensamiento: “Si no te importa compartir pensamientos espirituales con ellos, ¿cómo esperas que se preocupen por escuchar?”. Este pensamiento me hizo reconocer que, como hijos de Dios, estaban naturalmente interesados en la espiritualidad. Esta inspiración me ayudó a extender mi invitación a las tropas para que asistieran a los servicios. Esta vez obtuve una gran respuesta.
Después, un soldado se me acercó y me dijo que era parte de un ministerio juvenil en el puesto, y que solía venir a mis servicios. Cuando les contó a sus mayores que yo era Científico Cristiano, se le dijo que hiciera todo lo que estuviera a su alcance para evitar que alguien viniera a los servicios, y él y otros habían estado haciendo precisamente eso. Pero, añadió, que después de escuchar mi charla ese día, no podía creer lo que sus mayores le habían dicho acerca de la Ciencia Cristiana. El joven y yo tuvimos una charla, y pude corregir los errores que él había escuchado y darle una comprensión más clara de la Ciencia Cristiana. A partir de entonces, los soldados comenzaron a acudir de nuevo a los servicios.
En retrospectiva, puedo ver que la curación vino de algo más que mi fe en Dios para despejar el camino. También incluyó una comprensión de la actividad intemporal del Cristo, la verdadera idea de Dios, para promover las actividades del Consolador. Al principio, no sabía nada sobre las personas que habían estado tratando de evitar que los servicios se llevaran a cabo. Esto evitó que me sintiera tentado a pensar en las personalidades humanas como la causa del problema, y me permitió tratar directamente con la suposición básica de un poder aparte de Dios.
A medida que nuestra fe se convierta en comprensión espiritual, y las actividades de nuestra iglesia nos guíen en la dirección del conocimiento y la experiencia de Dios que tenía nuestra amada Guía, la Sra. Eddy, y desmantelemos las pretensiones del pecado demostrando la totalidad de Dios, probaremos en nuestras propias vidas que la Ciencia Cristiana está aquí para quedarse.
